Hellfire (Sablu)

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(Pedido hecho por any-channn33333)

Sabo era un sacerdote consagrado, dedicado a su vida en la iglesia junto a sus amigos. Como lo decía el juramento que hizo, en los 22 años que tenía no había conocido otra cosa que no fuera la devoción por su dios. Era, como muchos lo describían, un hombre de bien, ejemplar y, prácticamente, perfecto. Él pensaba que estaban exagerando al decir eso, pero sí era verdad que estaba orgulloso de su virtud y lo agradecía al mismo tiempo.

Se encontraba rezando, arrodillado y mirando la gran cruz que tenían en el monasterio, pidiendo por sus amigos y riendo al recordar como lo llamaban el "más puro". Pero comparándolo con el resto de gente, él creía que era algo normal.

Cuando terminó su oración, salió del monasterio con dirección a una tienda cercana para reponer algunas de las cosas de la cocina que se le habían acabado. Caminaba con tranquilidad, llevando su atuendo normal de unos pantalones de vestir azul claro, una gabardina negra, chaleco azul oscuro, un pañuelo en su cuello y su sombrero de copa. Pasó por delante de un parque y escuchó unas risas animadas de niños al jugar junto con una que llamó por completo su atención, por lo que giró y encontró a un grupo de niños rodeando a un joven no mayor de 18 o 19 años, el cual danzaba con diversión teniendo a una niña en brazos, a la cual bajó, los otros no tardando en pedir ser cargados, riendo con fuerza por eso. Iba a cargar a otro niño cuando notó la miraba sobre su persona, viendo con dirección a Sabo, el cual pensaba que le iba a reclamar por estar mirándolo. Pero, contrario a sus pensamientos, el joven de cabellos negros sonrió ampliamente en su dirección, cerrando los ojos por ello. Algo en el pecho de Sabo se removió, y en su cabeza se acumularon pensamientos nada adecuados teniendo en cuenta que él era un sacerdote hecho y derecho. Devolvió nervioso la sonrisa con una inclinación de su sombrero a modo de disculpa y despedida, volviendo a retomar su marcha, teniendo algo claro: cuando llegara tenía que volver a rezar, ya que esos pensamientos habían sido claramente una señal de pecado.

Terminó lo más rápido que pudo y a la vuelta evitó pasar por ese parque en el caso de que ese joven siguiera allí y volviera a mirarlo, haciendo que ese lado que creía inexistente apareciera con una sonrisa y una mirada. Dejó todo en la cocina lo mejor que pudo y fue corriendo a la iglesia, que por suerte estaba vacía.

--Padre, confieso que he pecado --pensó arrodillado ante la cruz, las manos cruzadas y su sombrero de copa a un lado. --Pero, siento que no podré evitar volver a hacerlo, por lo que, esta vez, Santa María, dime, ¿por qué lo pusistes en mi camino? --miró a una estatua donde estaba representada la virgen mencionada.

Se levantó tras coger su sombrero y se retiró mientras se lo colocaba.

Y como suponía, volvió a ocurrir, pero ya no quería evitarlo. Cada vez que pasaba por delante de ese parque, encontraba al chico de brillante pelo negro bailando con los niños, y cada vez, más pensamientos impuros se acumulaban en su cabeza, quemando en su interior como el fuego. Ya no le servía confesarse, ese fuego era el del mismísimo infierno, y nada lo podría reprimir.

(...)

En uno de sus paseos, pasando por delante de ese parque, uno de los tantos niños se le acercó con prisa, lo que lo extrañó.

--Señor, ¿quiere jugar con nosotros? --preguntó la pequeña niña con una gran sonrisa.

--No deberías pedirle eso a desconocidos, pequeña --se agachó hasta su altura para decirle eso, viendo el puchero que hizo.

--Pero fue Luffy el que dijo que viniera, dijo que si miraba tanto, era porque le daba vergüenza preguntar si podía unirse --contestó con los mofletes inchados por decirle algo que ya sabía.

Song-fic's Yaoi One PieceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora