Laura despertó sobresaltada - Una pesadilla - se dijo, pero sabía la verdad, por mucho que lo negara.
Un sonido extraño le llamó la atención, con su mano retiró con cuidado el cobertor de cama y se buscó a tientas el calzado para ir a inspeccionar. Una vez lista se acercó a la puerta, en segundos alguien se interpuso entre ella y la puerta.
— Al fin te tengo, Laura.
Un escalofrío le recorrió la columna vertebral — Tú — dijo en un susurro bajo y casi inaudible. Su cuerpo cubierto con ropa oscura le hizo darse cuenta que fue paciente, le acecho cual depredador a su presa, lamentablemente en éste caso, la presa era ella.
— Está vez pagarás — le dijo de forma cruda a la par que le apuntó con el arma.
Laura sintió su cuerpo paralizado, sus pecados le alcanzaron y no estaba preparada para pagar la cuenta. Con las manos en alto hizo retrocedió con cuidado, haciendo justo lo que Él le indicaba a través de señas.
Él, aún apuntandole le arrojó unas cintas — Sientate en la silla de la esquina, con esa cinta ata cada pié a la pata ajustado. Jugaremos un poco y vamos hacerlo interesante — le dijo.
— ¿Qué te hace pensar que lo haré? Igual voy a morir — respondió Laura.
No le importó dañar sus planes, olvidando el arma en la mano izquierda, se acercó y le sujeto fuertemente en el cuello, con fuerza le arrojó sobre la silla y usando el control le obligó hacer justo lo que quería. Luego, le ato las manos de forma que no se puedira soltar — Ahora sabrás lo que mi hijo vivió en tus manos, maldita violadora — le susurró antes de dar inicio a la larga tortura que duraría días.
El cuerpo de Laura era un caos, sudaba frío, el padre de Cael le inyectó diferentes cócteles de drogas, cada vez más fuertes. Mientras eso sucedía su cuerpo fue marcado con diferentes quemaduras.
Una y otra vez el hierro caliente le hizo gritar en agonía en los pocos momentos de lucidez. El olor putrefacto de las heridas inundaba el lugar — Llegó el día final— señaló — veremos qué tanto duras antes de por fin supliques.
— La muerte será bienvenida — pensó Laura.
Él arrojó el cuerpo débil de su, ahora víctima sobre la cama y rasgando la poca tela de la ropa procedió hacer lo planeado.
El último grito de Laura fue la recompensa, el hierro caliente fue insertado brutalmente y con saña, calcinado el interior del sexo de la mujer. No lo sacó, se quedó insertado mientras ella lloraba suplicando morir.
— Mátame — fue lo que dijo tan débil que penas se entendió.
— Claro que vas a morir, como mi hijo — le respondió antes de clavar su daga en el costado dos veces.
El se fue del lugar, dejando a Laura agonizante. Pasarían días antes de que alguien descubriera lo sucedido, jamás le culparía o sería parte de la investigación, se aseguró de ello con el viaje a otro país cuya cuartada está respaldada.
Mariangeles💖