CONOCIENDO MENORCA

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¡De nuevo a las Islas Baleares!

Un verano más y, de nuevo en clase VIP, la familia organizaría un viaje para seguir conociendo la isla vecina a su anterior viaje: Menorca.

Más poblados talatís, una costa de agua clara y arena blanca.
Visitaron sus alrededores: Ciutadella, Mahon y varias de sus calas. Aquello parecía salido de un cuento. Un paisaje natural donde verdes y azules resaltaban, tal era la transparencia de aquellas aguas que incluso los más pequeños se entretenían tratando de coger algunos peces que nadaban felizmente bajo el agua. Los menos profundos, claro.

-¡Vamos, Derek, sal del agua que ya nos vamos! -Repetían sus padres una y otra vez.

- ¡No, espera! Un poco más. -Suplicaba tantas veces como podía.

Como pez en el agua, el niño nunca estaba dispuesto a salir, lo pasaba tan bien que deseaba parar el tiempo para no tener que irse.
Jugaba sólo, pero el mar junto a la brisa veraniega, era lo que más le hacía disfrutar.

Franc y Frida detestaban esos momentos en la playa donde las horas pasaban y su hijo no hacía ni caso. Eso si, mientras ellos se embadurnaban de crema para no quemarse, él ni la tocaba a penas, tan solo en las orejas, un puntito en la nariz y luego su tez morena salía a medida que jugaba. Parecía que su melanina mutaba durante los meses más cálidos desde el primer minuto de sol.

Pero tantos eran los juguetes que se llevaba que un día, caminando por la zona de su escampada, pisó su rastrillo de plástico rojo y se clavó una púa justo en el puente del pie. No fue gran cosa pero si un agujero profundo y doloroso. ¿Quién iba a decir que un trocito de plástico de un juguete para niños bastante pequeños lograría traspasar su pie de aquellas maneras?

Cojeando de pie izquierdo, se sentó un momento en su toalla pero no pasaría mucho rato cuando volvería a sus juegos aunque, mientras el dolor se calmaba, serían en la arena.

Aquel día, Derek aprendió algo al volver al hotel: Jugar al billar.

Su padre era muy bueno en los juegos también, la curiosidad del joven por aprender nuevas cosas le superaría, así que Franc le enseñó a coger el taco y, lo más divertido a la vez que complicado para él: a tocar bola con el taco pasado por detrás de la espalda. Una técnica que facilitaría la tirada cuando no había apoyo para la mano si la bola estaba demasiado pegada al larguero o si la posición normal era demasiado complicada para tocar la bola que debía.

Derek se frustraba con aquella pose de trapecista, pues perdía las fuerzas al tirar, desviaba el taco y no lograba nada. Cabezota de él, no dejaría de practicarla el resto de su vida hasta dar con la clave.

Pero no eran solamente los chicos los que jugarían, Frida también ganaba bastantes veces en el juego del minigolf.

Un viaje lleno de turismo con el guía donde recordaron la historia de sus Talayots y la cultura de los cartagineses, visitando playas y aprendiendo nuevos juegos, harían un verano tranquilo para los tres, pues, como premio a la superación en la experiencia del campamento serviría.

Se sabía que ahora, el joven aventurero, ya formaría parte de las escapadas veraniegas en familia y de esto, él se dio cuenta:

- ¿Dónde iremos el año que viene? 

DESDE OTRO PUNTO (YA EN Amazon Kindle)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora