Así, los momentos de melancolía se alzan como los auténticos espejos de la existencia, reflejando la verdad cruda y agridulce de la vida. Son ventanas abiertas hacia el interior, donde los recuerdos se mezclan con los sueños, donde la añoranza se confunde con la visión de un futuro incierto. En ese estado de introspección, se despliega un mosaico de emociones y pensamientos, un caleidoscopio que nos muestra la multiplicidad de colores que conforman nuestra experiencia humana.
Mna.n
—Lo odio, te juro que lo odio—. Pocas lágrimas surgían de sus ojos, pero eran significativas, eran las primeras.
—Todo va a estar bien.
•••
El día había comenzado más temprano de lo habitual. A las cinco de la mañana, las calles de la ciudad se encontraban abarrotadas de gente que se precipitaba hacia el centro con una energía frenética. Trompetas y tambores resonaban en un estruendo tan ensordecedor que, por un momento, Alyssa deseó estar bajo tierra, lejos de la ruidosa celebración. La festividad conmemoraba el día de la caída, un aniversario que le traía recuerdos amargos, pues en ese día había perdido todo lo que amaba sin entender el motivo.
A pesar de la constante demanda de los vítores y aplausos de la multitud que se filtraban a través de las ventanas cerradas del castillo, Alyssa se mantuvo aislada. Su mente estaba en tumulto mientras el eco de las celebraciones rebotaba en las paredes de su habitación, que a pesar de su grandeza, parecía pequeña y opresiva en esos momentos. Se sentó en un sillón de terciopelo negro, su mirada fija en el tapiz que adornaba la pared frente a ella. Los bordados dorados representaban escenas de batallas gloriosas, contrastando dolorosamente con su propio sentimiento de derrota y encierro.
Adam había preguntado una última vez si ella asistiría a la celebración, pero pronto se dio cuenta de lo egoísta que había sido al invitarla a conmemorar un día que no hacía más que recordar su propia pérdida. No podía evitar sentir que su presencia allí era un insulto a su sufrimiento, un recordatorio constante de lo que se le había arrebatado sin explicación.
El silencio de la habitación fue abruptamente interrumpido cuando Aziel irrumpió, su furia palpable en cada paso que daba. La ira se reflejaba en su rostro mientras se acercaba a Alyssa, sus ojos chisporroteando con una furia contenida.
—¿Saliste de aquí? —demandó, sujetándola por los codos con una fuerza que la hizo estremecer.
Ella guardó silencio, lo que solo avivó el enojo del muchacho. Con un movimiento brusco, la lanzó al suelo, y Alyssa cayó sobre su espalda, quedándose sin aliento por unos segundos. La alfombra de la habitación amortiguó su caída, pero no pudo suavizar el golpe al suelo ni el dolor que sintió.
—No sé cómo lo hiciste, sombra repugnante —el desprecio en su tono era palpable—, pero te juro que acabaré contigo —caminó hacia ella mientras se levantaba, el brillo de los candelabros reflejándose en su rostro enrojecido.
—Yo no he salido —respondió con escasa calma, su voz temblando al tiempo que su mente intentaba procesar la intensidad de la situación—. Puedes preguntarle a los guardias que permanecen en la puerta.
—¿Hablas de los guardias que perecieron? ¿De aquellos cuyas cuencas oculares solo son huecos oscuros? — Tomó una pausa, su expresión endureciéndose—. Conozco su forma de matar, lo he visto de cerca —respiró hondo—. Y vi lo que les hiciste a mis hombres cuando llegaste aquí —la empujó contra el sillón, su furia incontrolable—. Voy a matarte.
—¡Yo no he salido de aquí, y no le hice nada a nadie cuando vine! ¡Lo único que hice fue huir y casi morir! —dijo alterada—. ¡No sé qué ocurrió ahí, pero yo no soy la autora de ello!
—¡Pasaste años abriendo ese portal, sabiendo que no quedaba nada de lo que una vez fue tu reino! —gritó, su voz resonando en la habitación—. No sé qué les pasó a los tuyos, pero ciertamente se lo merecían, y quien lo efectuó tiene todos mis respetos y admiración! —la miró a los ojos, buscando ver algún gesto de indignación, pero solo recibió la frialdad de su mirada—. No debió quedar ninguno, debieron matarlos a todos —se acercó más a ella—. Se nota que siempre has sido cobarde. En vez de enfrentar tu destino de muerte, decidiste huir.
—¡No! Lo único que se nota aquí es que quieres ser tu padre. No tienes un carácter propio, eres solo una mera copia de lo que él es —se acercó a él mientras este retrocedía—. ¡No sabes nada de lo que pasó ese día! Tú no lo viviste, no estuviste ahí. Yo escuché los gritos de todos y cada uno de los que fueron masacrados, vi sus gestos de dolor y decepción! Yo... —se detuvo—. Yo escapé porque no tenía oportunidad de triunfar, porque no había forma de deshacerse de ese ser.
—No había forma de hacerlo cambiar de opinión —pensó, mientras las palabras de Alyssa resonaban en su mente.
Las palabras de Alyssa despertaron la curiosidad del príncipe, la tensión en la habitación palpaba como un peso insoportable.
—¡Tú viste quién fue! —no era una pregunta—. Tú sabes quién hizo todo y te quedaste callada. Por eso huiste, porque tenías miedo.
—Sí, tenía miedo, ¿y qué? ¿Tú nunca has sentido miedo, señor perfecto? —cuestionó, su voz cargada de un desafío desesperado.
—¡No, yo nací para ser guerrero, y nosotros no sentimos miedo! — Su voz era firme, pero en su mente, un recuerdo doloroso resurgió. Cuando su madre llegó mutilada y sin un solo sentido vivo, sintió un terror que nunca antes había experimentado. El caos del día había sido abrumador, y el miedo se había apoderado de él en aquel instante.
A las afueras del castillo, el ruido persistente se había convertido en un estruendo ensordecedor, un manto de caos que había ignorado, suponiendo que los aldeanos estaban simplemente entretenidos con sus disputas. Sin embargo, algo lo instó a abrir la puerta, y lo que encontró fue el cadáver de su madre, tendido en el suelo frío, una imagen de horror y desesperanza.
•••
—Adam —llamó Aziel, captando su atención—. ¿Has sacado a la demonio de mi habitación? —preguntó con desdén.
—N... no —respondió Adam, aterrorizado ante la posibilidad de que Alyssa se hubiera escapado. La ansiedad en sus ojos era evidente.
Aziel suspiró, llevándose las manos a la cara—. Han aparecido muertos los guardias que custodiaban mi puerta —se detuvo—. La llevé a esa torre precisamente porque está protegida y para vigilarla de cerca, ya que mi padre no puede hacerle daño como a los demás —lo miró a los ojos—. No estoy seguro, pero esa cosa que vimos el otro día puede haber encontrado una brecha para entrar. Esa cosa la quiere a ella y no creo que se rinda fácilmente.
—Aziel —dijo Adam con calma—. Ella no es mala, solo ha sufrido mucho. —Se acercó, su tono suave—. Ninguna de las mujeres que capturamos tenía alas, pero ella sí, y ya se las habían quitado hace tiempo. ¿No crees que sería mejor dejarla ir?
—¿De qué demonios estás hablando, Adam? —gritó Aziel—. ¿Te has enamorado de ella?
—No, solo es que...
—Olvídalo, no quiero saberlo —interrumpió Aziel antes de marcharse, sus palabras cargadas de desdén y una frustración palpable.
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Oscuros: El Árbol Del Centro
Lupi mannariNo es necesario leer las demás para comenzar esta. Reinos Fragmentados #2 En los desolados territorios cruzados, Alyssa, una oscura fugitiva, ha encontrado un breve respiro bajo la protección de una cruzada que une humanos y oscuros. Sin embargo, s...