Capítulo I

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"No hay fecha que no se llegue, ni plazo que no se cumpla"

Edimburgo, Escocia
7 de Mayo

Happy Birthday to you,
Happy birthday to you,
Happy birthday dear Candy,
Happy Birthday to —you.

—¡Bravo! —gritaron sus padres colocando una torta de chocolate frente a los ojos verdes de su hija

—Feliz cumpleaños mi niña, ya eres oficialmente mayor de edad —Priscila se acercó a ella y la abrazó

—Gracias mamá —Candy sonrió —no sabía que tendríamos una fiesta privada para tres después que los invitados se marcharan.

—Era necesario para celebrar a nuestra manera —William sonrió —Feliz cumpleaños mi pequeña y traviesa brujita —abrió sus brazos a los que Candy se lanzó sin pensarlo, como una niña pequeña.

—Es una pena que Bert esté estado con nosotros este día —dijo la joven pecosa, mientras comía un trozo de pastel —lo extraño tanto, hace dos años que no lo veo.. bueno no con la regularidad que deseo —sonrió.

—Pronto lo verás con regularidad. —Priscila sonrió —¿dime cariño, has notado algo extraño en tus movimientos?

Candy suspiró, desde la edad de 8 años podía mover objetos con tan solo fijar su mirada en ellos. Algo de lo cual se aprovechaba para hacer una que otra travesura, ganándose de aquella manera el peculiar apodo por el cual su padre la llamaba "Mi Pequeña y Traviesa Brujita" . Para ella todo aquello era como un juego de niña, pero conforme fueron pasando los años, ya no solo movía objetos, fue descubriendo que podía hacer otras cosas, pero no tenía la menor idea de como controlar o desarrollar todo aquello, razón por la cual decidió que sería su secreto y hasta ese momento no lo había compartido con sus padres. La verdad, ni ella comprendía nada de lo que le sucedía, de cierto modo le asustaba pero al mismo tiempo le gustaba.

—No —respondió después de unos segundos.

Priscila y William sonrieron, por mucho que se esforzara en ocultarlo, sus pequeñas pecas la delataban, solían moverse de una lugar a otro de manera graciosa cuando ocultaba algo, además ambos poseían ciertas habilidades y eran capaces de bloquear la mente de la muchacha para que no pudiera leer sus pensamientos.

—Ni se crean que he olvidado vuestra promesa que hoy me darían un regalo especial —negó con su dedo índice —¿En donde está? —preguntó removiendo los regalos que había recibido de sus familiares y amigos.

—No lo hemos olvidado Pequeña y traviesa Brujita, —su padre sonrió —de hecho, está en tu recámara pero no debes abrirlo antes de que hablemos contigo.

—¿Por que tanto misterio? —preguntó la joven achicando los ojos.

—Mañana lo sabras —su madre le dio un beso en su frente —ve a tu habitación y descansa, nos espera una charla muy... larga —alargó de manera graciosa las últimas palabras.

Mientras Candy subía las escaleras, sus padres la observaron detenidamente. Aguardaron hasta escuchar que la puerta de la habitación de la muchacha se abriera y luego se cerrara.

—¿No te parece que debimos hablar con ella esta misma noche? —Priscila se veía preocupada. Conocía a Candy como la palma de su mano y sabia que la paciencia no era una de las virtudes de su pequeña hija.

—Sé que temes que Candy abra la caja antes de tiempo, pero aunque eso suceda, no podrá descifrar nada —se encogió de hombros —necesita la palabra clave y solo tu y yo sabemos cual es.. bueno y Albert, pero él no se encuentra con nosotros en estos momentos —la abrazó

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