Capítulo 21: "Flores marchitas"

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"Son esos momentos que terminan, el inicio de la separación,

empiezan con desarmarnos. Aferrarte a tu corazón.

Hazme un favor, ¡rómpeme la nariz!

Hazme un favor, ¡dime que me vaya!"

Do me a Favor, Arctic Monkeys

Armó rápidamente una mochila con ropa y salió, sabía que su casa estaría desierta y Ben no quería estar allí ni un segundo más de lo necesario.

Charo se removía inquieta en la vereda frente a la casa; no le gustaba la idea de que su familia hubiera desaparecido, le daba una sensación de soledad incomoda. Prefería mil veces que su padre la castigue con no poder salir por tener malas notas en el colegio, que llegar a casa y encontrar todo vacío. Prefería a sus hermanos molestando, peleando y gritando que el silencio que reinaba en su casa. Ben caminó junto a ella hasta su casa mientras luchaba contra el hecho de aceptar que no habría nadie al entrar. Haberle pedido que la acompañara tampoco había sido el mejor remedio, no le aliviaba la situación.

Al final, sabía que él quería volver lo más rápido posible al colegio donde Jo estaba sola y que ella tenía que juntarse con las chicas en la esquina del café del centro para dividirse y sondear la zona. Finalmente, estaría con él solo unos minutos, mientras se debatía sobre entrar a su casa abandonada sabiendo que él no quería estar allí.

Tomó aire. En cuanto abrió la reja de entrada supo que su madre, que solía estar en ese horario preparando el desayuno para todos, no estaría dentro. Tragó con fuerza y giró el manojo de llaves abriendo el picaporte. Largó un resoplido. La cocina estaba totalmente revuelta.

— Fue ayer a la noche – murmuró Charo.

Ben miró por encima de ella, la cocina estaba repleta de utensilios y ollas sucias con restos de comida. Charo giró a la izquierda pasando la cocina y se encontró con una mesa servida en el comedor. Había seis platos en ella, cinco medio vacíos de comida con los cubiertos sobre ellos. Ella ahogó unas lágrimas al ver su lugar preparado; la comida intacta, los cubiertos prolijos al costado del plato. La habían contado para la cena y ni siquiera se había preocupado por llamarlos. Seguro su padre estaba muy enfadado y la iba a castigar con meses sin poder salir, más unas vacaciones tortuosas encerrada estudiando. Se sorbió la nariz y Ben puso una mano en su hombro.

— Tranquila Charo, seguramente no se dieron cuenta – la calmó – para ellos fue como seguir cenando.

— Es que – musitó con voz ahogada – ni siquiera pude explicarles...

Charo no quería pero no pudo contenerse, se giró sobre sí misma, abrazó a Ben y se largó a llorar. Él le dio unas palmaditas incómodas en la espalda.

— Perdón – sollozó ella – Últimamente eres el pañuelo del pueblo.

Lo escuchó liberar unas risitas ante el comentario.

— Vamos – dijo enderezándola – Ve a buscar ropa y yo limpio esto. ¿Quieres?

Se secó las lágrimas con el dorso de la mano asintiendo. Rápidamente fue al piso superior sin detenerse a mirar los alrededores, no quería volver a sentir el agujero que le provocaría ver algún detalle. Bajó al cabo de quince minutos cargando una mochila, de repente una idea se le vino a la mente. Tomó un papel y una birome de la mesa ratona y escribió una nota para sus padres. Luego cerró los ojos mientras la tomaba entre manos y se concentró. Cuando volvió a abrirlos, la nota ya no estaba allí. Una vez fuera, Charo le tendió la mochila a Ben.

Lucero (Lucero Saga 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora