Capítulo 4

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Jisoo's POV

–Doctora Kim, le hice una pregunta.–La voz del médico adscrito me sacó de mis pensamientos cuando tenía frente a mí a la paciente recién aliviada con la cara totalmente roja y el sudor escurriendo por su frente.

–Disculpe doctor, me fui por unos...

–Tiempo de pinzamiento y corte de cordón umbilical en el recién nacido.–Preguntó mientras escuchaba al prematuro llorar. Me tragué mis nervios  y respondí.

–Un minuto, doctor.–El hombre me miró no satisfecho y repasé las cosas en mi cabeza cuando Nayeon respondió.

–Entre el primer y tercer minuto, se recomiendan los cortes tardíos según la Organización Mundial de la Salud.–El adscrito asintió y dejó que Nayeon cortara el cordón.

Todo resultó bien, pero me sentía algo inútil. Sabía la respuesta pero sólo había salido la mitad de ella y ese era mi mayor defecto, lo nerviosa que me ponía cuando tenía cerca a los médicos adscritos, eran tan intimidantes a veces con sus caras largas y ceño fruncidos.

Me quité el equipo quirúrgico y me saqué la pijama, eran casi las ocho de la mañana y estaba exhausta de pasar la guardia en ginecología por más de 32 horas seguidas.

–Hey, ¿nos vamos juntas?–Volteé y era Nayeon.

–Si, yo te llevo.–Nayeon y yo éramos amigas desde el inicio de la facultad, a diferencia de mi ella era segura y tenía una confianza que cualquier introvertido quedaría pasmado.

–Dios, acabamos de cambiar guardias y no aguanto el sueño.–La miré y reímos. Parecíamos dos mapaches.–Sólo faltan unos años más para terminar la especialidad, no te preocupes.

–Sí, Nayeon, sólo unos años.–Dije con sarcasmo.–Odio al doctor Won.

–Todos los internos y residentes lo hacen, pero Lee no pudo cubrirlo. Creo que su esposa se enteró del amorío con la residente de dermatología.

La miré con los ojos abiertos.–¿Vanessa?–Mi amiga asintió.–Jesús.

–Yep.–Dijo Nayeon.–¿Por qué los médicos son así? Ya sabes, siempre están coqueteando con las internas y siéndole infiel a sus esposas.

–No se puede esperar mucho de los hombres en general.–Dije riendo.

–Hey, te gustan igual.–Dijo mi amiga.

–Si pudiera elegir sólo me quedaría con las chicas.–Giré el volante entrando a la calle principal donde vivía mi amiga.

–¿No te ha buscado Miyeon?

–No...hace mucho que no hablamos y para serte honesta me siento de maravilla. La relación era muy inestable a pesar de lo mucho que la amaba.

–Y pensar que hace un año venías llorando a mi puerta como un gato abandonado.–Miré a Nayeon y reviré los ojos.

–Qué insoportable.–Reí y estacioné el auto.

–Yo también te quiero. Nos vemos el lunes.–Bajó del auto y manejé a mi departamento.

Estaba segura de que no podría dormir eternamente cuando llegara a casa pero estaba feliz de igual forma. Hace unos meses había sido seleccionada en el examen nacional para hacer mi especialidad en ginecología y obstetricia y no podía estar más feliz. El único problema era mi alimentación, era terriblemente mala y parecía un tofu viviente.

Mi vida siempre había sido así, de arriba hacia abajo como una montaña rusa, sin tiempo para dormir y mucho que estudiar, iba a fiestas de vez en cuando pero a veces sólo quería estar acurrucada en mi cama. Pensé en comprar algo de comida pero recordé que sobró algo de pizza del sábado y preferí no gastar el dinero que habían mandado mis padres. Abrí la puerta del departamento que en realidad era un duplex, y aunque no era tan grande era acogedor.

–¡Jisoo!–La voz de la vecina me detuvo antes de entrar.–Te traje a Dalgom, está algo inquieto y mejor lo traje yo misma.

Dalgom era mi pequeño perrito, era blanco y sus ojos eran como dos canicas negras.–Hey, gracias por cuidarlo Wendy, estuve de guardia mucho tiempo, te lo recompensaré un día de estos.

–No es nada, me gusta estar con él aunque sea algo travieso.

Tomé a Dalgom en brazos y comenzó a lamerme.–¿Tienes hambre, bebé?–El perrito comenzó a mover la cola y a acelerarse un poco más.

–Bueno, debo irme porque estoy exhausta, gracias de nuevo, Wendy.

La chica me sonrió y entré a mi departamento tirando la mochila sin apuntar a algún lado.

Llené el tazón de Dalgom y me di una ducha. Debía comprar algunas cosas para hacer de comer por mi cuenta, no podía vivir de pizzas y hamburguesas, no era la mejor cocinando pero no creo que fuera un reto tan grande.

Al salir de la ducha me coloqué ropa y me tiré en la cama, cayendo en un sueño profundo.

Rosé's POV

No recordaba la última vez que me sentí tan miserable. Miré mi reflejo frente al espejo, mi cara estaba apagada y las ojeras eran bastante notorias. Solía pasar la mayoría de mis días en mi habitación, acostada en la cama mirándome en el espejo que estaba frente a mí. No me preocupaba por el trabajo, era la dueña de una gran línea de restaurantes que mi padre había dejado a mi nombre para seguir su sueño de viajar por el mundo junto con mi madre. De vez en cuando firmaba convenios o hacía cosas necesarias para mantener la cadena de restaurantes pero no solía salir mucho y no me apetecía de todas formas.

Mi contestadora sonó entre el silencio de la casa hasta que automáticamente me dejó escuchar el mensaje. ''Rousé, ¿puedes por favor coger el teléfono? ''.

Era Lisa de nuevo, lo más probable es que fuera uno de sus muchos intentos por hacerme salir de la casa pero no tenía ánimos la mayoría de las ocasiones. Extrañaba llegar a casa y verla esperándome con una sonrisa y sus chistes malos, que eran tan malos que te hacían reír.

Me levanté al escuchar el timbre, no recordaba haber pedido algo o esperar a alguien, a menos que fuera...

–¡Joder!–Grité al tropezar con la esquina de la puerta.–¡Ya voy!–Dije acercándome con una mueca de dolor.

–Buenos días, ¿señorita Rosé?–Asentí.–Le llegó un paquete de Bolivia, disculpe el retraso pero los envíos han estado algo lentos por el cambio de empleados.

–¿Bolivia?–El hombre me pasó la hoja para firmar la recepción del pedido.–Oh, ya veo.–Era de parte de mis padres, la última vez que había sabido de ellos fue hace un par de semanas cuando enviaron postales de África.

–Es todo, señorita. Que tenga un buen día.

–Gracias.–Dije y entré a la casa para abrir lo que habían mandado. Era un tarro de mediano tamaño con lo que parecía sal. También mandaron algunos dulces que supuse eran típicos en Bolivia. La caja venía con una carta, solían mandarme cosas de cada lugar que visitaban, no recordaba qué número de envío era este, pero rozaban los 23.

''Rosé, si te llegó esto es porque estamos en estos momentos en Salar de Uyuni, Bolivia. Ojalá estuvieras aquí con nosotros para ver lo precioso que es. Te dejamos una foto anexada a esta carta. Viajaremos un poco más por latinoamérica antes de volver a casa. Recuerda comer bien, dormir y salir a explorar la belleza del mundo, ella lo hubiera querido igual.

Con amor, tus padres.''

Miré la foto y era verdad, era como si el suelo hubiera creado un espejo tan gigante como el mismo cielo, la arena que habían mandado era del mismo lugar. Sonreí por unos segundos y coloqué el tarro en el estante junto con otros regalos de ellos.

Cuando lo dejé ahí miré la foto que estaba al lado, era una foto de Irene y yo dos años atrás en nuestro cuarto aniversario capturada por Lisa. La tomé entre mis manos limpiando el polvo de su cara. Lucía bastante feliz ese día. Siempre había sido así, era tan jodidamente lista pero a veces, cuando estábamos solas se comportaba como una niña de cinco años que quería acurrucarse mientras le hacía caricias.

Fue ahí cuando me sentí vacía de nuevo y completamente sola, la extrañaba y sentía que no podía seguir viviendo si no la tenía a mi lado nunca más.

angel [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora