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A través de las pequeñas hendiduras en la máscara Kakashi puede ver a su alrededor. Un poco solamente, los párpados le duelen, el cuerpo completo le pesa y el cuello parece arderle dolorosamente cuando intenta girar la cara a un lado, aunque apenas puede.

Lo último que recuerda es el ajetreo, la batalla, su mano brillando y hundiéndose en la carne, desgarrando, quemando, los pasos de los enemigos demasiado cerca hasta que estaban por todos lados, rodeándolo.

Es confuso luego de eso, el dolor, los golpes múltiples, la emboscada inevitable que lo ahogó y lo lanzó bruscamente contra el piso entre patadas y golpes.

Sus manos habían subido a su cabeza con la intensión de protegerse, con el reflejo instintivo de una absurda supervivencia, ridícula en su situación.

Entre los puños y los brazos, entre las cabezas oscuras de agentes de otras aldeas, Kakashi había visto un rayo de luz.

Había sucedido entonces rápidamente, un fuego extraño, azul, brillante como una estrella perdida en la mundana Tierra.

Sus ojos lo habían capturado un momento, el rugido de su voz siendo un trueno.

Por el hoyo de su máscara habla visto la escena recortada, golpes, sangre, gritos, algo ardiendo como un punto fluorescente arrasándolo todo entre el eco común de los huesos rompiéndose.

— No debiste venir — murmura Kakashi, girando lentamente hacia su derecha, donde estaba tendido Gai — No deberías estar aquí. Esta misión era un secreto, si supieran que me seguiste...

— No me importa — Gai infla el pecho, el cuerpo le duele porque ha usado aquella técnica, porque finalmente ha alcanzado la séptima puerta — No iba a dejar que vinieras solo. Era una trampa, rival.

Y Kakashi quiere decirle que no tiene sentido, que no debería seguirlo, que no debería ni siquiera saber quién era, que ahora mismo era un ANBU sin rostro, sin pasado, sin amigos, sin un rival.

Contrariamente a lo que piensa, su mano se arrastra por el suelo hasta que sus dedos tocan suavemente la mano de Gai.

Cuando este lo sostiene suavemente Kakashi lo aprieta con fuerza.

Sus dedos entrelazados se arrastran en el centro de un charco de sangre y de dolor sobre la tierra, y eso lo hacen sentir un pinchazo intenso en el centro de su pecho. Cálido, ambiguo, agridulce, contradictorio, blando y doloroso.

Debajo de la máscara, una lágrima se desliza por la mejilla de Kakashi.

Era fácil llorar cuando Gai no podía mirar.

Mi querido Gai [KakaGai Day 2020!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora