CAPÍTULO 9.

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Joe se sentó a un lado mío, entrelazó nuestras manos con fuerza mientras Margareth servía un poco de agua para nosotros, en eso Joe soltó las palabras como si ya no pudiese tenerlas más tiempo guardadas

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Joe se sentó a un lado mío, entrelazó nuestras manos con fuerza mientras Margareth servía un poco de agua para nosotros, en eso Joe soltó las palabras como si ya no pudiese tenerlas más tiempo guardadas.

—Anie, sé que recuerdas el día que te pedí que fueras mi novia. Ese día estaba muy nervioso, cuando llegue a tu casa, me quede unos minutos más en el auto ya que pude sentir como mi corazón estaba latiendo demasiado lento y comencé a tener dificultad para respirar, se me hizo algo anormal, pero decidí no tomarle mucha importancia ya que estaba confiado que era por nervios o algo por el estilo, pero cuando fui a dejarte a tu casa y llegué a la mía, mi corazón seguía igual; y comencé a sentir un dolor en el pecho que me hizo preocuparme. —Hizo una pequeña pausa, tomó aire y siguió —Me había sucedido antes, pero no tan fuerte, le comenté a mi mamá y me dijo que lo mejor sería ir a un médico para quitarnos de dudas.

—Al día siguiente desperté muy temprano a Joe para que fuéramos, no pude dormir en toda la noche. Me tenía muy preocupada. —Comentó Margareth mientras nos miraba recordando aquel momento, y Joe siguió hablando.

—Fui a que me hicieran unos estudios, claramente no los tendrían en el mismo instante. Me citaron al día siguiente en la tarde, fue cuando te mandé mensaje diciéndote que no podía ir contigo. Espero que no te hayas molestado por eso.

—Claro que no, Joe. No debería porque haberme molestado, estaba preocupada más que nada. Anda, continua.

—Cuando llegué, el doctor me explicó que tenía una enfermedad cardiovascular, que mi corazón no estaba funcionando bien. Y qué la única solución era un marcapaso urgentemente. —Se acomodó de modo que estuviéramos frente a frente, y en ningún momento soltó mi mano — Sé que en este momento puedes decir que no es para tanto, pero cuando se trata algo sobre el corazón me da muchísimo miedo, Anie. Soy muy sensible para estas cosas, y solamente se me vienen pensamientos malos.

—¿Pensamientos malos? ¿A qué te refieres?

—Sí, qué tal vez puedas estar pensando en dejarme. —Agachó la cabeza, suspiró y me volvió a mirar — Y es entendible, nadie quiere tomar muchas responsabilidades con un enfermo, siento que nada volverá a ser lo mismo, Anie.

—Joe, no puedes tomar decisiones por los demás, en este momento, me queda ser fuerte para ti. No te voy a dejar, no lo haré. —levanté su cara obligándolo a mirarme— ¿Cuándo será tu operación?

—En una semana.

—Perfecto, ahí me tendrás día y noche, no me interesa si te enfadas de verme todos los días, ahí estaré, y no me iré.

Joe sonrió, me abrazó y me dijo en el oído:

—Te quiero más de lo que te podrías imaginar, gracias por siempre estar aquí.

Lo abracé con más fuerza, en ese momento, sentí como el dolor nos unió como nunca antes lo habíamos estado.

Y de nuevo, sentí cómo Joe y yo éramos parte de un rompe cabezas, que con solo un abrazo se podía arreglar cualquier problema que hubiera en el mundo.

Jamás me había sentido tan querida como me sentí con Joe, no sé de dónde había sacado fuerzas para afrontar la noticia, pero sabía que estaba bien, que nada saldría mal y que a pesar de que era terco y gruñón, me había enamorado de él. Porque vi su lado amable, su lado gracioso, su lado cariñoso. Vi lo que nadie más veía en él.

La mamá de Joe veía con ternura aquella escena, sus ojos color miel estaban cristalizados como si estuviese a punto de llorar, se levantó y se acercó a Joe, al parecer Joe se lo tomó por sorpresa y dijo:

—¿Pasa algo, mamá?

—Déjame abrazarte. —Mientras abrazaba a su hijo, le dijo al oído — Joe, te amo. Todo estará bien, no tengas miedo.

Pude ver cómo Joe se volvía tan vulnerable, como si en los brazos de su mamá volviera a ser aquel niño de nueve años, qué tan sólo con un abrazo de ella sintiera que todo estaría bien de nuevo. Entendía su miedo, la salud siempre es un tema delicado para cualquier persona, más para una persona tan joven que aún tiene unas ganas inmensas de vivir, de cumplir sueños, de salir adelante y ver como todas sus metas se cumplen junto con la persona que quiere, es algo que deseaba para Joe y para mí, aun si el destino decidía separarnos en un futuro. Sería lindo verlo con sus hijos mostrándoles el mar, diciéndoles lo lindo que son los atardeceres y disfrutando la vida, y después de su operación, tenía la esperanza de que todo saldría bien.

• • •

Después de la plática y unas cuantas lágrimas, la señora Margareth se despidió de mí, me dijo que estaba agradecida de que yo estaba en el camino de Joe.

Al subir a su automóvil, Joe me dijo que fuéramos al acantilado que me había llevado anteriormente, ahora que sabía dónde estaba la casa de Joe, sabía que aquel acantilado estaba demasiado cerca de ahí, llegamos directamente a la playa, ya que estaba por salir el atardecer, pude sentir como volvía a ser el Joe de antes, la preocupación no lo estaba dejando ser el mismo.

Se acostó en la arena y me rodeó entre sus brazos. Solamente sentía la respiración de Joe, el aire en mi cara y como aquellos colores rosa y amarillo se reflejaban en mi cara, mirar el cielo era tan relajante, como si estuvieras en un mundo donde existe la enfermedad, el dolor, la tristeza, donde si estabas con la persona correcta, todo era bueno.

Pérdida en mi tranquilidad, pude escuchar la voz de Joe, mirando fijamente el cielo y diciendo casi en un susurro:

—Si un día decide dejarme, solamente espero que encuentres a alguien que te mire como tú miras los atardeceres, no te conformes con menos, Anie.

—Deja de decir que te voy a dejar, es molesto. No sé porque piensas eso de mí. Te quise ayer, y te quiero hoy, Joe. Y con la misma seguridad puedo afirmar que te querré mañana.

—Está bien, tranquila. También te quiero, ¿y sabes por qué?

—No, dime, sería bueno saberlo.

—Porque amas las cosas que todos odian de mí. Y porque eres igual de bonita que un atardecer.

Solamente le sonreí, sus momentos cursis me hacían sentir bien, sabía que me quería, y era lo más importante para mí. En nuestra platica, se metió completamente el sol, estaba oscuro y el único sonido que había era el de las olas. Joe dijo que lo mejor sería que me llevara a mi casa para no preocupar a mi mamá, solamente le pedí unos minutos más, así, acurrucada en su corazón, acompañada del mar y del frío del lugar. Nada podía salir mejor, pero el tiempo pasaba y tenía que regresar a mi hogar.

Cuando me dejó en mi casa, me miró de nuevo, dándome un abrazo y diciendo mil veces "gracias", me besó con tanto amor, y se fue. Esos pequeños detalles quedarían grabados siempre en mi corazón, me consideraba una persona demasiado sencilla, y con el simple acto de la atención, se volvía importante para mí.

Se fue, y cuando me adentré a mi habitación, no pude evitar tener miedo, creo que es lo que nos pasa a todos los seres humanos, una noticia mala y solamente piensas en lo malo que podría suceder, pero en este caso, la esperanza de que todo saldría bien, era más fuerte.

• • •

"Quisiera tener la certeza de que te voy a ver mañana y pasado mañana y siempre en una cadena ininterrumpida de días; que podré mirarte lentamente, aunque ya me sé cada rinconcito de tu rostro; que nada entre nosotros ha sido provisional o un accidente."

—Elena Poniatowska.


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