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—Entonces, ¿llegas bien a fin de mes, Albita?—cuestionó Dorotea con aquella curiosidad inocente propia de las personas con un rango de edad próximo al de la dicha.
Las abuelas son la prensa rosa personificadas.
Dorotea Gonzalez Aguilar se hospedaba en el mismo bloque que Alba, cuyo domicilio residía en un piso inferior. Según lo que ambas relataron sumariamente tras coincidir en el pequeño habitáculo que suponía este ascensor, se conocieron trás un encuentro fortuito en el que la gata de Alba optó por tomarse la libertad y autonomía de hacer una exploración al bloque por su cuenta y Dorotea acogiese al pequeño animal hasta la aparición de su dueña.
La situación que hacía mella en el transcurso actual de mi vida se basaba en que ambas tratásemos de calmar nuestra líbido en los instantes que conyebasen el trayecto hasta recabar el nivel antojado, concretamente el cuarto y último. Casi nos follamos en el portal de no ser por el oportuno acto de presencia de aquella anciana que carecía de tapujos.—Sí, no se preocupe, gracias por preguntar, Dorotea—contestó amablemente la ilicitana. Su respiración permanecía un tanto alterada y el tono rojizo de su cutis no acababa de desvanecerse con totalidad.
Posteriormente, el ascensor detuvo su ruta; lo que acarreó con el esperado desalojamiento de Dorotea.
—¿Sabes qué, Alba?—interrogué, suprimiendo efímeramente la distancia interpuesta entre ambas.
—Tú dirás—sonrió coqueta.
—No me has dado tu instagram.
—Saca tu móvil, bombón.Recabé su petición, accediendo al buscador de usuarios.
—¿Y bien?
—Apunta: '@albxreche'Una retahíla de imágenes se manifestaron en mi pantalla tras dar con una galería con un feed muy acorde con lo que viene siendo Alba Reche. Intercalaba fotografías de su persona con arte aleatorio. Me asombré al cerciorarme del número que comprendían los casi cuarenta mil seguidores que sustentaba.
—Dices que tienes redes sociales desde este año, ¿no?
—Sip.
—¿Y por qué coño tienes treinta nueve mil seguidores?
—Pues... la verdad es que no lo sé. Supongo que entre las covers, mi galería de arte, los tatus que hago... la peña me sigue, no sé, me da igual.Y que eres puto preciosa, igual. Ciertamente se mostraba indiferente ante tales estadísticas.
—¿También haces piercings, no?—dubité.
—Sí, pero con bastante menos frecuencia que los tatus.Menuda caja de sorpresas eres, rubita.
El ascensor cesó su decurso, brindándonos el acceso a la sexta planta. Entablamos un recorrido hasta dar con lo que se supone que es su hogar.
—Y todo eso lo haces en el local de Pablo, que fuerte—comenté, entre tanto ella hendía las llaves en la cerradura correspondiente.
—¿Como conocisteis el local?—cuestionó, induciéndome a que entrase primeramente.
—Por María y África. En realidad, ayer por la mañana Meri me habló del sitio, porque la noche anterior salieron las dos y lo encontraron.Me adentré en la estancia, deleitándome del oranamento con el que se lucía, el cual presumía de un carácter industrial-moderno con matices retro-vintage. Una decoración digna de alguien con vocación en diseño de interiores, o simplemente con aptitudes artísticas. Me encandiló la amplitud del espacio.
Olía dulce, como ella.
(*el apartamento de albita es rollo así)
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Vivir en ti | Albalia
FanficConocer al amor de tu vida la noche que casi mueres y creer lo volver a verla nunca más.