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"Me sorprendo cada día que tan lejos puedo llegar, vuelvo a mis sentidos y me encuentro a mi mismo aquí"

Se sentaba todas las tardes a la misma hora, en el mismo lugar, en la misma cafetería.
Todo había sido distinto desde el primer día que lo vió entrar allí. Lo observaba desde su lugar, jugueteando con su celular para disimular. Cada vez que entraba saludaba a todos, las meseras lo conocían por su nombre y ya sabían que iba a pedir. Se sentaba durante un par de horas en la tarde a trabajar en su computadora y tomar apuntes. Jamás dirigía su mirada más allá de las chicas que lo atendían o la notebook, quizás ya estuviera con alguien. Pero el hecho de verlo entrar con esa sonrisa que iluminaba el lugar era suficiente para recargar su batería a diario.
Así fue como lo vió entrar esa tarde, su amplia sonrisa, con la mochila colgada al hombro y la notebook debajo del brazo. Llevaba un pantalón negro y un buzo de lana con muchos colores, demasiados, para su gusto, junto con el brillo que irradiaba, más los colores parecía que todo cobraba vida. Se sentó en la mesa de siempre y enseguida una de las chicas le sirvió su café, sonrió para agradecerle y se puso con lo suyo.
Yoongi lo observaba desde su rincón fingiendo que leía algo muy importante en el celular, pero en realidad solo lo miraba a él. No sabía que era lo que lo cautivaba de él, pero se sentía atraído en muchas formas. Lo vió concentrado en la computadora, mordiendo su labio inferior y jugando con el lápiz que tenía en la mano, golpeando repetidamente el block de notas.
Se recostó hacia atrás en la silla estirando todo su cuerpo, lanzando su cabello hacia atrás y dando un largo suspiro.
Fue ahí que quitó la vista de lo que hacía y lo vió. Lo vió mirándolo fijamente como un tonto, quizás tenía la boca abierta, volvió su vista al celular y fingió deslizar el dedo por la pantalla, aunque estaba bloqueado. Sintió que su cara estaba roja por completo. No podía volver a mirar. Tenía tanta vergüenza que solo dejó el dinero en la mesa y se fue, sin siquiera terminar su café.
Estuvo un par de días sin ir, pero no se contuvo y apareció nuevamente a la misma hora a sentarse en el mismo lugar.
Tomaba algunas notas en una servilleta cuando lo vió entrar, con su mochila al hombro, una remera con una carita sonriente, una camisa a cuadros un poco más gruesa y un pañuelo al cuello. Creyó contener la respiración al verlo entrar y luego de saludar, dirigió su mirada directo a la mesa donde estaba Yoongi sentado. Siguió en lo que estaba con su servilleta pero esta vez rayandola sin sentido. Sintió su presencia a su lado, y su corazón se aceleró demasiado.

- Hola - esa sonrisa, sus hoyuelos marcados - ¿puedo sentarme?

Yoongi asintió sin lograr que una puta palabra saliera de su boca. El recién llegado colocó su mochila en el suelo y saludo a la chica que le entregó su café.

- ¿Como estas hoy Hobi? - preguntó la mesera, coqueteándole descaradamente.

- Bien Sunnie, gracias. ¿Y tú?

- No me puedo quejar - ella pestañeó repetidas veces.

Y si, Yoongi no la culpó, ojalá el pudiera usar sus encantos de esa forma.

Hobi sacó su block de notas pero no abrió la notebook.

- Siento invadirte - se disculpó - pero mi mesa esta ocupada - sonrió.

- Auch - dijo repentinamente Yoongi sin saber de donde había salido todo aquello que salió de su boca después - fingiré que eso no me dolió.

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