Vivir en ti | Albalia

Carta

Esta canción merece ser escuchada, no digo más :)

1 de Enero de 2021, 0:13

La concisa aportación de Carlos, impactó con la magnitud suficiente como para que mi organismo sucumbiera a las sensaciones ortorgadas por mi sistema nervioso, cuya repercusión consistió en la presencia en un reguero constante de adrenalina.

—¿En qué te basas, Carlos?

Rió, cediendo ante la deshinibición propia de la portación de alcohol en la vía renal, negando, sucesivamente, la cabeza con obviedad.

—Básicamente porque el sesenta por cierto de nuestras conversaciones se titulan 'Natalia Lacunza'. Y cada vez que hablamos, me pide que te grabe un vídeo sin que te enteres y se lo mande. Es más, ahora me lo ha pedido.

Padecí como una sensación cálida hacía acto de presencia en mi caja torácica, impregnando mi sistema con una sensación gratificantemente desconocida. Sin embargo, desconfiaba con retinencia de su recién confesión.

—Casi me lo creo y todo.
—Tu misma. Lee a partir de aquí.

Exibió lo que reconocía como su chat privado con la ilicitana en instagram.

@albxreche
va carlos, q no se va a enteraarrr

@carlosright
joder, yo no se si es que sois tontas o os gusta serlo

@albxreche
carlos, t juro que hablaré con ella
solo quiero saber como está, ¿entiendes?

@carlosright
pues pregúntaselo tú, joder, que a este paso m contratan en correos

@albxreche
solo es un vídeo para ver su puta cara, nada más

@carlosright
ya veremos, pesada

@albxreche
m sirve ;)

—¿Ves?—reclamó, tras argumentar lo dicho con las pruebas gráficas correspondientes.

Sufrí una parcial confusión ante tal escenario. Aquella aparente preocupación con respecto a mi persona, se manifestaba, ocasionalmente, envuelta en una indiferencia palpable, un tanto hiriente.

—Ven.

...

0:27

—¿Te estás insinuando?—dubitó sugerentemente, envuelto en un aura sensual.
—Claro, Carlos, te he traído a mi habitación para follar, no te jode.
—Qué humos, Nat.

Apalanqué mi anatomía en la confortabilidad de la que se constituía el colchón en el que acostumbraba dormir, ubicándome en una posición adyacente a donde yacía Fígaro plácidamente sucumbido a los brazos de Morfeo.

—Coño, un gato—anunció Carlos, tras concienciarse de la presencia del felino.
—Se llama Fígaro.

El chico tomó asiento.

Un silencio incatalogable, pero favorable dada la confianza mutua ya adquirida en la relación que defendíamos, envolvió la estancia ante la falta de iniciativa por dar por sentada una conversación propia del transcurso actual.