08| Celos y confesiones

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Stephen:

Maldito seas, niñato de mierda.

Eso es lo que pienso cuando veo a ese chico sentado junto a ella en las gradas. No puedo apartar la vista de ellos, aunque sé que debería concentrarme en el partido. Soy el mejor jugador de fútbol americano de la secundaria, por algo soy el capitán, pero hoy no estoy dando la talla.

— ¡Joder, Stephen, concéntrate! —me grita el entrenador, molesto.

No le hago caso. Estoy en otro mundo, imaginando mil y una formas de asesinar al intruso que se ha atrevido a hablarle, sonreírle e incluso mirarla a los ojos. A ella, que es mía. A ella, que se ríe con él como nunca lo ha hecho conmigo.

Malditos y jodidos celos.

— ¡STEPHEN! —me llama Liam, mi amigo, pero ya es demasiado tarde. Hemos perdido el partido. El marcador muestra un 5-2 humillante. No he encestado ni una sola vez.

Furioso, me quito el casco y me abro paso entre mis compañeros, que me miran con preocupación. No les doy ninguna explicación. Solo quiero salir de ahí y olvidarme de todo.

Camino con pasos rápidos y fuertes hacia los vestidores y me meto en la ducha. Bajo el agua caliente, trato de calmarme. Respiro hondo cuatro veces, pero cada vez que cierro los ojos los veo a ellos juntos. No puedo soportarlo. Pego un puñetazo a la pared y veo cómo mis nudillos se abren y sangran.

Soy muy posesivo, lo sé. Y también sé que no tengo derecho a sentirme así. Ella y yo solo somos conocidos. No somos amigos, ni novios, ni nada. Pero eso no cambia lo que siento por ella. Ni lo que estoy empezando a sentir hacia él; Odio.

Tranquilo, tranquilízate, Stephen. No eres así. No eres un impulsivo.

Salgo de la ducha unos minutos después y me visto con ropa limpia. Una camiseta blanca algo apretada que resalta mi cuerpo trabajado y unos pantalones de chándal con el logo de la secundaria a un lado. Seco un poco mi pelo y guardo mis cosas en la mochila. Entonces aparece Henry en cuanto me doy la vuelta.

— Hey — me habla, solo doy un asentimiento en su dirección antes de querer salir, pero me toma del brazo — ¿Todo bien?

— Si, todo bien — respondo mientras asiento, sabiendo a que se refiere, mi voz sale un poco más fría de lo normal.

— ¿Seguro? — me mira fijamente unos segundos, donde también le devuelvo la mirada. Él me conoce bien, sabe cuándo tengo deslices o problemas, él, Lindsay y la abuela tienen el don de saber que está mal conmigo cuando me notan "Diferente".

— ¿Hablamos más tarde? — termino por decirle y este asiente.

— En mi casa a las 6 — estoy de acuerdo y salgo de los vestidores que poco a poco empiezan a llenarse.

Camino hasta mi casillero, pero paro en seco a medio camino cuando veo a mi pequeña Princesa caminar con los ojos en la pantalla de su móvil, se detiene en su casillero y lo abre.

¿Debería hacerle caso a Lindsay e invitarla a salir?, sus hermanos se enojarán como la mierda, pero es un riesgo que estoy dispuesto a correr.

Me acerco a paso lento, sintiendo mi cuerpo pesado y respiración entrecortada, mojo mis labios resecos y trago saliva cuando me llega su perfume, estoy a punto de pasar por el enfrente de mi casillero e ir hacia el de ella, que está casualmente a unos 10 o 15 de casilleros lejano al mío, pero me acobardo y me quedo parado.

¿Cómo hablarle cuando ella odia siquiera que le dirija la palabra?

Sorpresivamente mi mano tiembla abriendo mi casillero para meter mi pequeño bolso de ropa dentro y tengo que pasarla por el pantalón para secar el sudor producido.

Un amor que nadie esperabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora