Así, en la quietud de esos momentos, se revela la paradoja de la melancolía: un estado de aparente tristeza que revela verdades luminosas. Es un recordatorio de la complejidad de la vida, de la dualidad inherente a nuestra naturaleza, y de la capacidad de encontrar belleza en los rincones más sombríos. Son los momentos de melancolía los que nos enseñan a apreciar cada matiz de la existencia, a abrazar nuestras contradicciones y a encontrar significado en la intersección entre la luz y la penumbra. Un rincón donde la sonrisa baila con lágrimas sinceras, y la importancia se difumina, dejando al descubierto la esencia misma de la existencia.
Mna.n
—Es una niña—, el veneno goteaba de su voz con cada palabra que dejaba escapar.
—Sí, majestad —susurró la exhausta mujer que acababa de dar a luz, su voz apenas un hilo.
—No has sido capaz de darme un hijo varón; nunca has sido útil para nada—. El rey salió furibundo de la habitación, rumiando sus próximos pasos.
Urgía un heredero, un varón, para perpetuar su linaje. No deseaba niñas delicadas en su descendencia, niñas que aprovecharan su condición de princesas para socavar su autoridad.
•••
Quizás algún día dormiría tan mal como aquella noche, pero algo era incuestionable: jamás hallaría a alguien con un corazón más puro que Adam; era un niño forzado a asumir roles de adulto, un cachorro huérfano, un alma desamparada.
El joven príncipe se dedicó a curar todas las heridas infligidas por su hermano, mitigando cada dolor en su cuerpo mientras mantenía un silencioso estoicismo. Adam era un pequeño faro de esperanza en la noche más oscura que podría experimentar.
No sabía en qué punto de su vida había comenzado a buscar buenos corazones.
Vendó sus muñecas, masajeó sus hombros y utilizó sangre de vampiro para apaciguarla. Sin duda, él era quien merecía ascender al trono; poseía todas las cualidades de un verdadero rey, era distinto a su padre y a su hermano; y eso ya era mucho decir.
—¿Por qué no te casas conmigo? Nadie podría tocarte ni osar decirte nada—, propuso Adam, buscando una solución a sus aflicciones.
—Ya estoy casada con alguien—. La confesión de Alyssa sin duda sorprendió a Adam; sin embargo, en su voz se percibía un leve suspiro de alivio.
—¿Qué? ¿Y dónde está tu esposo? ¿Por qué te ha abandonado? — La mente inquisitiva del joven príncipe estaba llena de preguntas que ella no sabía cómo contestar.
—No está—, respondió con sencillez.
—¿Y por qué no te casas de nuevo?—preguntó, esta vez con un atisbo de esperanza.
—Nosotros no podemos casarnos más de una vez, nos unimos a nuestras parejas y eso es irreversible.—, explicó Alyssa, sin rastro de tristeza. —Mi esposo desapareció hace muchos años.
—No pareces estar triste—, observó Adam, buscando su mirada.
—Fue un matrimonio arreglado. Su familia poseía riquezas y la mía las necesitaba. Acepté porque me prometieron algo a cambio, pero nunca cumplieron su promesa. — Esta vez, la tristeza teñía su voz.
—¿Y qué era eso que tanto anhelabas?—, inquirió.
Alyssa solo lo miró y esbozó una leve sonrisa.
—Tiene una sonrisa hermosa—, fue el único pensamiento que cruzó por la mente de Adam en ese momento.
—Aún lo anhelo—, murmuró para sí misma.
—Puedes confiar en mí, soy tu amigo—, le aseguró Adam, notando su renovado silencio.
—Lo sé, Adam, pero hay cosas que es mejor mantener en silencio; no vale la pena recordar lo que anhelaba en el pasado. Ahora ya no puedo tenerlo.
—Nunca podría...— reflexionó.
—Estabas enamorada de alguien más, ¿verdad?—, preguntó, desilusionado.
¿Era eso? No, podría haber estado enamorada de alguien más cuando contrajo matrimonio por conveniencia, pero eso no sería ni de lejos lo que realmente anhelaba.
Miró por la ventana justo cuando Aziel irrumpió en su momento de paz.
—Mi padre desea verte, no deberías tardar.
— ¿Qué podría necesitar un lobo de mí para requerir mi presencia? — inquirió Alyssa con firmeza.
— No me interesa qué asuntos tenga mi padre contigo. Apresúrate — dijo Aziel, empujándola suavemente para que avanzara más rápido.
Alyssa entró al salón del rey con paso decidido, consciente de las miradas de desaprobación que la rodeaban. Era la primera vez que el rey solicitaba su visita desde el primer encuentro.
Aziel se mantuvo a su lado, con su expresión impasible como siempre.
El rey, de pie al fondo de la sala, la observaba con una mezcla de curiosidad y desdén buscando en ella lo que no tardó en encontrar.
No se movió cuando la oscura se acercó, manteniendo una distancia que parecía palpablemente fría entre ellos.
— ¿Por qué me has llamado, lobo? — preguntó Alyssa con voz que apenas ocultaba su desconfianza y desdén
Estár rodeada de tantos lugares nos con sus miradas clavadas en ella la enojaba.
El rey la miró fijamente antes de responder con falsa calma: — Dicen que los oscuros tienen el don de ver más allá de lo evidente.
Ella arqueó una ceja, preguntándose hacia dónde iba esta conversación.
El rey se acercó lentamente, sus ojos azules brillando con una intensidad que la hizo retroceder instintivamente.
— He oído que pueden leer el alma de las personas. Dime, ¿qué ves cuando me miras a los ojos? — susurró, casi como si estuviera desafiándola.
Alyssa lo miró intensamente, permitiendo que sus sentidos se extendieran hacia él. Recordó una escena similar en su pasado, pero la descartó al instante.
Sonrió ligeramente antes de responder.
— Veo a un hombre que teme perder el control de su reino. Un hombre que busca aliados porque tiene miedo de que descubran su verdadero ser, un hombre que necesita aprobación. — Respondió finalmente.
El rey se acercó, visiblemente molesto, pero recordando por qué la había convocado, se aproximó lentamente hacia ella.
Alyssa examinó detenidamente cada detalle de la sala, y cuando el rey se inclinó y luego se arrodilló frente a ella, no pudo contener su gesto de sorpresa.
Le complacía verlo así, reconocido como lo que era; un ser inferior ante ella.
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Oscuros: El Árbol Del Centro
WerewolfNo es necesario leer las demás para comenzar esta. Reinos Fragmentados #2 En los desolados territorios cruzados, Alyssa, una oscura fugitiva, ha encontrado un breve respiro bajo la protección de una cruzada que une humanos y oscuros. Sin embargo, s...