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- Que con quién coño hablabas - volvió a repetir cuando no le contesté.
- Con nadie - dije a la defensiva - ¿me vas a controlar también las llamadas?
- Para nada - soltó él - no soy así y lo sabes... Solo te he visto sonreír y jugar con el pelo, cosa que hacías cuando hablábamos por teléfono y te veía a lo lejos...
- Bobadas - dije no dándole importancia - son cosas mías. Me voy a probar un par de vestidos más y nos vamos a casa, estoy cansada y hoy no voy a encontrar nada.

Efectivamente no encontré nada para la graduación, así que dije a Poncho que me quería ir a casa y después de despedirnos de Maite, Chris y Dulce, que acababa de llegar, nos fuimos a casa. Comí un poco del primer plato y recogí mis cosas dejando a los demás en la mesa.

- Me voy a echar un rato, la verdad es que no me encuentro muy bien - dije desde la puerta del salón en el que Fernando, Isabel y Poncho me miraban sin entender.
- ¿Quieres una manzanilla cariño? - me preguntó Isabel.
- No tranquila, estoy segura que después de echarme se me habrá pasado.

Asintió sonriendo tímidamente y di media vuelta sobre mis talones para dirigirme a las escaleras. Subí a la habitación y me miré en el espejo de cuerpo entero que habíamos comprado hace poco. Me levanté la camiseta y metí tripa, tanta como pude. Me veía gorda, pero no podía estarlo, usaba una talla casi de niña, me tumbé en la cama y cerrando los ojos recordé las comparaciones de Raúl. Sonreí nostálgica y poco a poco los párpados me pesaban cada vez más y más.

- Annie - susurró Poncho - gatita despierta - me zarandeó un poco - mi madre ha insistido con la manzanilla y dice que cuanto más caliente te la tomes mejor.
- Mmm - dije yo mirándole con los ojos achinados - pero no me apetece...
- Tómatela por favor. Luego podemos dormir la siesta abrazados - acarició mi mano dulcemente.
- Está bien... Tráela - agarré la manzanilla después de colocarme en la cama y me la bebí casi de un trago - toma, baja la taza por  fa.
- Hecho, ahora vuelvo, espérame.

Asentí y me volví a tumbar en la cama. Cerré los ojos y me volví a quedar dormida antes de que Poncho volviese.

- Annie. Tienes que ver esto - dijo una voz conocida - es tu vestido, hazme caso, pruébatelo y me dices.

Miré el vestido, corto por delante y más largo por detrás. La verdad es que era precioso en un verde azulado muy favorecedor. Entre en el vestuario con él y me lo probé. Realmente me quedaba bien, di miles de vueltas sobre mi misma mirando cada rincón del vestido maravillada.

- Lo es o no - dijo la voz desde fuera.
- Es perfecto Raúl - sonreí yo mientras abría la cortina del probador - ¿cómo me ves?
- Hecha una bomba - me miró de arriba a abajo - mi bomba.

Raúl me atrajo hacia él agarrándome de la cintura, me sonrió dulcemente y después me besó. Beso que yo correspondí e incluso puse más intensidad en él. Sus manos recorrían mi cadera y mi espalda mientras las mías jugaban a despeinar su pelo.

Abrí los ojos incorporándome rápidamente en la cama con la respiración acelerada. Miré a los lados y Poncho estaba tumbado dormido a mi lado. Me levanté rápidamente de ahí y fui hasta el baño corriendo, me miré al espejo y mojé mi nuca varias veces, intentando tranquilizarme. ¿Qué había sido eso? No entendía muy bien lo que había soñado, y tampoco el porqué. Seguramente el haber hablado con él hace poco y el dormirme pensando en sus comentarios graciosos para hacerme sentir mejor había tenido algo que ver. Lo único por lo que rezaba en ese momento es porque Poncho no haya sospechado nada.

***

Quería evadirme de todo lo que estaba a mi alrededor, encendí el ordenador y busqué canciones nuevas, para no estar escuchando siempre lo mismo. Pasé por todo YouTube escuchando versiones, y versiones de versiones, hasta que llegué a una letra que se me pegó completamente y no podía dejar de repetir. Era brillante, y resumía a la perfección que por muchos alti-bajos que se tuviesen el amor, si era verdadero y bueno, siempre era más fuerte. Y eso era lo que pasaba, no estábamos en nuestro mejor momento, pero yo amaba a Poncho con toda mi alma, no podía imaginarme una vida sin él, y estaba segura que a él le pasaba lo mismo conmigo. El sueño que tuve con Raúl no era nada, simplemente uno de los altibajos que sufríamos. Los celos de Poncho, las peleas, junto con mi mal humor y mi sensación de estar gorda, hicieron que imaginase cosas que podrían haber pasado si no estuviese con Poncho. Ya habían pasado unos días desde ese sueño, Poncho volvió a la universidad para hacer los últimos exámenes y mañana volvería a casa para quedarse todo el verano. Estaba emocionada, necesitaba hacerle saber que le seguía queriendo, y no se me ocurrió otra cosa que grabarme cantando la canción que llevaba prácticamente todo el día cantando. Estuve casi toda la tarde en lo que conseguí un acorde y un ritmo que le iban bien para hacer una cover. Saqué la cámara, me arreglé un poco para estar guapa y me grabé.

A tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora