SIETE

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Problemas y más problemas.

He perdido mi libreta y quién sabe cómo o dónde la dejé. Ni siquiera sé si se cayó en algún lugar cercano o si, por casualidad, la dejé en la escuela.
Estoy tan enojada conmigo misma por  ser tan distraída en ese aspecto.
Voy a enloquecer si no la encuentro, o aún peor, si alguien la encuentra y lee su contenido.

Pensé en llamar a los chicos para preguntarles si la habían visto pero, dudo que lo hayan hecho. Ni siquiera he regresado con ellos.

A la mañana siguiente, desperté temprano para llegar lo antes posible a la escuela. Si la habla dejado debajo de mi carpeta, definitivamente estaría ahí.
O, en todo caso, quizá alguien de limpieza lo habría visto.

No estaba en mi casillero, tampoco debajo de mi carpeta. Solo me queda una última opción.

—Señora Nina —llamé mientras me acercaba a ella a toda prisa.

—Niña, ha llegado muy temprano hoy.

—Sorprendente, ¿verdad? —sonreí— Pero... por casualidad, ¿ha visto usted una libreta roja por aquí?

—No. Este es el último lugar que he limpiado y no he visto una libreta en ningún lado. A penas unos lápices y bolígrafos. Puedes verlos, quiza alguno sea tuyo.

—Oh, no, no. Ninguno es mío. Pero gracias de todas maneras. Tenga un buen día.

—Igualmente.

¿Qué se supone que haga ahora?
¿Debería no darle importancia? Digo, no es como si fuera a desatar un escándalo si alguien la encuentra. Igual, no puedo evitar sentir una extraña sensación de preocupación.

—¡Es un milagro!

—Nuestra Elle ha llegado antes que nosotros. ¿Has traído paragüas, Kun?

—No, ¿y tú?

—Tampoco.

Di un gran suspiro antes de girar y hablar con ellos.

—Chicos... he perdido mi libreta.

—¡¿Qué?! —exclamaron al unísono.

—No sé dónde la he dejado o si se cayó de mi mochila ayer.

—Ah, por eso viniste temprano.

—¿Qué harás entonces? —cuestionó Kun.

—Ni siquiera lo sé.

Nos quedamos mirándonos en silencio por unos largos segundos hasta que el timbre de la hora de entrada sonó.
Ha pasado mucho tiempo desde que escucho ese sonido; usualmente llegaba tarde o uno o dos minutos antes de que cerraran la puerta.

—Deberíamos entrar —sugirió Kun.

—Claro, vamos, Elle.

—Voy.

Dejé que ellos se adelantaran un poco mientras yo los seguía detrás.

"Ellen", escuché decir a lo lejos pero no hice mucho caso.
No fue hasta el segundo llamado que me detuve para ver de quién se trataba.
Era el pelinegro, quien sonrió al ver que por fin escuche su llamado.

—¿Qué sucede? —inquirí cuando ta estaba cerca.

—Tengo algo para ti.

—¿Y qué es? —pregunté curiosa.

—Ve a la azotea de este edificio en el receso y entonces te lo diré.

—¿Okay?

—Hasta entonces, me voy.

Si hay algo que detesto es que me dejen con la curiosidad carcomiendo cada centímetro de mi ser.
Ya en mi asiento, esperaba con ansias a que los minutos corrieran tan rápido como pudiesen para saber qué es lo que él tenía que decir.
Pero como dicen: cuanto más rápido quieres que pase el tiempo, más lento se vuelve.
Y definitivamente, creí que la clase de literatura de la segunda hora no acabaría hasta después de un siglo.

Cuando la clase por fin acabó, Xiaojun sugirió que fuéramos a la cafetería juntos y que Kun nos esperaría ahí. Tuve que decirle que debía entregar un trabajo atrasado (una ingeniosa mentira) y que se adelantara, ya después los alcanzaría.
Él me creyó, dijo que no tardara mucho; probablemente no lo haga tampoco.
En cuanto se fue, corrí escaleras arriba hacia la azotea de nuestro edificio.
El pelinegro ya estaba ahí; como siempre llegué tarde.

—Estas aquí.

—Chittaphon... ¿Qué es lo que tenías para mí?

—Cuando llegaste a casa, noté en el suelo que algo se había caído de tu mochila. Quise decirte pero ya habías entrado, por lo que la recogí y la guardé para entregártela después, y aquí está. —extendió una de sus manos con lo que parecía ser mi libreta perdida.

No puede ser, ¡sí es mi libreta!

—¿L-la leíste? —cuestioné sin mirarlo.

—A decir verdad, no del todo. Consideré el hecho de pudiera ser una especie de diario. Pero la abrí para corroborar que no se haya dañado por la caída, así no tendrías que reclamarme si algo le hubiera pasado.
En la parte final solo vi una lista...

—¡Qué!

Y ahí había algo que yo definitivamente esperaba que nadie pudiera leer; mucho menos alguien cercano a Hendery.

—No la leí del todo, es verdad lo que te digo. Pero, cuando vi el nombre de Hendery no niego que me llamó la atención. Te gusta, ¿no es así?

—Sí —repliqué sin pensar.

Rayos, Ellen. Lo estás arruinando por completo.

—N-no, l-lo que yo quiero decir realmente es que... —intenté justificarme rápidamente— ¡Ah!

Sonrió. Mi actuación estaba siendo muy patética.

—Esta bien. No le diré nada, es más, haré como que no sé nada.

—¿En serio? —cuestioné sorprendida.

—En serio. Prometo que no diré nada.

—G-gra-gracias.

—Puedes irte tranquila.

—E-entonces me voy. Gracias de nuevo.

Salí casi corriendo del lugar. Estaba tan avergonzada que lo supiera. Y sé que prometió no decirle nada pero, no sé, algo dentro de mí no me deja confiar en su palabra.
Siento que un día terminará diciéndole a mis espaldas.

Que me trague la tierra antes de que ese día llegue porque no voy a soportar la vergüenza.

Quédate Conmigo | TenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora