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Cuando me tranquilicé del todo Poncho hizo que me separase un poco de él y acarició mi mejilla otra vez. Me sonrió de medio lado y se acercó un poco más a mi.

— No soporto que llores, nunca lo he hecho —dijo casi en un susurro mientras colocaba un mechón detrás de mi oreja— cuéntame qué te pasa, por favor.
— Son solo cosas mías —miré al suelo y él levantó mi cabeza poniendo sus dedos en mi mentón— no importa.
— Si, si que importa, vamos cuéntame.
— Es por mi padre - pasé inconscientemente una mano detrás de su nuca— y por cosas del instituto.
— Qué cosas... Annie ¿alguien te está haciendo algo? —negué— ¿entonces?
— Nada, muchas cosas que hacer... —asintió aunque no muy convencido.
— ¿Volvemos a casa? —dijo después de un rato sin movernos

Yo asentí pero siguió en su misma posición, con sus dos manos apretando mi cintura y haciéndome algunas caricias allí.

— ¿Vamos? —pregunté yo.
— Es que hay algo que quiero hacer antes... —se empezó a acercar a mi mientras yo me echaba hacia atrás hasta que no pude más.

El teléfono comenzó a sonar y Poncho se volvió a separar. Sabía que intentaba besarme, pero no entendía el motivo, podía tener a cualquier chica. A lo mejor lo prohibido le ponía, pero yo no quería que jugase conmigo. Y si mi hermano se enteraba iba a ser peor, así que no se a qué estaba jugando Poncho, pero iba a salir perdiendo. Me levanté para contestar el teléfono. Chris iba a pedir algo para cenar y quería saber si nos apetecía algo en especial. Después de colgar Poncho se levantó del banco y caminamos, de nuevo en silencio, hasta casa.

***

Me desperté antes de que el despertador sonase. Había soñado que Poncho me besaba de verdad, y que a mi me gustaba. Cuando desperté me di cuenta de que sufriría demasiado con él. No sabía si estaba empezando a sentir cosas por él, quizás siempre las había sentido, pero nunca me había dado cuenta.

Decidí alejarme de él todo lo posible durante un tiempo, para pensar y despejar mi cabeza,  pero sabía que me iba a ser difícil, ya que pasábamos juntos, con Chris, casi las veinticuatro horas del día. Me levanté para ducharme y bajé a desayunar antes que Chris. Preparé un gran desayuno y empecé a comer todo, mi hermano bajó con cara de cansancio y se sentó junto a mi, quitándome una de las tostadas que había untado. Me quejé, pero él solo rió y le dio un gran mordisco. El claxon sonó, como todas las mañanas, y salimos de casa corriendo para llegar a su coche. Me senté en la parte de atrás y sin siquiera saludar me puse los cascos y me quedé mirando la ventana mientras sonaban canciones aleatorias en mi móvil. Cuando llegamos me bajé casi corriendo y entré en el edificio en el que se encontraba mi clase, seguramente Poncho se habría quedado con una cara de estúpido viendo como me alejaba del coche casi corriendo y agradecí que no me hubiese seguido. Eso me daría más problemas con Natalie y Belén.

— Hey Annie —dijo mi hermano cuando fuimos a sentarnos con él en el comedor— has salido corriendo esta mañana y no me ha dado tiempo a decirte que hoy no vuelvo con vosotros, tengo una entrevista de trabajo —sonrió y yo me quería morir.
— Ah, estupendo... —me miró raro— espero que tengas suerte —sonreí de lado y Poncho llegó, poniéndose a mi lado.
— ¿Ya le has dicho? —mi hermano asintió— bien, tengo que ir a un par de sitios, pero vienes conmigo.

Llegó la hora de irme con Poncho. Vi como Natalie no me quitaba ojo de encima, así que cada vez que él intentaba acercarse yo me alejaba disimuladamente. Cuando llegamos al coche me subí en el asiento de copiloto, Poncho arrancó y pusimos rumbo a una tienda de música.

Necesitaba comprar algunos CDs que habían salido hace poco, él se fue a buscarlos mientras yo me perdía en los discos que veía de todos los grupos posibles. De un momento a otro pasé a la zona de instrumentos, y automáticamente me enamoré de una guitarra preciosa. Me encantaba tocar la guitarra, pero la tuve que vender para poder pagar los libros, ya que nuestro padre ese año se negó a pagárnoslos.

A tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora