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Solían decir que los novios no deberían mirarse antes de la boda con el traje puesto. Era mala suerte, algo extraño, supersticioso, demasiado tonto.

¿Alguna vez uno de esos hombres estuvo realmente enamorado? ¡imposible! Kakashi está seguro de que ninguno de ellos realmente lo hizo.

Resulta demasiado doloroso permanecer separados en ese momento como para creerlo.

Las habitaciones apartadas, la pequeña cortina interpuesta como un muro inquebrantable entre los dos.

Ah, como desea romper aquella tela con sus uñas y meter los dedos por los orificios hasta poder mirar del otro lado a Gai. La tentación es poderosa, bestial, lo carcome como el anhelo más desfigurado y morboso, como el fruto prohibido que había colgado Dios frente a su rostro solo para probar su obediencia y su fidelidad.

No sabe lo que espera que pase, pero es algo parecido a un milagro. El rechinido de un ave, un trueno dorado, el galope de algún poderoso monstruo que de pronto brotaría de su interior.

Ah, está destrozado con la distancia y llama su nombre del otro lado de la cortina porque se siente impaciente, ciertamente siempre lo fue.

La quietud no cabe en su pecho, se ensancha y se escapa. Está nervioso y la separación entre dos personas que se aman es un castigo demasiado cruel, se siente un animal encerrado, la idea sencillamente parece contradictoria y antinatural.

Pero Gai se resguarda detrás del dosel como una princesa enjaulada y se ríe de él.

Y el sabor de esa tortura lo anima aún más a querer verlo. Le gusta su engaño y su burla, el pequeño rescoldo de una floja y juguetona traición.

Era de pronto la figura de un tesoro, la falda de un santo bendito, un secreto que ni siquiera podía decirlo para sí mismo.

Deslizándose hacia atrás lo arrincona contra la pared de lona. Quería quebrar su burbuja, quería romper las reglas, escapar, desnudarlo, vulgarizarlo...

Ay, pero no puede hacer nada realmente. Lo ama tiernamente en su interior.

Detrás de las cortinas tocan sus manos y rozan sus dedos.

Y cuando Gai le dice que cierre los ojos, él lo besa a través de las capas de seda, saciando ligeramente su interior.

Para suerte de los dos, no necesitan abrir los ojos para continuar el beso.

Es una bendición que el amor sea de ese modo.

Más allá de lo visual, de lo material, de lo que podías tocar.

Al final, se conforma por ahora con eso. 

Mi querido Gai [KakaGai Day 2020!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora