Capítulo 25

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La sorpresa se hace presente en su rostro; tiene la boca ligeramente abierta, y ni hablar de los ojos. Sus pupilas se delatan por la pequeña emoción que ha crecido en su interior, y un singular brillo se hace presente en el color claro de sus ojos. Una curva diminuta es el primer aviso de una sonrisa, que poco a poco se toma sus labios, y pasa a ser una mucho más grande en cuestión de segundos. La sonrisa llena de alegría, se llena un poco de confusión y pasmo, abre la boca tratando de decir algo, pero su cerebro está en blanco, no sabe que decir. Está igual que uno de sus hojas de dibujo, antes de empezar un dibujo.

Lo primero que pasa por su cabeza es una pregunta: ¿cómo fue posible que se le haya olvidado lo que sucedía ese día? O sea, no es muy fan de celebrar los cumpleaños, debido a que le gusta más pasárselo en su cuarto viendo películas -a veces sola, o con Miguel, o con su madre-, pero jamás se había pasado esa fecha sin acordarse. Es la primera vez que no se acuerda de su día de nacimiento. Le parece algo tan increíble. Definitivamente las cosas que pasaron a lo largo del día la dejaron sin tiempo para procesar ese pequeño detalle, y recordarlo.

—Creo la matamos, se ha quedado demasiado quieta—. Interviene, Julia, haciendo que algunas risas se escuchen.

—No digas eso, no puedo quedarme así de la nada sin mejor amiga—. Acota una voz que reconoce de inmediato como la de Jackelyn.

—Yo sin novia—. Murmura Miguel, y nota la gracia que le provoca la situación, pues está impregnada en sus palabras, muy distinta a la seriedad que su madre trasmite cuando dice:

—Y yo no puedo quedarme sin hija—. Se queja está.

—Creo que deberían ordenar sus prioridades, y ver si de verdad se murió o no—. Comentan, y la rubia incluso podría apostar que Caroline está rodando los ojos—. Baterista, tómale el pulso, a ver si también vamos a tener un sepelio.

— ¡Caroline!—. Para este momento ya ha terminado de analizar la situación a su alrededor, y vuelve a estar plenamente consciente de lo que pasa, que es justo el momento en que Arianna y Roger reprenden a la pelirroja.

—Fue tu mejor amiga la que empezó con la broma, y yo soy la que salgo regañada. ¡Qué injusta que es la vida! —. Se queja, haciendo que todos estallen en carcajadas, incluso a pesar de la mirada asesina que se carga.

—Perdónenla, esta de mal humor—. Explica la pelinegra.

— ¿Qué hay de nuevo con eso? Ese es su día a día—. Expresa, la celebrada.

—No respondo nada a eso, porque estas de cumpleaños—. Indica la chica, señalándola amenazante, generando nada más que una mirada divertida en ella.

— ¡Ay­, Dios! —. La exclamación de su madre hace que se gire de inmediato a verle—. Mi niña ya tiene diecisiete, que como crecen de rápido. Hace nada era un bebé sin cabello que se la pasaba llorando. O robándome las galletas de la bandeja, creyendo que no me daba cuenta—. Murmura su madre, haciéndola sonreír y sonrojar, al mismo tiempo—. ¿En qué momento fue que creciste tanto, hermosa? ¿Por qué no te quedaste chiquita para que pudiera seguir cargándote en mis brazos? Dentro nada te vas de casa y me dejas olvidada... —. Se ve interrumpida en el momento en que la voz se le quiebra.

Arruga la nariz, al tiempo en que hace un pequeño puchero, la vista se le ha puesto un poco borrosa. Se acerca a ella, la envuelve entre sus brazos, acción que su madre corresponde, y acaricia su espalda buscando calmarla, es capaz de escuchar sus sollozos y sentirla estremecerse.

—Mamá, para, que me haces llorar a mí también—. Pide, separándose ligeramente para apartar las lágrimas que se han acumulado en sus ojos, y tratando de mantener una sonrisa en su rostro.

Uniendo Fuerzas [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora