Las manecillas del reloj avanzan, sin prisa, pero sin pausa. Desde su lugar, el objeto es observado con tranquilidad por la pequeña Susana, una bella niña de tan sólo díez años de edad.
Sentada, en el centro de la habitación del lugar que la ha visto crecer, acompañada con la muñeca de trapos coloridos y en el silencio del alba, Susana aguarda. Como cada día, cada semana y cada mes. Con su vestido de flores silvestres, las zapatillas color crema y el carbón opacando el mismo.
El sonido de las manecillas inundan el oscuro lugar... Tic tac... Tic tac...
En el centro, la pequeña se mantiene firme, sin moverse.
El sonido de la cerradura de la entrada irrumpe con la tranquilidad y el ritmo impuesto por el reloj. El chirrido de la puerta al ser abierta en conjunto con unos pocos pasos anuncia la llegada de la persona esperada.
Alicia con un suspiro ingresa al lugar, cierra la puerta y se permite suspirar. Han pasado algunos años desde el fatídico día, pero se niega a vender — Ni muerta dejaré mi hogar — Piensa.
— Princesa ¿Estás aquí? Ya llegué — dijo en voz alta.
Tic Tac... Tic Tac... Las manecillas del reloj siguen creando la misma atmósfera de soledad, pero no está del todo solo...
Desde el centro de la casa, Susana lentamente se pone de pié, su vista sigue en el reloj. Pero una sonrisa se dibuja en la infante, los segundos ya no son eternos, y se acerca el instante del tan anhelado encuentro.
— Has llegado al fin, madre — responde Susana.
Desde la entrada de la sala Alicia extrañada, se acerca.
— Esa voz... mi princesa ¿has vuelto? — asombro y miedo le inundan — Pero.... ¿Cómo? — Cuestiona. La respiración y su pulso se acelera, su cuerpo tiembla sin cesar.
— No volví — responde antes de deformarse y tomar una apariencia espectral.
Tic tac... Tic..... Tac... Tic.... Tac... El reloj al fin marca la hora final.
— Sólo te esperé para cruzar juntas — Expone la figura semitransparente y deforme, antes de que su cuerpo tomé forma transparente también.
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Mariangeles💖