Ella se sentía en agonía, exhausta y con sensación de ahogo. El lugar que le rodeaba no lograba animarle y menos aún, la situación en la que se encontraba.
Se levantó de la improvisada cama dentro de la alcoba, deambuló por el lugar. «¡Nada!» Pensó.
El lugar era deprimente, no solo por su aspecto, que no era favorable. No, era todo, la ubicación, la casa ¡hasta los muebles!
Desde donde se encontraba de pie, podía ver la mesa qué, posiblemente tuvo mejores días en tiempos de antaño. Una única silla a juego con la mesa baja. La maletas en la esquina del lugar, una puerta que funciona como entrada y salida. A unos pocos centímetros de la ventana cubierta con las telas rasgadas eran, sin dudas, las pocas pertenencias que le acompañaban.
Su pecho sintió más opresión.
Las lágrimas se le formaron y sin permiso alguno, descendieron por sus mejillas «¿Cómo pudo llegar a dejar todo por sobras? »«¿Cuánto más?».
Con cada reproche le cruzaba al pensamiento, la sensación de ahogo era mayor.
Miro sus manos, maltratadas por el labor del campo. Con uñas partidas y rastros de tierra en ella «¿Dónde estaban esas manos suaves y delicadas? ¿Las uñas de una mujer debían ser así?» Se preguntó.
Las manos le temblaban, el estómago le rugió con fuerza por el hambre, fue entonces cuando el llanto se intensificó.
El sonido de los sollozos rompieron el silencio, uno cargado de agonía y arrepentimiento.
—¡¡¡Aaaaah!!! —Gritó
-—No puedo...No quiero... — con voz estrangulada; se perdió ser débil, por fin. La fachada de la "mujer de acero" no tenía cabida en esos instantes.
«¿A quién le importa después de todo?» Estoy allí sola «¡Sola!»
Ana López, una mujer de tez morena, altura promedio, de contextura robusta, era sin dudas considerada un ejemplo de fortaleza y optimismo de quienes le conocían. Ella siempre era el muro para los amigos y familiares, el refugio cuando las cosas le sobrepasaban.
Hoy cuando la situación era contraria no tenía quien le diera ése apoyo.
Salir de su localidad, de la ciudad e incluso del país con una pequeña maleta donde sólo entraba unas cuantas prendas y la fotografía de sus amados hijos, esos, que dejó a cargo de su madre en búsqueda de un mejor porvenir, fue sin duda un error ¡Que ilusa era!
Luchó para llegar a donde se encontraba «¿Pero a qué costo? ¿Qué logró realmente?» Pensaba.
Un espacio vacío... sin sus hijos, pasar hambruna y necesidades, humillarse ante personas que no aceptan a otros cuyo origen no sea de la misma nación... «¿Eso es algo digno de contar? Mejor aún, ¿Es acaso algo que alguna persona debe soportar y denigrar su propia existencia? »
Cada pregunta se volvía más y más fuerte, causando dolor; siendo juez y parte de un juicio sin fin.
Al llegar a la tierra de los sueños trabajó duro, recordó. Pero con el paso del tiempo, las cosas no mejoraron. Ahora cuando han pasado cuatro años y ya no soporta más, lamentablemente las cosas no están bien.
Las noticias, lejos de ser alentadoras causan más miedo y angustia. Una llamada, eso bastó para saber que sin importar todo lo que ha hecho por el bien de su familia, era insuficiente.
Estaban contagiados por la enfermedad letal, internados y con bajas probabilidades de supervivencia.
Salió del lugar, aún con el tapa bocas, con las medidas necesarias, a pesar de no ser necesarias en la entrada de su "Hogar" provisional. Mirando al cielo dejó salir todo.
—¿Qué más? ¿Acaso no hice aquello que me has pedido? he confiado en ti señor, no te los lleves ¡No puedes hacerlo! —Cuestiona al ser supremo.
Con los hombros caídos, signo de derrota y resignación, se arrodilló. Sus manos, aún con la tierra en las uñas y portando la ropa desgastada por los constantes lavados a mano, fueron el sostén acolchado de la cabeza. Su cuerpo quedó en posición sumisa, pero con solo apariencia.
Lloró, lo hizo con desesperación.
Los emigrantes no son bienvenidos en todos los países, no se trata del origen, sino del miedo. Sí, el miedo es lo que más causa daño a la humanidad.
Ana en medio de sus desesperación recordó las palabras dichas por su progenitora y la respuesta que dio llena de optimismo:
—A pesar de que no es mucho, estamos juntos. Si algo sucede ¿Cómo llegarás pronto? ¿Qué te garantiza que al volver todo esté cómo esperas? Es mejor juntos y luchando, que separados y derrotados —le preguntó.
—Nada es fácil, nada es seguro. Debo hacerlo, por ti y por ellos.
Sabía desde el inicio que no sería fácil, pero la necesidades era muchas y las oportunidades pocas. Sus dos hijos debían ser tratados y lamentablemente el costo de ello superaba con crece sus ingresos.
Hoy, cuando la salud de ellos se ve comprometida debido a un virus letal que aterroriza al globo terráqueo, ella no puede ir a su encuentro. ¿Quién diría que una pandemia se desataría y ellos estarían en medio?
Su conciencia atacó
«Nada es predecible, elegiste un destino, ahora es momento de hacer frente a las consecuencias.»
El dolor y el llanto fue mayor.
Allí en medio de la noche, con la oscuridad rodeándole, Ana se olvidó de ser sólo una coraza y por fin se permitió sentir, llorar y afrontar el peso de una decisión.
No obstante, el salir el sol nada quedará del momento en el que por fin se permitió liberar sus emociones.
Los emigrantes son seres humanos, callan y asumen una actitud con fuerza y coraje, no por ello quiere decir que no sienten. Muchos se encuentran entre la desdicha de no poder estar a lado de los que aman en éste momento de crisis. Otros lidian con el dolor de la pérdida, sin haber poseído la oportunidad de una despedida digna.
"La humanidad es cruel, injusta y apática. La sociedad es sólo una fachada para crear caos entre los mismos integrantes..."
K.J. Magdonado.Mariangeles💖