Alcánzame si puedes

1.1K 66 2
                                    

—¿ya tenemos que irnos? —dijo aun con cara de dormido.

—Sí, tenemos cuarenta y cinco minutos para arreglarnos, primero voy yo ¿entendido? —afirmé sin siquiera esperar alguna respuesta.

Entre al baño, cerré la puerta y coloqué seguro, me quite la ropa, y me miré en el gigante espejo de toda una pared con el que consta mi baño, primero el abdomen ¿engorde? «no mucho» dí media vuelta, mire mi parte trasera, «me falta carne», volví a girar, vi mi pecho, «aceptable» y después de detallarme completa y rápidamente entré a la ducha, el agua recorrió todo, me enjaboné completamente, me restregué y lave mi cuerpo, y me disponía a salir, pero

«¡Santas vacas de colores!, ¡no tengo toalla!, ¿qué hago ahora?, no me queda de otra que acudir a él.»

—¡Juseb! —Llame sin abrir la puerta —¡Juseb!, ¡Juseb!.

Por fin respondió por ahí.

—¿Qué quieres Cassie? —decía mientras tocaba en la puerta.

—¿Me alcanzas una toalla?, ¿ve a mi armario y la sacas del último cajón, por favor.

—Claro

Lo escuché caminar un poco, abrir el closet, el último cajón.

—¿Cuál?, ¿la azul?, ¿amarilla?, ¿rosada? — dijo.

—¡Idiota, sólo apúrate! — le interrumpí estresada.

—Cálmate por que perfectamente podría decidir no alcanzártela.—amenazó.

—A mí no me vengas con esos cuentos, sólo tráeme una y punto —le refuté ya bastante irritada.

Volví a escuchar varios pasos y tocó la puerta.

—Te la dejo en la chapa de la puerta.

—Ok —fue lo único que dije después de sentirme tan avergonzada con esta situación.

Esperé un poco a que él se alejara, salí en puntillas de la ducha, y me dirigí a la puerta, puse un brazo sobre mi pecho y con el otro abrí un poco la puerta y agarre rápidamente la toalla, volví a cerrar, respiré profundo, ya, toda la presión se había ido, me sequé lo más rápido que pude, me envolví en la toalla y salí del baño.

—Listo, tu turno —le indiqué y le saqué otra toalla de mi armario, no quería otra situación incómoda con él, se la entregué.

—Gracias.

Cinco minutos después, ¡contabilizados! y ya estaba afuera, ni siquiera yo había acabado de vestirme, pensé que demoraba más y sólo había alcanzado a alistar la ropa que me pondría y ponerme la ropa interior, bueno pensé, en mis redes sociales tengo fotos en bikini, que me vea así no afectará nada, y me dispuse a aplicarme crema humectante corporal; sin embargo él al salir, y verme semi desnuda dio media vuelta y se tapó los ojos con las manos.

—¡Perdón!, ¡Perdón! —Repetía una y otra vez —no fue mi intensión, yo no pretendía verte así, lo siento.

—Cálmate Juseb, estoy en ropa interior, de verdad no te preocupes, no pasa nada — pero fue sólo que terminara de decirlo y me sentía la zorra más grande del universo, no sé si lo que sentí hace un rato me había incitado a hacer eso, a querer provocarlo.

— Pero... es que yo no hago esto, lo considero un delito de la privacidad de la mujer, y es aún peor, porque eres tú.

— Deja la paranoia, ¿qué diablos tiene que sea yo? —grité ofendida aún no sé por qué.

—¿Eres tonta o te haces?, porque eres mi persona favorita en todo el mundo, no quiero incomodarte y hacerte sentir presionada en ningún instante, no quiero embarrarla contigo, no quiero que en algún momento pienses que te quiero sólo por tu físico, por estar contigo de esa forma —refutó.

«Es tan lindo»

—Tranquilo, no lo haces, perdóname a mí, no sé qué pasó, yo no hago esto con nadie, ya casi término de vestirme — fue lo que dije.

¿Yo no hago esto con nadie?, ¿de verdad no podía decir algo mejor? pura excusa de plástica zorra.

Me vestí tan rápido como nunca y fui al baño a cepillarme los dientes, mientras él se vestía, me peiné el cabello y oriné, ¡Mi vejiga estaba que explotaba!

—¿Listo? —grité antes de salir del baño.

—Si —escuche.

Salí y lo vi con ropa diferente a la de ayer.

—¿de dónde lo conseguiste? —exclamé asombrada, realmente se veía muy bien.

—Veras, aquí ya va otro secreto; todos los días al salir del instituto, voy a una guardería de niños con discapacidad mental, entonces acostumbro a cargar ropa de cambio por si me ensucian los pequeños.

«No lo puedo creer, es el joven más bondadoso, solidario, más buena gente que conozco, es sorprendente»

—Vaya, ni me lo imaginaba; ¿tienes mucho tiempo en las tardes o tienes un gran corazón?, respóndeme porque si me preguntan a mí, me voy más por la primera opción—una fuerte carcajada salió de mí.

—¡Adivinaste!, bueno no, de hecho, me encantan los niños, desde que mi hermano murió el año pasado, cuando él apenas tenía 6 añitos, de un problema mental, me he encargado de venir a esos institutos a brindarle mi apoyo, fuerza y compañía a los que lo necesitan y aún lo pueden recibir, yo hubiera dado la vida por mi hermanito, yo hubiera tratado de hacerlo muy feliz si hubiera sabido la enfermedad desde el principio, si hubiera sabido que moriría tan pronto.

—Oh, lo lamento, no sabía eso de tu hermano, era muy joven, no merecía ese final, cuanto me hubiera encantado acompañarte en ese momento, y referente, a lo otro, que labor, más linda, quiero ir, mejor dicho, ¡Hoy me llevas! —dije.

—Bueno, pero menos charla y más trabajo, ya es hora de partir.

—Faltan 20 para las 6, perfectamente podemos ir a pie, no seas perezoso.

—Dale, la perezosa será otra ¿entendido? —exclamó Juseb.

Tomamos las maletas, bajamos las escaleras y él salió de la casa mientras yo buscaba las llaves, las encontré y salí inmediatamente, cerré bien la puerta, y puse candado, suelo ser muy precavida en cuanto a seguridad cuando mis padres no están.

Estábamos caminando paso firme uno al lado del otro, íbamos  muy callados, necesitábamos romper el hielo.

—A que no me alcanzas—grité mientras salía corriendo lo más rápido posible, quería ganarle, así que dí pasos largos; inmediatamente después de haber escuchado lo que dije, é empezó a correr detrás de mí y para mi fortuna, yo por ser porrista tenía más físico que él, así que no logró alcanzarme, tiempo después, me detuve y dí media vuelta.

—Que flojo eres, te ganó una niñita —reí.

—Ninguna niñita, una muy buena porrista, no puedes aprovecharte de mí estado físico.— dijo con el poco aliento que le dejo la corrida.

—Bueno, yo siempre gano, es mi naturaleza —dije, esperaba que me contestara con algo sarcástico pero en cambio dijo:

—Vamos a ver —hecho a correr — ya que ahora es mi turno, esto será fácil —dijo.

—Ah no, eso no lo permitiré Juseb —corrí y corrí y lo alcancé, pero sin darme cuenta, me tiré sobre él, cuando volví a la realidad, me dí cuenta que yo lo estaba aplastando y riendo como loca.

«Que mierdas hice, reacciona Cassie, así no conquistarás a nadie»

—¿Es...estas bien? lo lamento, me dejé llevar por la emoción del momento, ¿te lastime? —expresé preocupada.

—Sólo me raspé un poco la barbilla, pero ya pasara, no te preocupes, de igual forma, de esto tratan los juegos.

—¿De qué?,¿de salir lastimados? —irónicamente dije.

—¡No! de divertirse, dejarse llevar por lo que sientes—contestó Juseb.

— ¿y si me da por matarte?

— Pues primero tendrás que besarme —dijo y lo hizo, él no dejaría todo en palabras, y yo mucho menos, un beso, un beso fuerte, eso nos dimos, yo me había acurrucado, así que me levanté y le tendí mi mano para ayudarle, se paró y comenzamos a caminar.

Su temor, mi mayor deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora