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Kakashi no puede contar con exactitud cuántas veces lo hizo. Al mirar atrás hay un hilo largo, siempre tenso, avanzando como una grieta en el piso hasta volverse extrañamente profundo y perdidizo, quebrándose en algún lado que no es capaz de señalar.

Las primeras veces sin duda ocurrieron después de que Gai era lo suficientemente fuerte como para pararse delante de Kakashi con la seguridad de protegerlo.

Él sabe que sucedió muchas veces, sin embargo, no es capaz de decirlas todas, han sido demasiadas como para realmente ponerse a contar.

Pero Kakashi lo intenta, solo un momento. Él cierra los ojos y con un suspiro profundo trata de juntar todas las piezas como si fuera un extraño rompecabezas que no parece hallar una forma final.

Eran muchas las veces las que Gai lo había ayudado a lo largo de su vida. Una a una amontonándose sobre sus palmas abiertas como pequeña tierra suelta hasta crear su propio reloj de arena. Inagotable, insondable, llano en contra de cualquier otro lugar.

Kakashi recuerda algunas veces en ese momento. Fugaces, fragmentadas, pequeñas como trozos de un roto cristal que todavía parece arderle con el filo sobre algún lugar debajo de la piel.

Kakashi piensa en su batalla contra Itachi y Kisame muchos años atrás.

Él todavía puede decir algo sobre la forma en la que Gai lo sostuvo contra su hombro fuera del agua, la forma en la que se paró delante de él a mitad del ataque de la espada sin importarle absolutamente nada más que su seguridad.

kakashi todavía puede ver la mano extendida de Gai delante de su rostro entre el gris de su recuerdo, sus dedos fuertes tirando de su cuerpo a través de las burbujas del agua, entre el azul claro, entre el miedo y la debilidad, rescatándolo como si fuera un milagro.

Su siguiente pensamiento es en el camino de regreso a casa desde la aldea de la arena. Se había quedado sin chakra, el cansancio sobre su cuerpo le impedía caminar, le impedía siquiera ponerse de pie y entre la mirada desenfocada y borrosa encontró su figura enorme y verde como un generoso y caluroso sostén.

Él lo llevó sobre su espalda todo el camino. No protestó, no se quejó, Gai sonreía mientras corrían delante de los demás. Su voz atenuada sobre su hombro le aseguraba constantemente que todo estaría bien, que todo continuaría y se recuperaría. Que lo superarían.

Kakashi aun recuerda el calor de su espalda contra su pecho, su suavidad envolviéndolo, la velocidad, las risas, el viento contra sui cabello. Y toda la preocupación se había vuelto liviana entre su abrazo hasta desaparecer. Confiaba en él.

Su mente no se arrastra demasiado lejos cuando piensa en el siguiente momento. Obito sobre el cielo, el secreto de su técnica como una luz brillante sobre la posible victoria y como su única oportunidad.

Kakashi cayó al suelo cuando activó el Kamui. No tenía fuerzas suficientes para nada y se desplomó contra las piedras, sin ser capaz de respirar normalmente, mirando apenas entre el dolor de su ojo y la sangre revuelta.

Y Gai detuvo sus pasos de inmediato cuando Kakashi se desplomó. Lo levantó, apoyándolo en su hombro, y lo abrazó cuando Obito apareció. Gai lo consoló, lo motivó. No lo soltó.

Ahora una vez más ocurre. Gai lo mira delante de él y sonríe, sonríe incluso cuando acaba de ser golpeado por un ataque de Madara, cuando acaba de recibir aquel fuerte impacto para protegerlo como si no significara nada, como si no hubiera dolido, como si verdaderamente lo hubiera valido.

— Kakashi, ¿estás bien? —Minato pregunta a un lado.

Y sobre todos los recuerdos Kakashi puede responder a esa pregunta con la misma respuesta que ha dicho en cada ocasión.

— Sí — responde Kakashi y sonríe brevemente — Gracias a Gai — murmura, mirando su espalda brillar antes de lanzarse una vez más.

Gracias a Gai. 

Mi querido Gai [KakaGai Day 2020!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora