CAPÍTULO 22. SEGUNDA CARTA.

264 51 12
                                    

14 de noviembre de 2001.

Hola, cariño.

Hoy te sentí lejos, como si tu recuerdo estuviera desapareciendo, tal vez es el día, todo me parece gris, extraño tu aroma, tu sonrisa y el sonido de tu voz. El reloj se ha detenido para mí en aquella triste tarde, la nostalgia me invade todos los días y no sé a dónde ir, de vez en cuando te lloro muy bajito en mi habitación. No puedo evitar llorar, hoy te extraño tanto y tenía que escribirte una vez más para poderte sentir cerca.

Ayer no te escribí porque fue un día calmado, fui a verte a la playa, mamá me regaña por qué dice que aún no ha pasado el tiempo suficiente desde mi operación, pero si me quedo en casa seguramente moriré de tristeza.

No fui al acantilado, siento que aún no estoy preparado para volver a ese lugar, fui a la playa donde te pedí que fueras mi novia, donde ahora descansas en paz.

Caminé por los lugares donde caminábamos juntos...Y sentí un apretón muy fuerte en mi pecho, un gran vacío y pude sentí cómo me rompí otra vez.

Tú muerte suena por todos lados, la radio, la televisión, internet y periódicos. Todo mundo hablaba de aquella chica que solamente se sentó a ver el mar y le arrebataron la vida injustamente. Se unen y piden por ti, no sabes lo bien que le hace a tu mamá eso, Anie. Tú mamá se conmueve demasiado de qué no dejen a su pequeña niña en el olvido y la ayuden a pedir justicia.

Aunque hay muchas personas ignorantes que dicen cosas que realmente no saben.

¿Sabes? Hasta hay personas que dicen que fui yo, que por qué el lugar del incidente está muy cerca de mi casa, que por qué fui la última persona que te vio, que por qué tuvimos una pelea...no saben lo mucho que me duele tu muerte, no saben lo mucho que te amé y aún te amo. No saben nada. No saben que aún le sigo llorando al cielo por qué no me despedí por última vez de ti, porque te fuiste destrozada de aquí.

Estoy perdido en tu recuerdo y no encuentro el camino de vuelta a casa.

Hoy los policías hablaron con tu mamá, me contó que le han dado las pertenencias que había contigo aquel día, tú teléfono no tenía contraseña, así que lo vio.

Había mensajes, al parecer ni tiempo de llamar a emergencias te dio, solo había un mensaje en particular.

Me lo ibas a enviar, decía: "Joe, ayúdame"

Pero nunca llegó, ahí nos dimos cuenta que fue demasiado rápido. Y cada vez me destrozaba un poco más.

Si hubiera llegado aquel mensaje, habría sabido que estabas en peligro e iría a buscarte.

Pero no fue así.

Tú mamá de inmediato pidió que revisaran las cámaras de seguridad qué hay ahí cerca del lugar, parece que más que dolor le dio rabia, tú mamá es muy fuerte Anie, sé que tú también lo fuiste.

Cuando me despedí de ella me dijo "Cuídate y come, no te dejes vencer por la tristeza" Pero eso era imposible, la tristeza ya me había vencido.

Volví a casa, saqué una pequeña caja que estaba debajo de mi cama. La guardé ahí desde que te vi en el estacionamiento, nunca lo supiste, pero guardé todo aquello que me recordaba a ti, sabía que en algún momento me ayudarían a recordarte.

¿Recuerdas cuando nos volvimos a ver en aquella fiesta? Ese día andaba deambulando por el estacionamiento, sin ningún lugar en concreto, reconocí el auto de Ester de inmediato, y con la esperanza de verte me quedé ahí.

¿Ves? El destino quería que nos juntáramos, justo diez minutos después apareciste ahí, un poco ebria y con sudor en tu cara, seguramente habías bailado mucho.

Noté tu nerviosismo, noté tu cara de compasión y de desilusión. Pero aun así eras perfecta.

Cuando me fui, al llegar a casa tenía una sonrisa enorme en la cara, pero mi pecho sintió remordimiento por haberte dejado ahí. Guardé aquel cigarro, estúpidamente le puse fecha "27/Agosto/2001" y lo metí en la pequeña caja, mi mente y corazón estaban convencidos de que debería enamorarte, que esa niña que conocí de más pequeña podría llegar ser el amor de mi vida.

Guardé todo, pequeñas conchas de cada playa que recorrimos, tapas de alguna bebida de nuestros viajes, boletos de cuando salimos con Lauren y Duncan, fotos instantáneas que nos tomó Duncan. Todo, absolutamente todo.

Mi corazón también estaba ahí (metafóricamente, claro), en pequeños pedazos, novecientos noventa y nueve trozos para ser exactos.

El pequeño trozo que faltaba estaba junto a ti, o en cualquier lugar donde estuvieras. Ya no éramos un rompecabezas que encajaba perfectamente en nuestros abrazos, ahora faltaba una pieza, y tú la tenías.

Quiero pensar que la tienes bien cuidada, que cuando leas esta carta sonreirás por qué sabes que siempre te amé. No puedo olvidarte y estoy seguro de que jamás lo haré.

Y es que dime, ¿cómo se olvida a la persona con la que olvidabas todo? Nadie nunca jamás llenará el vacío que dejaste tú, no quiero otros brazos ni otros labios; te quiero a mi lado, te quiero a ti.

Tengo un buen presentimiento, siento que pronto podrás estar en paz, que pronto podré dejarte descansar, sigue apareciendo en mis sueños, sigue dándome señales. Te espero, por favor ven.

Leí que todo vuelve, y yo sigo mirando al cielo y preguntándome si aún te falta mucho.

Creo que solo tengo una última cosa, Anie.

Empiezo a sentir paz, tengo un buen presentimiento. Solamente espero no poder olvidar el sonido de tu risa, espero verte pronto. Te sigo amando con cada parte de mi ser, no te enojes si me descuido, es por ti. Estoy buscando justicia para ti.

Igual, tal vez después de esto pueda verte de nuevo.

Te amé, te amo y te amaré mi niña de bonita sonrisa.

—Con cariño, Joe.

Tú chico de ojos color miel.

999 trozos.[DISPONIBLE EN AMAZON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora