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EL ADOLESCENTE DE ANTEOJOS iba a visitar diariamente a Zara, ella creía que le contagiaría lo enfermo y no quería escuchar sus quejas, porque Tozier era muy dramático.
Ahora ya se había recuperado por completo, pero el menor la obligó quedarse unos días más en casa mientras él la cuidaba.
Y no le molestaba toda esa atención que recibía. Por eso accedió.
— ¡Zara!
La mencionada volteó a verlo con la boca llena de helado, se había escabullido para ir a la cocina y comer algunas refrigerios. Aprovechó que Richie se había quedado dormido.
— ¡Te dije que no estuvieras descalza!
Al parecer la descubrió y sintió su falta en la cama.
— ¡Y te dije que no comieras nada frío!
La castaña se pasó rápidamente el helado y dejó la cuchara a un lado.
— Volverás a enfermar, Zara —se acercó a ella y le arrebató el helado, dejándolo dentro de la nevera nuevamente.
— Pero si ya estoy bien —se quejó— ¡Desde hace dos díasss!, tengo antojo de esto desde que me enfermé.
Si, le gustaba la atención que le daba, pero se ponía muy estricto en bastantes ocasiones y eso la hacía frustrarse.
— No, no y no —le dió un golpecito en la frente y la fémina arrugó su nariz— Ve a ponerte un calzado, voy a prepararte de comer, ya es tarde.
— ¡Sopa ya no! ¡por favor!
Fingió pensarlo unos segundos.
— Sopa será.
— ¿Eh?, no no, ya no quiero sopa —lo zarandeó por los hombros— Estos últimos días es lo que siempre me das.
— Es lo único que sé hacer ¿okay?
— Pues yo te ayudo a hacer algo más, todo menos sopa.
— Que no, ve a recostarte.
— No quiero.
— Que vayas, ahora.
— Oblígame.
No sabían en qué momento habían comenzado una pelea de miradas, pero ella había puesto su cara de perrito regañado, sabía que el pecoso cedería de inmediato ante eso, nunca se le negaría.
— ¡Agh!, está bien, pero ve a ponerte calcetas.
Ella asintió victoriosa, sonriendo a lo grande, corrió hacia su habitación para hacer lo que Richie le había pedido.
[...]
Ambos jóvenes ya habían comido, justo ahora se encontraban viendo televisión, uno al lado del otro.
