Capítulo XX

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Londres.... Época actual

—¿No crees que es tiempo de ponerle un alto a todo esta ola de resentimientos? —William, en nombre de la amistad que nos unió antes de esa noche, te pido que dejemos todo en el pasado atrás y nos enfoquemos en el presente.

—Dejar todo el pasado atrás —William rió con amargura —que fácil es para ti pedir tal cosa, pero te recuerdo que fuimos nosotros los que tuvimos que soportar todas las acusaciones en contra de nuestra pequeña hija —lo miró —dime una cosa Richard, esa noche, ¿En dónde quedó la amistad, el amor y la confianza que nos unía?

—William, reconozco que nos equivocamos al no escucharlos. Pero ponte en mi lugar, todo acusaba a Candice. Carlota y Susana la vieron salir  de la habitación de Terrence, y luego Sara y Elisa aseguraron que la vieron dirigirse hacia el jardín.

—Pero ustedes la vieron dormida en nuestra habitación —arremetió —y no nos permitieron defenderla —apretó los puños —Por causa de todo aquello, tuvimos que borrar los recuerdos de su infancia... sus recuerdos —elevó un poco la voz.

—Nosotros hicimos lo mismo con Terrence y con los otros chicos para evitarles un trauma —cerró los ojos —esa noche, las maestras y en especial la directora Paulina hablaron conmigo y me hicieron ver el gran error que cometimos con ustedes, pero ya era demasiado tarde, ustedes se habían marchado —lo miró —a partir de ese momento he vivido atormentado.

—Y si la duda rondó tu cabeza y corazón, ¿Por qué no nos buscaste?

—¿Me hubieras recibido? —preguntó Richard con una sonrisa triste.

—No, definitivamente, no —respondió William con sinceridad.

—Te das cuenta —Richard aspiró profundamente y luego expulsó el aire —si nuestras esposas han sido capaz de dejar todo atrás, nosotros también podemos hacerlo, por el bien de nuestros hijos ¿No lo crees? —Ellos no tienen porque pagar por nuestros errores del pasados.

Conforme Richard hablaba, William meditaba en cada una de sus palabras y coincidía en que ni Candy ni Terry tenían la culpa de lo sucedido aquella extraña noche. Ellos eran simples víctimas circunstánciales y no merecerían seguir arrastrando las cadenas de indiferencia entre ambas familias. Karen y Albert, sin importarles el resentimiento que dividía a ambas familias, habían luchado para que eso no afectara su relación y hasta ese día, habían conseguido que así fuera.

William estaba dispuesto a hacer lo que fuera porque su pequeña y traviesa brujita volviera sana y salva; y si Terrence era la persona que tenía el poder para conseguirlo, dejaría atrás todo y comenzaría de cero.

Con decisión, William extendió su mano derecha para sellar un pacto de paz, pero aquel acto no le fue suficiente a Richard, y, al igual como solían saludarse en sus tiempos de colegio, lo abrazó de manera fraternal.

—Candice no sabe nada —confesó rompiendo aquel momento, apartándose un poco.

—Y es mejor que no lo sepa —Richard resopló, algo inusual en él —Terrence lo sabe, pero cuando todo esto acabé, hablaré con él y le explicaré todo.

—Richard te confieso que temo por la vida de ambos y mas ahora que sé que... —guardó silencio al escuchar ruidos detrás de un árbol.

—¿¡Susana!? —dijo Richard al reconocerla.

—Buenas noches su excelencia —saludó la joven haciendo una reverencia a ambos hombres.

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