Santas vacas de colores

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Guardé la nota en mi maleta, saqué mi cuaderno y libros de la siguiente clase, llegaron los demás estudiantes y finalmente la profesora, cerrando la puerta a su paso.

—Buenos días, espero que estén ansiosos de la clase, necesitaremos grupos de 3 y uno de 2, que será el de la señorita Breslin y el joven Tanlerd, el resto agrúpense como quieran—dijo.

Odio que me llamen por el apellido, me siento regañada ¿no le quedaba más fácil decirme Cassie en ves del Breslin? y ¿Tanlerd? ¿Quién es esa? me suena pero ni idea, busco con la mirada por todo el salón, todos ya están en sus tríos excepto ... excepto Juseb que estaba en una esquina, ¡Santas vacas de colores! ¿Me tocó con él? ¿Por qué? ¿De los 45 estudiantes que hay en el salón, preciso me toca con el que menos quiero ver? claro que él era , Juseb Tanlerd, ya me acordé.

Él se levanta de su silla, toma su maleta y se hace en el anterior puesto de Steve, que estaba a mi lado ya que era la única clase aparte de gimnasia que compartíamos, obvio teníamos que estar juntos.

—Otra clase juntos, y podrías al menos quitar esa cara de fastidio que pusiste cuando me acerqué —dijo mientras alzaba su ceja.

—No...amm...eh....no es fastidio...digo...es...bueno, está bien, lo diré, lo que pasa es que me sorprendió tu actitud ésta mañana, no pensé que me trataras así, y no le encuentro justificación — dije y sentí como mis mejillas tomaban color, así que tomé el lápiz, miré mi cuaderno y en la última página, empecé a hacer líneas, signos, gráficos, dibujos mal hechos, tachones, palabras sin sentido, todo lo que pasaba por mi mente lo iba haciendo y como mi cabeza está llena de enredijos, mi "obra maestra de la última hoja" representaba lo mismo, algo que yo misma lo clasifiqué como arte abstracto, claro está, para no sentirme tan “conchetumare”, es decir fuera de lugar.

Él no dijo nada después de eso, se limitó a desarrollar conmigo los 470 puntos que nos había dejado la profesora, sonó el timbre, sólo llevábamos 83, pero éramos los más adelantados, todos tenían entre 20 y 45, ya te dije, es una de mis clases favoritas, me apasiona y se mucho del tema, y él también es muy bueno, casi tan bueno como yo, por eso nos rindió.

—Chicos, ya que ninguna pareja acabó, aplazo la entrega de la actividad para mañana a las 6:30 ni un minuto más —dijo la profe.

—Te espero en mi casa a las 4 —le dije mientras le entregaba un papel con mi dirección y número telefónico por si se perdía, y me marché, paso firme sin mirar atrás, si él me había tratado mal, debe estar preparado para sufrir de verdad. El resto de mi día escolar transcurrió normalmente, algunas que otras bromas, clases aburridas, clase de literatura(la mejor clase), profesores locos, niños dementes, una pelea en la cafetería, nada que no se viviera a diario en este colegio de mierda, emprendía una nueva vida sin Steve, de ahora en adelante tenía que tomar transporte para llegar a casa, puede sonar algo raro, pero yo jamás había tomado uno, no tengo ni idea como llegar a mi destino, afortunadamente hoy Sasha se ofreció a ayudarme con el transporte, tomamos la línea correcta, me dejó en la puerta de mi casa y se fue para la suya, ella es un amor, no sé qué sería de mi vida sin esa mocosa, mocosa que por cierto es dos años mayor que yo.

Como era común, nadie estaba en mi casa, en la nevera una nota de mamá diciendo que no volvería hasta pasado mañana por la noche, mi padre se la pasa viajando, y George, mi hermano estará la semana en un internado, así que estaré sola, mi madre dejó en una caja en la sala, el dinero para estos días, calenté el almuerzo que había dejado en el congelador, me lo comí rápido, subí a  mi recamara, me cambié el uniforme por algo más cómodo y llamativo, me maquillé un poco, me perfumé, me peiné, me alisté como no muchas veces lo hago, me dí cuenta que hice esto inconscientemente, ya eran las 4:12 cuando: "tin, tunnn" ¡sí! de seguro era él, la felicidad me invadía, bajé las escaleras no corriendo como quisiera pero si a un paso rápido para no parecer desesperada, abrí la puerta y definitivamente era Juseb, tiene los ojos más lindos que jamás haya visto, lo saludé de beso en la mejilla, y lo invité a entrar.

 Por fin llegué —dijo él —¿Lista para acabarlo?

—Más que lista —dije —en mi habitación esta todo, sígueme.

Subimos las escaleras, llegamos y dije: —mi cuarto no es tan maravilloso y sorprendente como el tuyo — acompañado de una risita nerviosa.

Es más que eso, es maravilloso, huele a ti —dijo contemplando cada detalle sin importar cuan simple e insignificante era, se sentó en mi cama al frente mío, abrí la página del libro en donde habíamos quedado.

84: ¿Qué cambios genéticos nos hicieron específicamente humanos? —leí en voz alta.

—Sé la respuesta, lo leí en algún artículo hace unos años, creo que es el gen miR—941 amm...si, mira —dije señalando una parte del libro, que dice:

"...un gen denominado el miR—941 es lo único que nos separa a nosotros de nuestros primos en el reino animal.

Ese solo gen fue responsable de dotarnos del intelecto que poseemos hoy día, que hizo posible que creásemos toda una nueva generación de herramientas que con el tiempo desarrollamos en la tecnología que poseemos hoy día (sí, desde un palito para comer hormigas hasta un iPad), así como nos dotó de toda la gama de sentimientos que compartimos de forma personal y social con el resto de la humanidad.

Este gen, curiosamente, se encuentra en el 4% del ADN que no compartimos con el resto de los seres vivos del planeta (pues asombrosamente, el 96% es idéntico en casi todas las especies similares a nosotros), y al cual muchos se refieren como "ADN basura", pues aparentaba no tener ningún uso, hasta recientemente que hemos empezado a indagar más profundamente en su funcionamiento..."

—Listo —dijo —sólo copia el primer renglón, y en la siguiente pregunta si lo justificamos.

Así transcurrieron las horas, a las 6 de la noche, pedí una pizza mitad queso y peperoni, mitad pollo y jamón, a la media hora ya había llegado y en menos de nada ya la habíamos acabado, a las 9, decidimos tomar un pequeño descanso, sentíamos que nuestro cerebro no daba más, explotaría, empezamos a hablar de nuestras mejores y peores experiencias, llegando a sentir esa química que sentimos la noche anterior.

Su temor, mi mayor deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora