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— Annie ¿estás lista? ¡Poncho vendrá en 5 minutos!
— Ya voy —me miré en el espejo para retocarme una última vez, me coloqué un poco más el pelo y comprobé haber tapado todos los moratones que mi padre me dejó el día anterior, cuando le dijimos que iríamos a una fiesta.
— Vamos Annie, Poncho ya está fuera.
— Bajo —dije mientras corría por las escaleras.
— Ah, no, tú así no vas —dijo al ver mi vestido.
— Seguro, mira como voy —empecé a caminar hacia la puerta mientras mi hermano me mataba con la mirada.
— Anahí Puente sube a cambiarte.
— No —negué y miré por la ventana— además Poncho nos está esperando, tardaría horas en cambiarme de nuevo.

Chris volteó los ojos y suspiró, negó con la cabeza y me puso su chaqueta por encima. Ya estábamos en pleno invierno, y en unas semanas nos darían las vacaciones de Navidad. Abrí la puerta del coche y me metí en la parte trasera intentando que no se me subiera mucho el vestido. Poncho me sonrió de lado y no dijo nada, sabia que a él le había gustado. Cuando llegamos a la fiesta busqué a mis amigas y me junté con ellas mientras bailaban en mitad del salón. Víctor estaba con Dulce, se habían vuelto inseparables y después de un rato mi hermano apareció para llevarse a Maite con él. Fui a por algo de beber, ya que prácticamente me había quedado sola y cuando giré me encontré con Poncho, siempre aparecía en el momento menos esperado.

— Me has asustado —dije cerca de su oído, ya que la música estaba alta.
— Perdón —sonrió de lado— tampoco soy tan feo.
— No, es verdad —reí yo— pero no te esperaba.
— ¿Bailas? —dijo extendiendo su mano para que se la agarrase.

Fuimos de vuelta al salón, donde más alta estaba la música, y comenzamos a bailar. La música incitaba a moverse pegado a otra persona, y parece que Poncho pensó lo mismo. Colocó su mano en mi espalda y me empujó para que quedase pegado a él, mientras que la otra jugaba en mi brazo haciendo leves cosquillas que hacían que mi piel se erizase. Mi cuerpo respondía a los movimientos del suyo, los dos nos movíamos con el mismo ritmo y sentía su respiración agitada en mi cuello, donde dejó un beso que me descolocó. Mi mano se encontraba en su nuca y la otra en su espalda, acariciándole mientras nos movíamos.

Los dos habíamos bebido, de un momento a otro todo a mi alrededor desapareció, solo existiamos Poncho y yo. Choqué contra una pared, pero no dejaba de moverme pegada a él, me encantaba sentir su cuerpo contra el mío. Sonrió de lado y volvió a besar mi cuello, esta vez más seguido, dejando algún que otro mordisco.

— Poncho, está mi hermano —dije con la voz entrecortada, aunque no quería que parase— Poncho... —lo aparté y lo miré a los ojos.
— Ven conmigo —agarró mi mano y subimos las escaleras.
— ¿Dónde vamos? —pregunté.
— Shhhh —se giró y puso su dedo en mi boca para callarme— donde no nos pueda ver tu hermano.

Entramos en una de las habitaciones y se aseguró de que nadie estuviese dentro y que nadie nos hubiese visto. Se giró para mirarme y yo me reí por lo que estábamos haciendo. Se acercó a mi de nuevo y colocó su mano otra vez en mi espalda, pero algo más abajo que la otra vez. Puse mis manos en su cuello y las subí para jugar con su pelo. Estábamos muy cerca, demasiado. Sentía su respiración chocar con la mía y su cuerpo pegado al mío. Fui caminando hacia atrás mientras él me dirigía a la cama. Caímos los dos en ella y volvimos a reír, esto era una locura.

— ¿Así es cómo ligas? —pregunté aún riéndome mientras seguíamos en la misma posición.
— No... No especialmente...
— ¿Cómo lo haces?
— ¿Quieres saber? —asentí— las invito a salir, les digo lo guapas que están —colocó un mechón detrás de mi oreja y después acarició mi mejilla hasta llegar a mi cuello— les digo algunas cosas graciosas y poco a poco me voy acercando, hasta que nos besamos y bueno, eso.
— ¿Y te funciona? —él asintió y yo comencé a reír fuerte— son estúpidas.
— Eran para pasar el rato... No quería nada serio... —volví a reír— y tú lista, ¿cómo ligas?
— Yo no se ligar —sonreí.
— Si que sabes. Va, yo te lo he contado —rodeé los ojos.
— Las chicas no somos así... Nos reímos de algunas cosas que decís, os hacemos alguna caricia tonta, pestañeamos mucho y aunque no entiendo porqué, os gusta... —dije mientras paseaba mi mano por su brazo derecho— y por lo general, os lanzáis —sonreí victoriosa.
— Mmmm —se quedó pensativo— el otro día me dijiste algo —me miró fijamente haciéndome temblar entera— quiero comprobar algo...
— Eh... El... El qué te dije... —pregunté nerviosa por lo cerca que estaba.
— Shhhh —volvió a hacerme callar, acariciando mis labios con su dedo y dejó su cara a milímetros de la mía, haciendo otra vez chocar nuestras respiraciones agitadas.

A tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora