Capítulo II

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Candy salió del cuarto de baño envuelta en una pequeña toalla la cual cubría su desnudez. Caminó hasta su cama en donde tenía un hermoso conjunto de lencería, regalo de su mejor amiga. Sonrió. Era hermosa, pero bastante pequeña para su gusto.

—¡Oh vaya! —Musitó al ver su reflejo en el espejo —no es tan pequeña después de todo —sacó su lengua —se ve muy hermosa —chasqueó la lengua en señal de aceptación. Se dio un pequeño golpecito en su mandíbula al tiempo que guiñaba un ojo de manera coqueta y se giró

—¡Santo Dios! —tengo los cachetes de fuera —Se carcajeó —jamás imaginé que una pequeña braga podría verse tan bien —palmeó su redondo trasero. —Creo que compraré mas de este modelito, se ven espectaculares... ¡Puf! Y ni hablar de mis bubis —se acomodó el sujetador.

Algo que se movia dentro del closet llamó su atención. Dirigió sus pasos hasta el lugar y se topó con una caja.

—Seguro este es el regalo especial de mamá y papá —dijo mirando minuciosamente la caja.

—¡Por Dios! ¿Que es esto? —dijo soltando la caja tras sentir que se movía.

Las palabras de sus padres resonaron en su cabeza.

<<No debes abrirlo antes de que hablemos contigo>>
<<Mañana lo sabrás >> había dicho su madre cuando ella preguntó porque tanto misterio.

Su curiosidad se activó, al ver el contenido de la caja, la cual se había desbaratado tras caer en el piso.

Comenzó a reír —Aquello era una broma —¿Cómo se le ocurría a sus padres regalarle una varita mágica y una escoba? —¿De verdad se estaban tomando en serio el que pudiera mover objetos como para hacerle ese tipo de regalos? —puso los ojos en blanco —No quería imaginarse lo que le regalarían si supieran su secreto.

—¡Ya sé! —dijo agarrando la escoba —tú harás la limpieza por mi todos los días —la soltó y fijó su verde mirada para dominarla.

—¿Que pasa? —¿por que no haces lo que te ordeno? —se dirigió a la escoba, como si está pudiera responderle —si no eres capaz de obedecer mis órdenes, no te necesito —dijo lanzándola hacía atrás.

—¡Aush! —se quejó acariciando su trasero —¿Por qué hiciste eso, yo no te lo ordené? —le dio una patada y la escoba le golpeó la cabeza —¡Aush! —Eso dolió —se sobó la cabeza y luego se le echó encima —ya verás... —Aush, aush, aush —se quejó varias veces. Aquella condenada escoba le estaba propinando una monumental paliza. Aquello era como para ir a ver al juez y no decirle nada. Cosa de locos para ser mas exacta. Candice Ardley, pelando con una escoba y por increíble que pareciera, aquella endemoniada cosa la tenía dominada, le daba por todas partes. Menos mal que los azotes no eran tan grotescos, de lo contrario terminaría como una vaca pinta. —¡basta! —farfulló frunciendo el ceño —un momento —dijo mientras masajeaba su adolorido trasero —¿Qué demonios está pasando aquí? —achicó los ojos y se acercó de manera intimidante a la escoba como si de una persona se tratara.. algo de locos, y vaya que lo era, quien la mirara en aquella situación la tacharía de descocada —Si yo no te estoy dando órdenes y haces... —abrió sus ojos —¡Oh Por Dios! —no eres una escoba cualquiera, eres una escoba mágica —la escoba se alzó en el aire y se movió de arriba a bajo y Candy lo tomó como una respuesta afirmativa —una traviesa sonrisa se dibujó en sus labios... estaba hablando con una escoba —¿Puedes volar? —se imaginó como una de las brujas de los cuento de hadas —la escoba se inclinó —¿Podemos dar un paseo? —antes siquiera de que Candy reaccionara, la escoba se colocó entre sus piernas ya salió volando con ella a bordo.

—¡Wow! Eso fue fabuloso —musitó la rubia Pecosa una vez regresaron a su habitación —tú y yo seremos muy buenas amigas —dijo entre risillas imaginado las cosas que haría —un momento —dijo recordando que también había una varita —si tu eres una escoba voladora, —se tocó el mentón y fijó su verde mirada en el otro objeto —significa que esto —dijo alzando la varita —es mágica ¿o me equivoco? —no hubo respuesta.

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