Capítulo 12

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El sol aparece por el este como cada mañana, se escuchan los primeros indicios de movimiento en las calles y algunas aves mañaneras. No hace demasiado frío, pero tampoco calor, y el cielo está despejado y azul. Sin duda un lindo día, pero no es como ella lo describiría exactamente.

Se levanta de la cama, se quita las sabanas azules y busca su ropa interior en el suelo, luego se acerca al armario y saca una camiseta de varias tallas superiores a la de ella. Mientras se la coloca, se encamina a la puerta de la habitación y sale sin pensárselo dos veces, es más, prefiere no internarse en sus pensamientos, pero eso es imposible. Realmente imposible.

No hay indicios de que su madre haya llegado, eso quita un problema más de la lista. Se sacude el cabello castaño, y con paso lento se dirige a la cocina. La comida suele ayudarle en estas situaciones.

Abre el refrigerador, saca el cereal y la leche, y luego lo cierra. Busca un tazón, y una cuchara, y se sirve. Lo toma entre sus manos y lo deja sobre el mesón, y se sienta en uno de los bancos, justo en frente de su desayuno. Se lleva la primera cucharada a la boca, y los pensamientos la nublan como sí un interruptor se hubiese encendido.

"¿Qué hiciste, Jackelyn?". Comienza a recriminarse, olvidándose por completo del tazón frente a ella.

¿Ahora qué vas a hacer? ¿Así piensas olvidarte de lo que sientes? Joder. Lindo lío en qué te has metido, idiota. ¿Por qué no usas tu cabeza cuando en verdad es necesario? ¡Ash! ¿Por qué estas mierdas me pasan a mí?

—¿Puedo tener uno igual? —. Interroga el chico, con el qué ha pasado la noche, con voz adormilada. Se pasa la mano del cabello despeinándolo un poco, mientras ella se queda embobada observando con cada movimiento.

"Hola, Jake, soy tu ultima neurona, solo venía a recordarte ¡qué dejes de ser tan obvia!"

No contesta, se limita a asentir, y a regresar al lugar de la cocina donde ha dejado la leche y el cereal. Sirve un segundo plato, y le coloca una cuchara. Lo deja un momento sobre el mesón, y rebusca entre los gabinetes las aspirinas que su madre siempre guarda en casos de emergencia. Agarra una, sirve un vaso de agua, y sostiene las tres cosas -tazón en una mano, y vaso y pastilla en otra-, mientras regresa al lugar en donde ha dejado al chico.

Coloca el plato al lado del suyo. Levanta la mirada hacia al chico, en el recorrido observa su torso desnudo, y le toca morderse el labio con el fin de retener un estúpido suspiro, sostiene la mirada con la del chico, y le extiende el vaso de agua. Andrés le devuelve con una mirada analizante, ya ha notado que esta rara, mientras ella solo trata de pensar en cómo hacer para evitar hablar del tema que la ha estado martirizando en tan poco tiempo, en pocas palabras, lo ocurrido la noche anterior.

Le hace entrega del vaso, luego la pastilla, y finalmente desvía la mirada, y se sienta con el propósito de poder terminar su desayuno, y, tal vez, escapar por la ventana.

"Te recuerdo que esta es tu casa, y déjame preguntarte algo ¡¿desde cuando eres tan cobarde?!

De reojo ve como el chico se sienta a su lado, como deja el vaso y comienza a comer de su respectivo plato. La forma en que está inclinado, le hace saber que el plan de la escapada ha fallado, incluso antes de comenzar.

— ¿Llevas mucho tiempo despierta? —. Inquiere él.

—No—. Se limita a contestar.

— ¿Dormiste bien? —. Insiste, tratando de sacarle conversación.

—Si—. Y no miente, durmió como un bebé, el tener... En la noche estaba tan cansada que no se levantó en ningún momento.

Uniendo Fuerzas [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora