Time Tale

Capítulo XXII - Desconfianza

El tal Chess me soltó y nos permitieron acudir a tal importante reunión.

Chess era uno de los Guardianes, era un joven de una especie parecida a los perros, pero también parecida a los humanos. Llevaba una capucha oscura que cubría su cabeza, pero con las orejas puntiagudas fuera. Su pelaje era de un color marrón y su acento era extraño.

Todavía se mostraba algo hostil hacia nosotros, aun cuando le explicaron que no éramos más que simples aventureros, siempre con un ojo puesto en nosotros.

- Si han atacado aquí es porque buscaban algo – Observó uno de los Guardianes, mirándome de forma inquisitiva – Quizá este chico nos oculta algo, que fue lo que atrajo al demonio.

Se trataba de Tenma Boreas, un Guardián pelirrojo que no aparentaba tener más edad que yo, y que llevaba una sonrisa en la cara, que sus ojos, de color ámbar, no reflejaban.

Los Guardianes me miraron desconfiados.

- No – dijo Eudes – A pesar de que llegó hace poco, no hay ninguna prueba de que esté aliado con ellos.

No entendía exactamente por qué se habrían reunido estos aventureros famosos por un demonio.

- Esto... ¿Es algo tan importante la aparición de un demonio? – pregunté inocentemente.

Uno de los Guardianes se echó a reír.

- Silas, es algo que hasta los niños saben, pero aun así te lo explicaré – dijo Eudes.

Eudes comenzó a explicar que el Rey Demonio Azazel ataca una vez cada siglo las tierras de Haien, y un gran ejército de demonios y otras razas atacan el mundo. Sin embargo, antes de que todo eso ocurra se puede anticipar debido a varios factores, entre ellos, el aumento de las incidencias con demonios. Normalmente intentan causar el mayor daño posible, asesinando mucha gente, o matando personas importantes, para luego tener una conquista más fácil.

- No pensaba que me jamás me tocaría luchar contra Azazel en mi vida – dijo uno de los Guardianes, apoyándose sobre la mesa – Menudo rollo.

- Habrá que invocar un héroe – sugirió alguien – Puede que nosotros solos no podamos.

Hubo un silencio profundo que duró unos instantes.

- Bien – dijo Eudes – a partir de aquí no podréis escuchar más; todo esto se hará público más tarde.

Y tal cual, la puerta se cerró de golpe y fuimos llevados lejos de ella. Yo me sentía asustado de que los demonios hubieran aparecido, pero Fritz no parecía asustado.

- Oye Fritz, ¿no te asusta todo esto? – pregunté.

- He estado en la misma sala que los Guardianes, ¡es el mejor día de mi vida!

Este chico no tiene salvación.

Tras un par de horas de reunión, finalmente los guardianes se marcharon de la oficina y el rey dio el catastrófico anuncio. Las caras de los asistentes se volvieron atónitas, tristes, nerviosas, etc.

En ese momento me encontraba al lado de Sven, que tenían una expresión pálida en el rostro. De repente, su cara se volvió totalmente seria y me susurró al oído unas palabras, mientras me clavaba la mirada.

- Ven conmigo.

Algo confundido le seguí a través de los numerosos pasillos de la oficina mientras él llevaba un paso ligero y miraba bajo, en silencio, pensando.

Cuando llegamos a una zona que estaba vacía, se puso a mirarme con los ojos bien abiertos, como ido. Me cogió de los hombros y me empujó contra la pared.

- ¿Sven? – pregunté.

- ¡Tú! – exclamó, pero ahora su expresión era más bien de furia – ¡Tú apareces de la nada y de repente los demonios nos atacan!

Me miró con una cara de desprecio.

- No sabes nada de nada, claramente no eres de aquí, y eres un inútil en todo lo que haces – dijo Sven – Todo era una coartada para ocultar que eres un espía de los demonios.

- No lo soy – me defendí.

Hubo un momento de silencio.

- Entonces, ¿Qué eres? ¿Cuál es la verdad sobre ti? – dijo – De no ser por los demonios, mi padre no habría muerto, ¿y tú les ayudas?

Sven se separó de mí, y se alejó andando.

- No es así, y te lo demostraré, tan sólo espera – respondí firmemente.

- Ojalá sea así – dijo con lágrimas en los ojos.