Día 18

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-Hace exactamente una semana desde que Mari no viene a clases...- pensaba mientras veía su asiento vacío. La clase era aburrida y no ponía mínima atención en ella. No podía tener mi atención en algo que no fuera disculparme con Mari.

-vamos- sentí un golpe en mi cabeza que me hizo levantarme bruscamente de mi asiento para ver a Dia mirándome seriamente como siempre.

Volteé hacia todos lados del salón que ahora se encontraba vacío. Las clases habían terminado.

Me levanté desganada y tomé mi maletín para salir junto a Dia. Desde que Mari no viene a la escuela este pingüino se a ofecido a acompañarme a casa para darme consejos motivacionales. Dice que debería pedir disculpas, eso lo sé. Pero no puedo sólo ir y decir "hey, perdón por llamarte interesada".

-¿entonces lo harás?- la voz de Dia me sacó de mis pensamientos.

-ah, sí- dije como si nada. Me había acostumbrado a contestar sin poner atención.

-entonces ve ahora- me dió un leve empujón haciéndome soltar la bicicleta que llevaba en las manos y me percaté de que estábamos frente a la casa de la familia Ohara. ¿cómo no me dí cuenta de en qué dirección estaba caminando?

Volteé a ver a Dia una vez más, ella se golpeó la frente con su mano y fué a mi lado.

-no seas tan cobarde- dijo para tocar el timbre y salir corriendo. Entré en pánico. Me había dejado sola y no había vuelta atrás, si huía sería una falta de respeto. Además comenzaba a escuchar como lentamente se abría la puerta, si salía corriendo seguramente me verían.

-¿qué es lo que necesita?- me preguntó la madre de Mari en un tono amenazante.

-vengo a hablar con Mari- dije firme ante la manera de hablar de la señora Ohara.

-¡claro! Pasa, está en el balcón- su repentina amabilidad me hizo creer que algo no estaba bien, pero extrañada comencé a caminar en dirección al balcón que daba a la playa.

Y entonces la ví.

Tan hermosa como siempre, con su atención fija en el mar. Pero en brazos de quien pensaba yo, era su prometido.

Verla así me dolía. Pero a pesar de ello, cuando ví sus ojos supe que esto no era lo que ella quería. No mostraba felicidad, ni afecto.

-Mari- dije en el tono más suave que pude. Ella volteó a verme, deshaciéndose del abrazo del chico. Aproveché la oportunidad y corrí a abrazarla.

Justo como lo pensé, sus ojos se iluminaron ante mi acción. Una alegría me recorrió al darme cuenta de que era la única persona que la hacía sentir de esta manera.

-te he extrañado tanto. ¿por qué no has ido a la escuela?- pregunté acariciando su cabello.

-¿esta es Matsuura?- preguntó el joven con el mismo odioso tono de voz que la madre de Mari.

-en efecto- contestó la reina de Roma entrando por la puerta- necesito que haya una considerable distancia entre ustedes.

-¿esque no ve que esto no es lo que su hija quiere?- pregunté mirándola desafiante al quitar mi abrazo de Mari.

-¿qué podrías saber sobre lo que ella quiere?

-más que usted. Porque yo si sé escucharla.

-Kanan, es inútil...- Mari habló.

-No- le contesté- yo puedo hacerla mucho más felíz que... Él- dije de manera despectiva mirándolo. Era el típico chico que creía que podía conseguir lo que fuera con su belleza y el dinero de su padre.

-Le pido que se retire. No quiero que mi hija tenga que sufrir hambre- me molestaba demasiado. Puede que no tenga mucho dinero, pero claro que podría mantener una familia y lo más importante, hacerla felíz.

Pero daba igual lo que dijera. Era obio que la madre de Mari jamás me dejaría estar con su hija. Siempre ha sido así.

-me... ¿me dejaría despedirme de ella?- dije en tono trizte- no me la llevaré por mucho tiempo. Ví como la señora Ohara miró al chico.

-tsk, como sea- contestó con los brazos cruzados.

-gracias- mencioné para tomar del brazo a Mari y salir de su casa.

Levanté la bicicleta del suelo y le indiqué que se subiera en ella. Me hizo caso y me abrazó de la cintura para no caer, como cuando íbamos juntas a la escuela.

Comencé a pedalear. Me sentía más relajada de esta manera.

-¿a dónde vamos?- me preguntó.

-no lo sé- contesté.

-quisiera que... Pudiéramos estar juntas...- dijo apoyando totalmente su cabeza a mi espalda.

Frené la bicicleta de jalón e inmediatamente me baje de ella aún sosteniendola, para que Mari no cayera al suelo.

-¿Qué...?- dí un corto beso en sus labios.

-claro que lo estaremos- dije juntando nuestras frentes unos segundos, para después darle la espalda.

-no, no lo estaremos. Después de esto mi madre no me dejará volver a verte, me casaré con un idiota, me llevarán de Japón y...- su voz se empezaba a quebrar cada vez más, así que sin dejarla terminar de hablar solté

-escapemos...- miré de reojo a Mari.

-¿Eh?- fué lo que dijo con lágrimas en sus ojos, pero sin escaparse de ellos.

-escapemos juntas...- acababa de decir una total locura, que sonaba bastante lógica para mí.

Ella tenía una cara sorprendida, pero segundos después la cambió por una sonrisa.

-me parece bien...- contestó. Volteé nuevamente y subí a la bicicleta, más animada de lo normal.

Pedaleé con más fuerza que nunca, esta vez con mi destino en mente y una sonrisa decidida. A la vez pensaba en todo lo que implicaba lo que estábamos a punto de hacer Mari y yo. Tendríamos que dejar la preparatoria, cambiar de ciudad, dejar a nuestras amigas atrás... Al menos por un tiempo, Mari dejaría su fortuna, tendríamos que conseguir un trabajo, un hogar, pero no importaría. Porque estaríamos juntas. En ese momento nada más importaba y no pensábamos en otra cosa que no fuera nuestro amor. Estaba segura de que ambas pensábamos lo mismo.

-nuestro amor...- dije cantando.

-será para siempre...- continuó con el ritmo Mari.

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Lo único que tengo que decir es que lamento la tardanza:c

cómo conquistar a una chicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora