Las Cavernas del Sur (parte 1)

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Junjie ya había corrido a pie por siete cavernas, y pensó que un par más no eran nada.

No eran nada si lo hacía por Eli.

Y cuando visualizó esa gran estructura de piedra, semejante a una iglesia, no dudó en entrar haciendo todo el escándalo posible.

—¡Detengan la boda!

Bien, creo que hay que retroceder unos días atrás.



...



Eli nunca fue fan del calor. Las pocas veces que fue a la playa, fueron de madrugada, para contemplar un hermoso y friolento amanecer; o en ocasiones, una fresca puesta de Sol.

Lo primero que pasó al llegar a las Cavernas del Sur, fue la necesidad de quitarse la pesada y abrigadora gabardina amarilla.

Y, aunque no quería hacerlo, sabía no iba a aguantar mucho tiempo con ese tipo de prenda encima.

Pero eso sí, no se separó de ella, incluso si tenía que cargarla bajo su brazo.

Y pues, con Junjie no era diferente, pero él encontró comodidad al poder atársela a la cintura.

Avanzaron en sus meca-bestias por un considerablemente largo período de tiempo. Todos parecían ceder un poco ante el calor, menos Trixie, que aún con el gorro de Igor, parecía imperturbable.

—¡Hey, ustedes!

Un grupo de hombres los rodearon. Les apuntaban amenazantemente con sus lanzas cargadas con babosas carnero, y se movían acorde a una formación de combate.

Eli creía que se veían aún más aterradores con esas pieles de osos sobre ellos. Momentáneamente se preguntó si había osos en las cavernas, pero dejó eso de lado para centrarse en su actual problema.

—¿Eli?

El mencionado volteó al escuchar su nombre.

—¿Tad?

Eli hizo una mueca confusa, que rozaba la incredulidad, al ver que el contrario tenía el torso cubierto de las mismas marcas de pintura que los demás.

Se miraron algo sorprendidos antes de que el más bajo le dijera algo al que parecía ser, el líder del grupo de guerreros.

El hombre de piel morena los miró analíticamente un momento. Hizo una seña con su mano y todos los hombres se retiraron, a excepción de Tad, que caminaba algo nervioso hasta la banda.

—Hey.

—Hey.

Aunque Tad lo negara o Eli diga que no sabía, fue un agradable reencuentro para ambos.

—Esperaba que vengan en cualquier momento, pero es fue rápido.

Eli sonrió.

—Ya nos conoces.



...



Tad les guió hasta la aldea central. Varios pobladores no les despegaban la vista, y otros no disimulaban los cuchicheos.

En fin, un incómodo trayecto para la banda. Incluso para Tad, quien sabía de lo que probablemente estaban hablando.

Pero dejaron a la gente atrás al llegar a las faldas de una gran pirámide de piedra, muy similar a la de cierta cultura de la superficie.

—¿Eso no...?

—Sí, Eli. Totalmente una referencia.

Rieron de su propio chiste, dejando un poco descolocada a la banda.

Antes de entrar a lo que parecía el vestíbulo, Tad les miró serio.

—Escuchen. El Rey tiene una hija algo especial... ¿Saben qué? Olvídenlo, ella es una perr...

—¡Tad!

El mencionado rodó los ojos.

—Decía: su carácter no es el mejor. Si quiere algo, lo tiene; y si no, se asegura de que nadie más lo tenga. Es astuta, y aún no entiendo cómo consigue manipular tanto a su padre.

>Sé que vienen por esa cosa de las Cavernas Profundas en Bajoterra. Aquí no hay nada, de eso ya me aseguré. Pero si quieren revisar, tendrán que pedir la autorización del Rey.

>Sean cuidadosos con lo que dicen. Te hablo a ti, Pronto.

—Nadie aprecia el alto dialecto de Pronto —se defendió el topoide.

El muchacho azul negó con la cabeza, divertido por las palabras de su compañero. Admiró la enorme estructura frente a él, recordando todas las clases de historia en las que hablaban de las culturas de América.

Miró a Junjie, este al sentir su mirada se volteó a verle. El mayor le hizo una seña con la cabeza, indicando que lo más prudente era avanzar con cuidado.

Aunque Eli no se preocupaba mucho, él ya sabía que el asiático le cuidaba la espalda.



...



Si afuera la pirámide se veía grande, adentro era ridículamente mayor.

Todos se habían bajado de sus meca-bestias antes de entrar a la sala del trono, pues se exigía alto respeto ante el Rey Tala y la princesa Kimana.

Y bien, Tad dijo que era mala. Pero Eli estaba aterrado bajo la mirada de hiena que poseía la joven.

—¿Qué es lo que desean, extranjeros?

Eli y Junjie dieron un par de pasos al frente, manteniendo una aceptable distancia.

—Mi nombre es Eli Shane, y él es Junjie, descendiente de Yang. Hemos venido desde diferentes conjuntos de cavernas debido a que un gran mal se ha establecido en las profundidades de Bajoterra, las Cavernas del Oeste.

>No es originario de ahí, por eso hemos estado en búsqueda de su origen y algo que pueda detenerlo. Y sería muy amable si nos diera el acceso a las Cavernas Profundas desde aquí.

Burpy y Joo Joo saltaron a los hombros de sus lanzadores, tratando de aportar credibilidad a las palabras del joven.

El Rey les observó con una expresión solemne mientras una Infierno se posicionaba en su hombro, dando un mensaje silencioso al par de lanzadores.

—Para corroborar sus palabras, joven Shane, necesito una garantía. Mi pueblo y yo nos hemos regido por las tradiciones que dejaron los primeros pobladores, por lo que necesitamos formar una alianza. Entonces, dime: ¿qué puedes ofrecerme, Mediador del Oeste?

—Podemos ofrecerle completa lealtad el tiempo que permanezcamos aquí. Y si alguna vez las Cavernas del Sur necesitan refuerzos, podrán contar con todo el apoyo del Este y Oeste.

El Rey pareció pensarlo un poco, pero aparentaba aprobación. Sin embargo, antes de decir algo, la princesa Kimana le susurró algo a su padre. Este pareció pensarlo un poco más. Finalmente, habló:

—Como dije, mi pueblo es muy tradicionalista. Nuestras formas más comunes de establecer alianzas es por medio de uniones maritales, y parece que le has agradado a mi hija.

>¿Qué me dices, extranjero?

Algo dejó de funcionar dentro de Eli. Quiso mirar a Junjie y tratar de tranquilizarse, pero a penas podía moverse. Solo podía articular breves balbuceos, pero alcanzó a decir:

—No...







¡No he muerto!


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