Capítulo 18: Querido papá

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Querido papá:

¿Estás bien en dónde estás?

Seguramente sí.

Te extraño mucho. No tienes ni idea de cuánto.

Quisiera saber si me observas desde allá, me gustaría pensar que sí.

Últimamente no te he escrito mucho porque sentía que mis cartas se volvían monótonas cada vez que escribía, y temía que en algún punto comenzara a escribir más por costumbre que por charlar contigo y detestaba esa idea.

Lo siento. Soy una mala hija.

Incluso mamá lo cree.

¿Tú piensas eso de mí?

Porque, aunque no sea perfecta, aún te recuerdo. Cada momento que pasé contigo sigue fresco en mi memoria. Como si hubiera sido ayer que sucedió.

Hace poco revisé mi caja con fotos instantáneas donde estamos todos juntos, donde no necesitaba nada más, donde era feliz únicamente estando con ustedes.

Me reí ante las muecas y tonterías que hacíamos y la cara de enojo de mamá porque decía que estaba cuidando dos hijos y no uno.

Y...

Lloré.

Sé que seguramente me viste.

Lloré porque sabía que aquello nunca volvería, que no volveríamos a sonreír y vivir como entonces, que no podría volver a verte, al menos no de nuevo aquí en este mundo y también esa idea la odio. Odio que ya no estas con nosotros, que ya no estás conmigo.

Ya no puedes curarme cuando me caigo o me golpeo, ya no puedes felicitarme cuando saco la mejor nota de mi clase, ya no puedes sentarte a escuchar las melodías que toco y cantar conmigo, ya no puedes abrazarme cuando estoy triste o tengo miedo.

Eso es lo que más extraño.

Tus abrazos.

Puedo vivir sin cualquier cosa en el mundo, menos sin tus cálidos y reconfortantes abrazos.

Recuerdo que cuando me veías desanimada o triste, lo primero que hacías era envolverme en tus brazos y dejar que llorara cuando lo necesitaba.

Decías que no debíamos contener nuestros sentimientos, que no le hacía nada bien a nuestra alma, que debíamos de vivir y expresarnos con toda libertad porque solo tenemos una vida y no hay mejor forma de vivirla que hacerlo como si hoy fuera el último día.

Dejabas que me desahogara y esperabas a que estuviera lista para contarte lo que sucedía, así fuera unos minutos o unas semanas, meses o años. Nunca me presionabas para que hiciera o dijera algo, me dabas libertad.

Con todo mi corazón quisiera que no hubiera sucedido aquello, si tú estuvieras aquí las cosas serían muy diferentes. Hubiera podido soportar la pesadilla que vivía en la escuela porque habría hablado contigo y también me hubieras podido abrazar.

Con ese simple abrazo hubiera desaparecido el nubarrón negro sobre mi cabeza y en su lugar el sol brillaría en todo su esplendor, hubiera bastado para mantenerme fuerte.

Pero no pasó así.

Y no soy fuerte, aunque quiera aparentarlo ante todos. Es la única forma en que no me hacen daño, cuando me levanto contra ellos y no dejo que hagan lo que quieran conmigo.

Desgraciadamente lo aprendí por las malas.

Desde ese entonces puse una fortaleza a mí alrededor y quien quiera que se acercaba no dudaba en rendirse, porque sabía que estaba construida con una mentalidad de acero, sabía que conmigo no podrían atravesar siquiera el umbral.

Pero la realidad era que, en mi interior, todo se derrumbaba y se caía a pedazos.

La aparentemente indestructible fortaleza no era más que una pantalla que protegía un castillo en ruinas, donde su monarca yacía en el suelo, enfermo, moribundo, esperando exhalar su último aliento.

A veces me pregunto qué hice yo de mal para que las únicas personas importantes en mi vida me abandonaran o me repudiaran.

Tú partiste sin mí a un lugar mejor, Soo-Ah me olvidó y mamá me odia.

Papá, quisiera escucharte decir que todo estará bien, que no tengo por qué preocuparme, que no es mi culpa lo que te sucedió y que no me odias. No podría soportar si incluso tú me odiaras.

Lo que mamá piense de mí ya no me importa, y de Soo-Ah no tengo noticias y no puedo estar segura si me odia, pero lo que tú pienses de mi si me importa.

Quisiera ser fuerte como tú. Trabajabas duro, hasta de más, y lo aguantabas con una sonrisa en tu rostro, te preocupabas por nosotros y por tus amigos, eras humilde, honesto y cariñoso. Eras mi modelo a seguir.

Si fuera, aunque sea la mitad de fuerte que tú no habría hecho aquella promesa. Quizá la hice porque quería volver a verte, y que prefería pasar un año en el desierto que soportar la lluvia de críticas y odio hacia mí.

Aunque, por alguna razón ahora estoy dudando de cumplirla.

Antes estaba tan segura de que lo haría y que te volvería a ver... Pero algo cambió supongo, no sé qué fue, que, aunque mi deseo por acabar con todo y de volver a verte eran muy fuertes, se han ido desvaneciendo.

No pienses que es porque no quiero volver a verte, sabes que es lo contrario.

Quizá no es que haya dejado de querer volver a verte, sino que hay otra razón para quedarme que se volvió de mayor peso en la balanza.

No sé qué hacer papá, estoy tan confundida y me he vuelto tan desconfiada e incrédula que me lastima.

¿Amabas a mamá? ¿Ella te amaba a ti?

Así me lo parecía a mí, que ambos eran como dos jóvenes enamorados y eso no se acabó sino hasta tu último día con nosotras, pero no puedo evitar preguntarme si algo como eso es real y funcional.

Es decir, mira a mamá ahora.

Y veo a otras personas y también sufren todo por ese dichoso "Amor".

No sé si todo el amor sea malo. Sé que te amo, aunque ya no estés conmigo, y me duele, pero no es un amor malo, sufro más bien por el hecho de que no estas, no porque me haga daño.

Perdona que te moleste incluso cuando por fin tienes paz, pero es que no puedo pensar con claridad, no sé exactamente qué me sucede ni si sea bueno o no.

Sería más fácil si estuvieras aquí conmigo, tú siempre tenías una respuesta para todo.

Ojalá pudieras responderme ahora.

Te amo mucho papá.

Averiguaré qué es lo que se interpone en mi camino, cumpliré mi promesa y nos volveremos a ver pronto.

Atentamente, tu hija que tanto te adora, Soo-Yun.

Voiceless Love [TXT - Beomgyu - FANFIC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora