Fourth Day III

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La familia no siempre es perfecta, no siempre es como todos los exteriores creen que es, pero como todo es estereotipos se resignaban a dar la cara feliz y perfecta que todos creían y querían que fueran. Pero siempre en toda familia que se esconde detrás de una máscara aparentando ser perfecta siempre estará ese miembro que sobre salga haciendo notar esa realidad hacia los demás, con amigos y amigas a las que les contaba toda la desgracia que le pasaba día a día.

En este caso no, nadie sobre salía, nadie hablaba, todos se guardaban todo entre ellos, solo entre familia, al exterior no le importaba una mierda lo que ellos fueran, lo que ellos se dijeran, lo que ellos hicieran, lo que a ellos les pasara.

La locura, ¿qué era la locura? Podría ser algo bueno así como podría ser malo, eso dependía de la persona que lo poseyera, pero el tomar la definición locura y llevarla al extremo era más de lo que alguna vez pensó. Pero ¿a quién engañaba? No te arrepentía de nada, su sonrisa deslumbraba cuando cuando sabía que pasaría la mayor parte de su vida en prisión, aún cuando sabía que después de que los presos supieran de lo que había hecho no se le acercarían, no se arrepentía de nada, de ningún acto después de la muerte.

Porqué de alguna forma, se lo merecía.





[Atención, a partir de este punto la historia sobre el delito cometido por Yoongi es un tanto morboso, eso depende de cada persona.]



La gran casa de los dueños e hijos Min siempre permanecía silenciosa, eran pocas las veces que había una discusión, pero aunque el silencio pudiese significar tranquilizadad y paz para cualquiera, realmente en esa casa era lo contrario, pues detrás de las puertas, de las habitaciones, se escondía algo enfermo, algo que ninguno estaba dispuesto a detener y de lo cual ninguno se daba cuenta en lo que desembocaria. Durante los años las acciones y fetiches se hacían más frecuentes y más agresivos, los menores de la familia Min eran tratados de una forma que ninguna familia siquiera que le pasara a sus hijos, todo era tan perverso y aún peor aún era que todo había empezado a una edad tan joven, edades en las que ninguno no podría hacer mucho por sus vidas sin recibir un castigo más fuerte que el anterior, edades en las que por alguna razón se rehusaban a quedar a custodia de otros familiares.

Ambos se sentían sucios, les daba asco sus vidas más no eran capaces de hacer algo al respecto para mejorar en la vida, para terminar con su sufrimiento, no estaban conscientes de lo que podría venir, de lo que podría ocurrir, de quienes se irían de sus vidas.


Un acto que era impensable para una familia, un acto tan sagrado utilizado para el castigo, para la educación de los más jóvenes. A la edad de diecisiete y diecinueve años sin la oportunidad de salir, de tener amistades y si lo hacían era solo para ir a estudiar ¿porqué no tenían amistades? Eran raros, peligrosos ante los ojos ajenos, sus apariencias no ayudaban mucho, además de ello siempre estaba juntos uno al lado del otro, caminando por los pasillos con sus miradas siempre al frente pero levemente mirando hacia el suelo, con ojeras no tan notables si no fuera con sus par de ojos sin emoción alguna, sin decir palabra alguna.

El acto sagrado en la vida de todo ser humano era utilizado en la casa de los Min a modo de educación o al menos eso creían los ambos mayores de la residencia ¿cuál era ese acto sagrado?







-¿¡Crees que esconder tus mediocres calificaciones te salvaría se tu castigo!?.-gritaba el señor Min.

El menor de los Min se mantenía temblando, sintiendo los múltiples golpes del mayor hacia su cuerpo.

PRISON [Yoonseok]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora