Capítulo VI

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Candy yacía en el suelo en total agonía. Una figura humana que se formaba entre las llamas la sostenía del cuello mientras absorbía su aliento de vida.

La luz de sus preciosos ojos verdes se apagaban poco a poco. El rosado de sus mejillas había desaparecido. Sus preciosos y tiernos labios rosados estaban blancos y su frágil cuerpo antes terso se encontraba lánguido.

—Pecosa resiste —dijo fijando su mirada y haciendo movimientos con su varita mágica. La figura de fuego se lanzó sobre él, pero el circulo mágico de protección que invocó lo mantuvo a salvo en todo momento. Se agachó y tomándola de una de sus manos la introdujo al interior de la barrera de protección y la abrazó para resguardarla del peligro que aún la asechaba —tú eres fuerte no te dejes vencer —le animó.

Mientras una parte de ella iba en caída libre a un pozo profundo, Candy pudo escuchar su voz.

—¡Shhhh!, no hables —dijo Terry al ver como ella intentaba con todas sus fuerzas decir algo. —¡Maldición! —masculló al sentir una fuerte presencia detrás suyo. Tenía que hacer algo, pero no quería dejarla así.

—Terrence

<<¡Gracias Dios!>> —dijo para sí al escuchar la voz de Anthony ingresando al lugar.

Mientras su amigo luchaba contra algo desconocido, Terry enfrentaba otra lucha. Mantener a Candy con vida se había convertido en su prioridad. La recostó en el suelo, agarró  su barbilla y la alzó de modo que su cabeza quedara un poco hacia atrás.

—Perdóname Pecosa, sé que no es nada caballeroso lo que voy a hacer, pero es lo único que se me ocurre —presionó su pecho con ambas manos mientras contaba —Mil uno, mil dos, mil tres, mil cuatro, mil cinco, mil seis, mil siete, mil ocho, mil nueve, mil diez —acercó sus labios a los de ella y sopló; repitió los mismos movimientos hasta que finalmente la muchacha volvió en sí. La alzó en brazos y con la ayuda de su amigo que había controlado el fuego tras vencer a su adversario, bajó de la vieja edificación y la llevó al cuarto de enfermería del Colegio.

Ya habían pasado mas de cinco horas y el joven castaño se negaba a retirarse a pesar de saber que la muchacha se encontraba estable, con algunas leves quemaduras en sus pies.

—Terrence debemos retirarnos —Anthony quien no le quitó la mirada de encima ni un solo segundo, se acercó a él. Era la primera vez que veía a su amigo tan preocupado por alguien a quien a penas conocía, pero lo entendía, la muchacha que acababan de rescatar era sin lugar a duda alguien fuera de lo común. Se dio cuenta la noche que la descubrió robándose los dulces de la cocina del Colegio y la siguió en secreto hasta que fue descubierto por ella. A partir de esa noche, fue su complice en sus traviesas fechorías y se divertía ayudándola. Jamás imaginó encontrar a una chica tan interesante y fuera de lo común dentro de aquellas murallas, alguien que despertara en él un hermoso sentimiento de protección el cual quizás con el tiempo podría convertirse en algo mas fuerte, pero luego de ver la preocupación de su amigo, se daba perfecta cuenta que lo mejor era mirar hacia otro lado.

—No pienso marcharme de aquí hasta hablar con ella y asegurarme que realmente está bien.

Anthony suspiró. Conocía lo obstinado que podía ser Terry cuando se lo proponía.

—Disculpa —el joven rubio detuvo a una joven castaña con uniforme de enfermera.

—Si —respondió ella tímidamente bajando la mirada ya que no le era permitido hablar con los estudiantes de aquel prestigioso Colegio salvo los que llegaban a la enfermería.

—Mi amigo necesita entrar a esa habitación y hablar con la joven que trajimos hace unas horas ¿crees qué puedes ayudarlo a ingresar?

—Me temo que eso será imposible.

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