CAPÍTULO 24.

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Joe Douglas

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Joe Douglas.

Cómo todos los días desde que Anie no estaba, al despertar no tenía ánimos, pero mamá ya me esperaba con la comida en la mesa, bajé y comí solo un bocado, cada vez me sentí más débil, me hacía daño a mí mismo, pero había algo en mi cabeza que no me dejaba darme cuenta de ello, que me hacia simplemente ignorarlo.

Han pasado dos semanas desde que vimos las cámaras de seguridad y aún no hay noticias buenas por parte de los policías.

Estaba decidido a salir de aquí e ir al lugar al que Anie y yo acostumbrábamos a ir. Necesitaba pensar y desahogarme, quería entrar y sentir de nuevo el mar mojando cada centímetro de mi piel, lo necesitaba.

—Mamá. —Dije mientras me levantaba.

—¿A dónde vas, Joe? Aún no te terminas el desayuno. —dijo algo molesta.

—Iré a la playa, lo necesito.

—No, termina de comer y vas.

Hubo un gran silencio por parte de ambos, el cuál rompió mamá en un instante.

—No estás bien, Joe. Necesito que te dejes ayudar, déjame ayudarte. —dijo con un gesto de súplica.

—No mamá. No estoy bien, nada está bien desde que Anie falleció. Y ahora ... ¿cómo quieres que siga sin ella? Te lo juro mamá, jamás me sentí tan roto como cuando tuve que decirle adiós amándola tanto. Nada está bien, ni lo estará pronto, déjame vivir mi duelo, aprenderé a vivirlo a mi manera, ya que saque todo, solo tal vez así vuelva a ser yo. Mientras no. —Mis lágrimas caían poco a poco por mis mejillas. — Solo...la quiero de vuelta.

—Quizá deberías comenzar a aceptar que no volverá por mucho que le llores. Solo te haces daño. — su cara mostraba seriedad y se dirigió a la cocina.

Mi corazón se hizo añicos, mis piernas temblaban y mis lágrimas comenzaron a salir con más fuerza, justo las palabras que no quería escuchar, fueron las palabras que más me dolieron por parte de mi mamá. Salí de inmediato de ahí y me subí al auto, conduje hasta llegar a aquella playa que había estado visitando diariamente.

Sabía que debía soltarla y sacarla ya de mi vida, sabía que no podía estar así más tiempo, sabía que debía avanzar y empezar a hacer cosas para mí, pero...cuando toda tu vida gira en torno a una persona y un día despiertas y ya no está, ¿cómo puedes sacarla tan fácilmente? Creo que estaba cayendo en cuenta de que con mi tristeza estaba dañando a mi mamá sin pensarlo, estaba dañando a la persona que más quería, se preocupaba por mi bienestar, pero no era tan fácil como para decidir un día ya no llorarle al amor de mi vida.

Cuando llegué al lugar, me quité los zapatos lo más rápido que pude, me bajé y podía sentir la arena colarse entre mis dedos, caminé por la orilla del mar, sintiendo las pequeñas olas chocar con mi piel, algo me decía que no entrara, así que fui a sentarme, me senté a observar el cielo, el mar. Por un momento, recordé que justo así estuvo Anie la última vez que su corazón latió, solo disfrutando...y volví a llorar, tenía mi cabeza entre mis piernas y solté todo aquello que llevaba dentro, todo aquello que ya no podía contener más.

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