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Casi me rompe el brazo. Me pusieron una escayola y Poncho me acompañó hasta casa. Ya era tarde, así que todos estarían dormidos. Poncho trepó hasta mi ventana y abrió la puerta de mi habitación mientras yo entraba por la puerta principal. Los dos entramos en mi habitación y yo volví a cerrar la puerta.

— Deberías decírselo a tu hermano —susurró sentado en la cama— casi te rompe el brazo... Además el yeso no lo puedes disimular.
— Si, pero es tarde.
— Mañana será peor... Mándale un mensaje y di que venga a tu habitación.
— ¿Y tú? —pregunté mientras escribía a mi hermano.
— Me escondo, tranquila. Además, esta noche no te pienso dejar sola... Y puede que en un tiempo duerma aquí contigo.

Negué con la cabeza mientras me mordía el labio inferior y mandé el mensaje a mi hermano. Poncho se metió bajo la cama para esconderse y cuando la puerta sonó me levanté a abrir dejando pasar a mi hermano. Él me miró el brazo y abrió mucho los ojos, sorprendido de no haberle dicho nada. Se sentó en la cama y le conté lo que había pasado. Él no lo podía creer, y no dejaba de negar con la cabeza y susurrar algún que otro "lo voy a matar, juro que lo mato". Después de hablar otro rato con él sobre otros temas se fue a su habitación y yo volví a cerrar la puerta con seguro. Mientras notaba a Poncho salir de debajo de la cama.

— ¿Contento? —susurré mientras me acercaba a él y él solo asentía satisfecho.
— Era lo mejor, gatita. Ahora tiene tiempo para pensar sin distraerse en clase, tiene tiempo para procesarlo...
— Lo sé... Solo quiero que todo esto se acabe... Cuando mi madre vivía era todo mejor... Ojalá volviese a ese momento...
— No estaríamos saliendo —dijo cabizbajo.
— No quería decir eso —le di un pequeño beso— te quiero, y creo que siempre lo he hecho pero me intentaba autoconvencer de lo contrario. Quería pensar que te odiaba... Y, de verdad, me alegro mucho de estar contigo —abrazó mi cintura mientras yo pasaba con cuidado mis manos por su cabeza.
— ¿En serio? —asentí y sonrió apoyando su frente en la mía— te quiero.
— Yo a ti también —sonreímos y Poncho acabó con la distancia que había entre nuestros labios comenzando un beso dulce y suave.

Caímos en la cama sin parar de besarnos. Él quedó encima de mí y después de unos cuantos besos metió la mano bajo mi camiseta, me asusté y él lo notó, puesto que frenó el beso y se separó un poco.

— Perdón... —se levantó de la cama— yo... He sido muy rápido... No estás preparada, lo entiendo... Perdóname... Vamos a dormir... —asentí sonriéndole un poco y me levanté de la cama para abrirla.
— ¿Me abrazas? —dije una vez dentro de la cama, colocando mi brazo estratégicamente para no aplastarlo o sentir dolor.

***

El despertador sonó un poco antes de lo normal. Lo había adelantado para que Poncho pudiese salir de casa y volver a la suya para cambiarse. Aunque no vivíamos tan lejos, se tardaba cinco minutos en coche. Poncho me abrazaba por la cintura con fuerza mientras estaba profundamente dormido. Sacudí su cuerpo con toda la fuerza que pude y después de un rato conseguí despertarlo.

— ¿Qué tal has dormido? —preguntó frotándose los ojos.
— Bien. Me dolía un poco en brazo... Pero era soportable.
— Bien, en una hora vuelvo —me dio un beso y se dirigió a la ventana— yo he dormido muy bien - sonreí como tonta y él bajó por la ventana.

Me di una ducha como pude, la verdad es que ducharse con una bolsa de plástico cubriendo la escayola no facilitaba el baño. Me vestí, bajé y desayuné corriendo ya que había tardado más en arreglarme y no me daba tiempo. Mi hermano me miraba con pena y cuando llegamos al coche me abrió la puerta, cuando entré la cerró y se montó en el sitio del copiloto después.

A tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora