EPILOGO

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2 años después...

Miguel y Mía correteaban por el pequeño jardín con los hijos de Maite y Dulce mientras Poncho preparaba un rico asado junto con mi hermano y Ucker y nosotras charlábamos sonriente en el salón. Habían cambiado muchas cosas en estos años, Poncho era ahora jefe de la empresa en la que hacía años había empezado a trabajar, eso quería decir que podía pasar más tiempo en casa, pero de vez en cuando tenía que hacer algún que otro viaje de unos días o semanas. Maite y Chris se casaron, al igual que nosotros y que Dulce y Ucker, y ambos tuvieron hijos, lo cual me hacía muy feliz, así mis hijos tendrían primos de su misma edad para poder jugar y salir. Y bueno, yo dejé mi trabajo para dedicarme a lo que me gusta de verdad. Abrí una academia de baile después de tener a Miguel, es pequeña pero tengo bastantes alumnos, y estoy pensando en ampliarla. Maite me ayuda, y también damos clases de canto. Además cuando viene Dulce aprovechamos para ver pequeños cursillos de interpretación con todo lo que aprende Dulce en Nueva York.

— Mamá —vino Miguel como un niño bueno— Mía me ha hecho pupa... —se quejó rascándose la cabeza.
— Oh mi amor, habrá sido sin querer —asintió.
— Estábamos jugando a correr y nos caímos.
— Ves, no pasa nada —acaricié su mejilla— ve a jugar mi amor.

Miguel desapareció corriendo tan pronto como había venido y nosotras seguimos hablando animadamente.

— Bueno, ¿nos lo vas a contar? —soltó Dulce de repente.
— ¿El qué? —dije sin entender.
— Que estás embarazada —comentó con naturalidad y yo abrí mucho los ojos.
— Que... —comencé.
— Oh vamos, no nos lo ocultes. Nunca rechazas el vino que traigo y hoy ni te lo has pensado —me mordí los labios.
—Es cierto —fueron a gritar pero las frené— quietas, Poncho aún no sabe nada —las miré atenta.
— ¿Qué? ¿Por qué no? —dijo Maite sin entender.
— Quería darle una sorpresa... Además de juntarnos porque habéis venido —comenté mirando a Dulce que acababa de venir de Nueva York— quería que todos estuviésemos para comentarlo.
— ¿De cuanto estás? Ves como no se me escapa ninguna... —sonrió victoriosa.
— Casi de tres meses —miré al suelo— quería que fuese seguro 100%.
— Ay que gran ilusión —comentó mi cuñada— te voy a tener que poner las pilas —rió mirando a Dulce que solo tenía uno.
— Quien te dice que quiero tener más.
— Tu misma hace unos meses —dije riendo.
— Callaos —nos sacó la lengua.

La mesa ya estaba preparada, la comida al punto y todos muy hambrientos. Comimos entre risas y anécdotas, Dulce y Maite me miraban con los ojos bien abiertos, esperando expectantes el momento de la gran sorpresa y eso Poncho lo debió de notar.

— Chicas, ¿os pasa algo? Lleváis toda la comida mirando a Annie fijamente sonrientes y con los ojos fuera de las orbitas —dijo riendo.
— Ah no, no —empezó Dulce— a nosotras no nos pasa nada —le sonrió— pero creo que Annie quiere contar algo —todas las miradas se pusieron en mi y yo me puse roja como un tomate.
— Eh... —no me salían las palabras.
— ¿Pasa algo? ¿Estás bien? Te dije que teníamos que ir al médico.
— ¿Médico? —dijo mi hermano asustado— ¿estás enferma? ¿Qué pasa?
— Nada, solo se lleva mareando varios días. Pero se niega a ir al médico —Dulce y Maite empezaron a reír.
— Chicas, no os riáis —dijo Ucker— puede ser serio.
— Claro que es serio —dijo Maite aún riendo— vamos, suéltalo.
— Estoy embarazada —dije sin ningún rodeo— es eso, estoy de tres meses y bueno, era una sorpresa, pero estás dos se han enterado y no han parado hasta ahora —empecé a reír.

Miré a Poncho que se había quedado petrificado, al igual que todos ellos, menos Maite y Dulce, las dos aplaudían y celebraban mientras que los niños se lanzaban a abrazarme fuerte. Por fin Ucker reaccionó, golpeando la espalda de no hermano y de Poncho, dándoles la enhorabuena. Poncho agitó su cabeza, sonrió y se levantó acercándose a mi. Me abrazó fuerte escondiendo su cabeza en mi cuello y allí me besó dulcemente antes de susurrarme un "te amo" al oído.

*HAY SEGUNDA PARTE*

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