Resignación
Tampoco yo atesoro rencor alguno de que me trates como a un perro callejero, y reconozco lo que me has brindado, y que, en mi irreductible inmadurez y eterna duda soliviantada por mis propios pesares, no pude apreciar ni aspiré jamás a mantener indemne en mi mente; pero que en mi hora más oscura, cual flor en medio de una zarza hiriente de lúgubres madreselvas, resurgía exultante para recordarme, tristemente, mi infausto proceder.
Como oscuridad que dices que soy, te deseo de profundis desde las entrañas de la tierra a la que me destinas... que encuentres la luz que te he sabido negar, y sólo aspiro humildemente a que, desde los destellos pretéritos de los frágiles y escasos momentos que fuimos felices, puedas entrever que alguna vez, fue posible soñar juntos.
Edward Barett
Nota: Éste es el último escrito de la secuencia.