—¡Gemelos, necesito unos gemelos!
—Claro, eso hará la gran diferencia. —se burló Sebastian.
Ignorandolo fui de prisa al establo y preparé mi caballo para una pequeña visita a Green Gables.
Luego de haberlo amarrado me abrí paso hasta la entrada de la cocina, la principal era demasiado formal para unos gemelos.
Estando parado en el porche de la casita, pude divisar a través de la puerta a cierta pelirroja haciendo de las suyas en la cocina. Y sin poder evitarlo mi mente viajó a todas esas noches en las que tan solo me sentí luego de la muerte de mi padre, noches en donde solo podía imaginar lo que sería poder un día entrar a la casa y encontrar a mi esposa preparando el té para nosotros y por supuesto, no me pasaría nada por ayudarla, o hacer luego yo la cena; a mí esos detalles no me pesaban. Sin embargo, ahora debo admitir que no imaginé a una esposa cualquiera, la imaginé a ella y no podía saberlo hasta hoy que la encuentro tan cerca, pero a la vez tan lejos de mí.
Embelesado por mis fantasías, no me di cuenta de que aquel chico que trabajaba en Green Gables desde hacía años ya, me miraba dubitativo. Jerry, nuevamente no podía comprender mi falta de acción. Esta era la segunda vez que me atrapaba mirando a Anne sin razón mi acción.
Y entonces tuve que privarme del hecho de admirar su belleza, me vi obligado a tocar levemente la puerta para entreabrirla al instante. —a ese nivel de confianza estábamos ya entre ambas familias.—
Anne posó sus maravillosos ojos azules sobre mí y pude notar un leve color rosa invadir sus mejillas. Yo le sonreí y ella me devolvió el gesto, no sin antes limpiarse la cara con su antebrazo. Y entonces me di cuenta, no lo había notado hasta ese momento Anne, mi Anne estaba llorando.
Como hubiese deseado tomarla entre mis brazos con fuerza y hacerle saber que nada que pudiese perturbarla podría ser más fuerte que ella —y no hubiese sido una frase optimista y nada más, su temperamento de pelirroja hablaba por sí sólo.—
Sabiendo bien, que no era lo correcto darle vida a mis deseos para con ella... Pregunté por aquello que me había traído hasta aquí... En su mayoría. —Vine a ver si Matthew no podría prestarme unos gemelos.
—¿Gemelos? —repitió Anne algo sorprendida. Asentí. —¿Una... Una ocasión especial?
—A-algo así. —respondí tímidamente. Y entonces ya no pude evitarlo más. Inspeccioné su hermoso y delicado rostro desvergonzadamente, acto seguido de adentrarme en la cocina por completo. —¿Estás... Picando cebolla? —pregunté arqueado una ceja.
Algo en mí me decía que a ella le gustaba ese gesto mío.
Su sonrojo fue entonces más evidente y limpió con mucho más esmero su rostro.
—Debo admitir que he derramado un par de lágrimas hoy, pero realmente es la gripe. —dijo en un intento por parecer divertida.
A mí la verdad, más que gracia, me dió fue acelerones al corazón.
Yo jamás entendería porque si lo sabía, porque si todo mi cuerpo me lo gritaba con señales incluidas, yo seguía tan empeñado a no confesarlo en voz alta. Bueno... Anne podía ser muy dura conmigo algunas veces, tengo que admitir que algo en mi interior le tiene mucho respeto... Miedo, le tiene miedo.Sin darme cuenta ya estaba invadiendo su espacio personal. —¿Está... Todo bien?
Ella me miró durante unos segundos que a mí me parecieron años, los mejores años de mi vida. Y entonces se dio la vuelta y siguió concentrada en la cocina.
—Está todo maravillosamente bien, ¿Por qué no lo estaría? Oh Gilbert, la vida es demasiado espléndida como para una no poder estar completamente contenta. El mundo tiene tanto que ofrecernos hoy, ¿No crees? Siempre tiene mucho para ofrecer, a veces no sabemos apreciar aquellos detalles de la vida, pero estoy segura que son las razones exactas por las que la gente está triste. Sería muy egoísta de mi parte estar triste, sobre todo en esta estación del año, sin importar cuantas razones tenga para estarlo.
Cualquier persona podría quedar aturdida con uno de los típicos discursos de Anne Shirley Cuthbert, pero yo, oh yo realmente disfruto de cada una de las palabras salidas de esos preciosos labios rosados que me impulsan a ya no querer conformarme solo con mirar.
Sin poder evitarlo, mi mirada viajó por su cuerpo, de arriba a abajo; inspeccionando cada rincón en cuestión de dos segundos. Ella nunca iba a admitirlo y yo tenía el suficiente decoro para no expresarlo en voz alta, pero sabía que mi mirada la ponía ¿tensa?... De algún modo, algo se removía en su interior. No es la primera vez que la miro de esta forma, he tenido muchas oportunidades para examinar su reacción.
—¿Entonces por qué han sido las lágrimas?
—¡De alegría! Estoy tan contenta que temo arruinarlo todo, como de costumbre. Oh, creo que nada sería peor que arruinar esto, quedaría sumida en la desesperación.
Sonreí y me acerqué a ella. —¿Puedo ayudarte en algo? Espera... ¿Es esa una de las recetas de...? —suspiré sin poder evitarlo.
Anne me miró a los ojos transmitiendome nuevamente aquel sentimiento de "todo estará bien, estoy contigo", esta vez no hubo abrazo, una lastima.
Posó su mano sobre mi antebrazo que reposaba sobre la mesa y dio un pequeño apretón.
—Es la receta de Mary, espero poder estar a la altura. —la preocupación en su voz fue tan evidente como la tristeza en la mía hace unos segundos.
Ella seguía aferrada a mí y yo con mi mano libre, apreté la suya, obteniendo un pequeño respingo de su parte. Eso solo me hizo sonreír más de lo que un hombre casi comprometido debería.
Sus ojos se encontraron con los míos obligándome a entrar en una especie de trance, nada nuevo entre nosotros.
—Tu nariz... Está roja. —sonreí.
—No más que mi cabello. —dijo ella acompañada de su encantadora risa.
Es aquí cuando me cuestiono que es lo que estoy haciendo con mi vida, es aquí cuando me olvido de que existe Winifred y de que está esperando por mí.
—Siempre me ha encantado el rojo, desde el primer momento en que le conocí.
Y en ese momento la puerta se abrió dejando ver a Matthew Cuthbert con... ¿Con un rábano gigante? Vaya...
En ese instante Anne apartó sus manos de mí y me miró con cierto recelo.
—Gilbert necesita gemelos. —dijo rápidamente seguido de salir casi corriendo escaleras arriba.
Cuando ella hace este tipo de cosas, es cuando no lo entiendo y me doy cuenta de que si no puedo comprenderlo es porque no pasa lo que quisiera que pasase, Anne solo me ve como amigo al final del día, sin importar cuantos momentos íntimos compartamos. Es como ha sido siempre, sin importar las circunstancias, el lugar, ni las personas, ella siempre termina alejándose y yo termino recordando que ella no es para mí.
—¿Qué...? —intentó preguntar Matthew, pero fue exitosamente interrumpido por mi mismo.
—¡Es el rábano más grande que haya visto!
Minutos más tarde ya me encontraba desatando a mi caballo, listo para irme sin mirar atrás, pero un ruido me hizo mirar hacia arriba y encontrarla a ella mirándome desde la ventana, no fue el impulso que necesitaba para irme de aquí y olvidarla.
Sacudí mi mano en forma de despedida mientras sonreía y ella correspondió al gesto.
Bueno... Winifred espera.
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Anne With An E.
FanfictionOne-shots sobre Anne y Gilbert, basándome en escenas de la serie de CBC y Netflix, Anne With An E y los libros de Anne of Green Gables (Ana de las Tejas Verdes) de Lucy Maud Montgomery Los personajes que aparecen en esta historia no son de mi perte...