24 de Diciembre de 2019, 20:00.
Adicción.
Magnetismo.
Yacía pleamente abstraída con cada una de las publicaciones que sustentaban su exquisito feed. El ornamento de su perfil desprendía arte y originalidad, entra otras muchas excelencias admirables.
—¿A quién stalkeas?—curioseó, sentándose próximamente en el sofá en el que yacía ubicada.
—Deja de dar por culo, Santi.
—Bueno, hermanita. Qué humos. Está tremenda la chavala esa, ¿Quién es?Mi familia era meramente conocedora de la existencia de la ilicitana, así como de mi implicación emocional con ella y el pretexto que aunábamos.
—Nadie. Una piba muy mona—mentí, aprovechando la circunstancia en la que tanto Santi como Elena desconocían el aspecto físico de Alba.
—¡Natalia, amor!, ¿Puedes venir un momento?
—Ya voy, mamá.Entablé una trayectoria dispuesta a recabar su petición hasta adentrarme en la estancia que comprendía la sala de estar.
—No estás bien—dedució, con un semblante adornado de una obvia preocupación.
Barajé las salidas posibles con tan de evitar enfrascarme en un conversación cuya futura temática no recabaría el remate de la misma.
—Mamá... es complicado—expuse con pesadumbre.
—Ya estamos con ese misterio tuyo... anda, cuéntamelo.Tomé asiento, incitando a mi acompañante a llevar a cabo lo propio, posicionándose contiguamente.
—No sé por donde empezar.
—Pues por el principio, cariño.
—Estoy rayada.
—¿Por qué?—curioseó, frunciendo levemente el ceño.
—Tiene nombre y apellidos, mamá.Pocó tardó en percatarse.
—Lo último que me contaste es que discutisteis antes de que se fuera a Italia.
—Sí.
—¿Y bien?
—No lo sé.
—Natalia Lacunza, deja de ser un maldito libro cerrado y ábrete. Que soy tu madre, no una que pasaba por ahí.
—No hemos hablado nada... no sé.
—Sí que sabes.
—No mamá, no sé nada. Ese es el problema. Con Alba nunca sé nada.
—Tranquila que te lo digo yo: orgullo. Ahora mismo no os habláis por ver quien habla primero. Si es que sois unas pencas. De verdad que no hay quien os entienda a los adolescentes de hoy en día, en mi generación éramos más espabilados.
—Tienes razón, pero estás fuera de contexto. No es eso lo que me preocupa. No sé en qué punto estamos, no sé si su situación emocional es la misma que la mía. No sé si me echa de menos o si se la sudo tres cojones.
—Natalia, esa boca.
—Ni si quiera entiendo por qué estoy así.
—¿Y como se supone que estás?
—Pues... tengo sentimientos raros. Me refiero, que siento cosas.
—¿Sientes cosa por ella?Asentí brevemente, tratando de evitar manifestar un énfasis que aportase más realidad a mi recién revelación sentimental.
—¿Y cuál es el problema?
—Pues que no tiene sentido, mamá. El otro día calculé los días exactos de mi vida que he pasado con ella, sin contar los días del campamento en los que no hablamos, y no llegan ni a diez. Ni si quiera la conozco. No sé qué persona es.
—¿Y qué pasa si no tiene sentido?
—Pues que debería de tenerlo.
—¿Quién lo dice?
—¿El sentido común?—deducí, adornando el enunciado con un matiz irónico.
—El sentido común no es subjetivo. Y aquí estamos hablando de sentimientos.
—Pero, ¿Qué sentimientos, mamá? No se identificar esto que siento. Pero es fuerte que te cagas.
—Natalia.
—María—me burlé.
—¿Qué llevo diciéndote toda la vida?
—¿Que no pegue a Santi?
—A parte.Indagué en aquel cúmulo de sabias amonestaciones que me impartió mi progenitora a lo largo de mi existencia, tratando de dar alcance concretamente a alguna que hiciera referencia al contexto que sustentábamos.

ESTÁS LEYENDO
Vivir en ti | Albalia
FanfictionConocer al amor de tu vida la noche que casi mueres y creer lo volver a verla nunca más.