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Es la risa de Gai la que hace un eco en el fondo del lugar. La ropa está tirada en el piso, el pasto se balancea debajo de la brisa de la mañana y Kakashi tiembla un poco ante la salpicadura fría de la corriente del río en contra el chapoteo de sus pies.

No tarda mucho en calentarse debajo de la luz brillante del sol, aunque, en realidad, él piensa que la mitad de ese calor se debe al frecuente vistazo al cuerpo desnudo de Gai, a su sonrisa, a su entusiasmo exuberante, a la juventud testaruda de la que siempre hacía alarde.

Sentado en la orilla del río Kakashi se permite sonreír y la telaraña enredada alrededor de su corazón se afloja un poco, el dolor de pronto derritiéndose como un pedazo de hielo sobre la piel bronceada de Gai.

Está bien. Es todo lo que Kakashi necesita saber. 

Mi querido Gai [KakaGai Day 2020!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora