La Pérdida De Joy 2/4

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—¿Winifred? —pregunté sorprendido.

—¡Delphine! —exclamó la pequeña.

—¿Intentarás servir el té está vez? —bromeó Winifred cuando ya estamos sentados en una pequeña cafetería.

—No claro que no.—reí.

—Bien, podemos hacerlo al revés en esta ocasión. Después de todo, esta vez no se trata de una cita. —recitó con cierta melancolía...

—¿Cómo has estado, Winifred? —pregunté decidiendo que lo mejor sería cambiar el rumbo de la conversación.

—Muy bien, doctor Blythe. ¿Cómo está usted?

Sonreí. —Bien.

—¿Por qué nadie me pregunta cómo estoy? —inquirió la pequeña Delphine, a quién no le bastaban los pastelillos de chocolate para permanecer aislada y en silencio.

Winifred sonrío abiertamente. —¿Cómo estás pequeña?

—¡Mal!

—¡Oh, vaya desgracia! ¿Qué puede estar perturbando tu feliz vida, Delphine?

—¡La Tía Anne! Ella está muy enferma y el tío Gilbert está muy triste.

Bueno, al menos nunca tendría ganas de pellizcar a mi pequeña Joy por hablar de más.

Winifred me vio horrorizada. —¿Qué está pasando?

No tuve más remedio que hacer un breve resumen. No estoy seguro de si a Anne le guste esta escena del libro.

Winifred quién había estado escuchando con atención la historia, se sentía muy culpable pues, su primer pensamiento al respecto fue "ahí tienes por escoger a una niña como esposa". Ella realmente lamentaba mucho la situación y en su corazón brillaba el deseo de que todo pudiera mejorar para los Blythe, aunque puede que el dolor de haber perdido a su casi prometido siguiera demasiado vivo. Sin embargo, nunca tuvo malas intenciones para con ellos, no las tendría ahora tampoco.

—¿Sabes? Podría hablar con ella... No sé porque siento que podría escucharme.

¡Y sí que lo sabía! Su plan fue armado en cuestión de dos minutos y creía firmemente en su éxito. Conocía poco a Anne, pero lo suficiente como para saber por dónde había que atacarla. Además, Anne Shirl... ¡Blythe! Anne Blythe... En fin, esa chica era un libro abierto.

—¡Ah, no lo sé! Anne no escucha a nadie, hasta el punto en que ya no hay alguien que intente hacerla entrar en razón. Estoy cansado Winifred, Anne no quiere ser salvada y no hay manera de luchar contra eso.

—Debes estar destrozado... —comentó ella con tristeza.

—¿Y cómo no estarlo? Tal vez decirte esto a ti, no sea precisamente lo más ético, pero amo profundamente a esa mujer.

Y no, ¡No lo era! Era más bien muy insensible y hasta mezquino. ¿Pero cómo podía recriminarselo ella?

—En fin, si sientes la necesidad de hablar con ella y crees poder hacer algo, adelante. Aunque no sé si ahora sea el momento indicado.

Ella no respondió y de pronto ya estabamos entrando a la casa. Durante el camino Winifred investigó sobre lo que podría encontrarse en esa casa.

Para ser más específico, quiso saber más sobre Roy Garnerd.

—Si llegué a enterarme de que Anne estaba siendo cortejada por un chico de la ciudad que conoció durante La Feria del Condado. Mas, no me enteré de mucho más.

—Realmente solo fueron amigos. Claro, que Roy pretendía a Anne y aunque acabe con mi ego admitirlo, Anne no le era nada indiferente.

—¿Y qué pasó?

—Que Anne entendió que no podía seguir engañandose. No podía tener la osadía de casarse con alguien a quien no amaba.

—Entonces decidió decirle la verdad al chico por su propio bien. Son bastante caritativos ustedes dos, aunque el hecho de asincerarse a últimos momentos los hace más que todo ¡Unos desgraciados!

—¡Señorita Rose! —le reprendí con diversión.

Ella rió. —Supongo que me he encariñado un poco con el libertinaje de París. Se la pasa muy bien allí cuando una es soltera.

(...)

—Anne, creo que no es el final que merece la historia. Es todo...

—Gracias por haberte molestado en venir a verme Roy, sobre todo después de lo que te hice. Lo siento muchísimo.

—Es tregua, no sufras más por eso. Además, estoy felizmente casado ahora, es solo que... Sigues siendo muy importante. Tenía que venir.

Anne sonrió, sin saber que por la puerta estaba a nada de entrar la tormenta. Su tormento, mejor dicho.

—Fuimos buenos amigos, ¿No?

—Lo fuimos y lo seguiremos siendo, siempre que a tu esposo le parezca bien, claro.

Dos toques en la puerta seguidamente de una cabellera rubia asomándose.

Gilbert entró tras Winifred siendo seguido por la pequeña Delphine quien solía pegarse a Gilbert como chicle todo el tiempo. Cuando era solo una bebé parecía estar enamorada de su tío... ¿Podría alguna vez la pequeña Joy enamorarse de su padre? No, no sería posible.

Anne y Gilbert se dijeron lo necesario con un par de miradas. Él asintió e invitó a Roy a pasar a la biblioteca para discutir sobre algo que Anne jamás sabría con exactitud.

Winifred tomó asiento frente a Anne en la cama, suspiró y puso en marcha su plan.

Mientras tanto, en la biblioteca, se encontraban encerrados Gilbert y Roy. De pronto todos los presentes en la casa comenzaron a preocuparse por la salud mental de la joven pareja de casados.

—Entonces... —comenzó un poco incomodo el ex de su esposa.

¡En las cosas que uno terminaba por Anne!

—Me intriga un poco la relevancia de mi esposa en tu vida. Tengo entendido que estabas fuera del país y que has dejado a uno de tus hijos enfermo del estómago. –probé.

Él río levemente. —Sé lo que piensa: "El ex de mi esposa intenta cotejarla nuevamente". No doctor, esos vanos intentos quedaron en el pasado, yo estoy felizmente casado y ella también. Y sí, mi hijo está levemente enfermo, pero no está muriendo... Anne es una vieja amiga a la que aprecio mucho, ¡Una que está agonizando! ¿Podría dejar de venir a verla?

—Supongo que no.

El ya no tan joven chico de la mirada triste suspiró. —Es hora, querido doctor Blythe, de que usted sepa la historia tal y como es. No más especulaciones, no más viejos chismes de pueblo.

—La conozco. —afirmé con confianza.

—Conoce la versión de Anne, pero doctor, ¿Se puede confiar totalmente en las cosas que dice esa mujer? Ambos sabemos que sus historias románticas pueden divariar un poco. Además, estoy seguro de que Anne ha hecho lo posible por rescatar mi honor en esa historia.

Claro, ahora resulta que mi esposa no me cuenta las cosas como son. Normalmente podría excusarla —como lo he hecho desde que la conozco. Y lo he hecho de corazón— pero estos días no estoy siendo yo mismo.

—¿Me permite iniciar?

—Salta el comienzo. No tengo buenos recuerdos de La Feria del Condado... —admití recordando los relatos de Anne respecto a cómo se sintió ese día por mi causa.

—No hay problema, porque la historia no comienza exactamente ahí...

Y por un momento olvidé que mi esposa moribunda estaba encerrada en una habitación con la mujer que colaboró bastante para que yo rompiera su corazón una vez.

Anne With An E.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora