T1E9: La casa de seguridad

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- ¿Cuánto nos falta? -preguntó Tokio-

- ¿Hace cuánto preguntaste eso? -respondió con una pregunta Berlín-

- Cinco minutos.

- Entonces faltan cinco minutos menos.

- Me confundí -dijo Kiev-.

- Yo también -comentó Yucatán-.

- ¿Y si nos detenemos un poco?

- Apoyo a Damasco.

Los amigos se detuvieron, Yucatán fue la primera en lanzarle al piso para acomodarse.

- Debo admitir -habló Chiloé-, que escuchar tu nombre me da hambre -dijo mirando al hijo de Siria-.

- ¿Por qué? -preguntó Kiev molesto, el resto rió-

- Mi familia le dice damasco al albaricoque¹ -respondió-. Celoso.

- No estoy celoso.

- No lo estás porque fuiste el único que toco su-

- Cállate -dijo tapando la boca de la tokiota-.

- ¿Todavía estás enojada conmigo? -preguntó Misk-

- Yo diría que si -dijo Yucatán viendo los gestos de su mejor amiga-. Y todos, ¡¿qué clase de broma era esa?!

- Primero, si me quedé inconsciente.

- ¿Entonces no nos escuchaste? -preguntó Berlín-

- Bueno sí, desperté mientras me hablaban.

- ¡Entonces sí nos escuchaste! -gritó Yucatán-

- El tema es, de que quede inconsciente por el golpe, quedé inconsciente por el golpe.

- ¿Y qué tiene que ver eso? Estamos hablando de que fingiste no reaccionar.

- ¿Se dan cuenta que no hemos hablado nada coherente? -preguntó Minsk- Debe ser la poca creatividad.

- Cambia el tema nomás -le dijo su primo hermano-.

- ¿Escucharon eso? -preguntó levantándose el minscense-

- Ya, en serio.

- No, no -Minsk miró a todas partes-. Estoy hablando en serio, escuché un ruido.

- Yo también -habló finalmente Chiloé, levantándose del suelo, cargando su arma-.

Todo el grupo escuchó unos pies arrastrándose.

- ¿Corremos o disp-?

Tokio no terminó de hablar porque Yucatán la agarró del brazo comenzando a correr.

Berlín tomó una de las granadas, le quitó el anillo y la lanzó hacia atrás.

Cuándo explotó el grupo cayó, sin daños mayores². Miraron hacia atrás y el suelo estaba lleno de sustancias verdes y asquerosas.

- Voy a vomitar -dijo Damasco y sí, lo hizo-.

- Fo -dijo la yucateca mirando a otro lado-.

- Me duele el pie -dijo la chilota acariciando su tobillo, se había golpeado con la caída-.

- Yo te ayudo -dijeron Tokio y Minsk, después de eso se miraron fijamente-. Yo la ayudo -se respondieron-.

Mientras se lanzaban miradas, Chiloé recibió ayuda de Yucatán para levantarse.

- Sí, sí, los dos son bonitos ahora caminen -dijo Berlín empujando hacia delante a los chicos-.

- Estoy muy cansada -se quejó Tokio-. Y me duele la rodilla.

Hasta El Fin Del Mundo [cH/sH]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora