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Los momentos melancólicos destilan una extraña esencia, donde lo trivial se desvanece y lo esencial se agiganta. En medio de esa danza emocional, el malestar y la sonrisa entrelazan sus manos en un curioso abrazo, tejiendo un tapiz de dualidades que entrelazan la oscuridad y la luz. Es como si la tristeza y la felicidad bailaran juntas en una armonía silenciosa, revelando la belleza única que surge cuando el corazón está desnudo y vulnerable.

Mna.n

—No pueden infligirme esto — sonaba desesperada—¡Madre!— Buscó refugio en ella, pero no lo encontró

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—No pueden infligirme esto — sonaba desesperada—¡Madre!— Buscó refugio en ella, pero no lo encontró. Nunca lo había encontrado.

Vete, hija. Aléjate lo más posible y nunca regreses.

•••

La puerta se abrió con un estruendo, y la esposa del príncipe irrumpió en la recámara con una expresión de furia.

—¿Te das cuenta de lo que estás haciendo, esposo? —increpó, mirando con desdén a Alyssa.

Aziel dio un paso atrás, liberando a Alyssa de su agarre, pero su rostro reflejaba una irritación contenida.

—No es asunto tuyo, Lucinda —respondió Aziel, tratando de mantener la calma.

—Claro que lo es —replicó ella con vehemencia—. No permitiré que esta... esta esclava se interponga en lo nuestro.

Alyssa no bajó la mirada, pero apretó los labios. Estuvo a punto de besarla y ella no hizo nada para evitarlo.

—Es solo una esclava —gruñó Aziel, su ira comenzando a aflorar—. Tus escenas no te sirven de nada.

—¿Una escena? —Lucinda se acercó más, su rostro a pocos centímetros del de Aziel—. ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo? Deshonras nuestra unión, nuestro linaje, por esta basura.

El semblante de Aziel se oscureció. Sus ojos destellaron con una furia que apenas contenía.

—¡Cállate, esposa! —vociferó, su voz reverberando en las paredes de la recámara—. En todos estos años nada ha cambiado en nuestra relación. No eres más que un recipiente para mis futuros hijos, nada más. —dijo mirando su panza un poco abultada.

Lucinda retrocedió un paso, sorprendida por la intensidad de su reacción. Sin decir una palabra más, se giró sobre sus talones y salió de la habitación, dejando tras de sí un silencio cargado de tensión.

Alyssa no se movió. Su corazón latía con fuerza, pero su rostro se mantenía impasible. Aziel permaneció inmóvil, respirando pesadamente mientras trataba de controlar su temperamento. Después de unos momentos que parecieron eternos, su ira explotó de nuevo.

Con un movimiento brusco, se acercó a Alyssa y la tomó por los hombros. Sus ojos estaban llenos de una pasión ardiente y descontrolada, pero también de desprecio.

—Recuerda siempre lo que eres —murmuró. Parecía recordarse a sí mismo que ella era una esclava. —Esto no cambia nada —dijo, su voz más suave pero aún cargada de emoción—. Debes recordar siempre tu lugar, esclava —terminó con desprecio antes de salir.

•••

Mañana sería su cumpleaños. Nunca había disfrutado esa fecha.

El ruido de la puerta al abrirse la sobresaltó un poco, pero se tranquilizó al reconocer a Adam.

—Mañana hay una celebración importante; deberías prepararte, iré contigo. — ¿Una celebración? ¿En su honor?

—No me agrada celebrar —no lo miró al decirlo.

Adam lo pensó un segundo. —Tienes razón, soy inepto —¿Cómo pudo invitarla a una festividad que va en su contra? Era injusto para ella.

—Hasta me parezco a mi progenitor —pensó—. Puedo decir que hasta más sádico —se cubrió el rostro con las manos.

Poco después, Adam dejó la estancia y se dirigió hacia el despacho de su padre.

Había sido convocado para algo, y temía lo que aguardaba.

Transcurrieron las horas y de vez en cuando salía a supervisar que todo estuviera en orden en el núcleo central del reino. Observaba las decoraciones y, por un momento, reflexionó sobre cómo sería si Alyssa fuera de su especie: lo simple que sería adaptarse y lo fácil que sería aceptada por todos.

Pero en su situación actual, solo evocaba compasión. Aunque su aspecto físico mejorara, aquel matiz en su piel y la intensidad de sus ojos no se desvanecían, y cada vez que la veía, rememoraba el cadáver de su madre traído desde los confines, mutilado y con un destello de angustia en su mirada profunda.

Recordó la desolación de su padre al verla así y los gritos de su hermana recién nacida en busca del amparo maternal. Nunca supo cómo sucedió ni por qué su madre abandonó el reino; lo único que percibió y experimentó después fue la frialdad de su progenitor y, poco después, la festividad que se celebraba al día siguiente.

Todos sospechaban de su padre como autor de tales fechorías, y aunque se sabía que no podría actuar solo -y que ningún lobo había salido en esa dirección ese día-, incluso él albergaba dudas sobre su inocencia.

Sin embargo, nunca se atrevió a indagar, pues era su progenitor y merecía respeto tras perder a su reina y asumir el cargo de reinar y cuidar de dos infantes que no comprendían lo que ocurría.

Echó una última ojeada a su entorno y observó la belleza que había adquirido el reino para conmemorar la muerte de tantos inocentes.

Esta era una de las razones por las cuales su padre lo tildaba de inmaduro, lo trataba con desdén para que aprendiera a discernir entre el bien y el mal y no creyera que todos albergaban bondad en algún rincón de su ser.

Adam siempre confió en las personas, otorgaba segundas oportunidades aunque no fueran merecedoras.

Se había granjeado todo el desdén de su padre solo por ser benevolente.

No conservaba muchos recuerdos de su madre; la mayoría eran reminiscencias tejidas a través de relatos escuchados.

Decían que su madre era aún más severa que su padre, pero él la recordaba afable, los amaba y los colmaba de atenciones.

¡Hasta su padre sonreía al verla!

—No logro concebir que fuera como la describen —musitó para sí mismo mientras acomodaba una silla.

Su hermano era imperturbable y contundente, pero aun así lo estimaba, y su hermana menor había sido enviada lejos por su padre, pues según él, era demasiado frágil para ser una loba.

Adam había visto retratos de su madre, y su hermana era el vivo retrato de ella. Sabía que por eso su padre la había alejado, para no ver a su amada reflejada en el rostro de otra.


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Oscuros: El Árbol Del Centro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora