Capítulo XVII

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Gales 1490...

Candy se negaba a aceptar lo que estaba sintiendo. La sangre en su interior le hervía por la rabia que sentía. Desde que Terry se apareció en medio del bosque días atrás , las pequeñas hadas no paraban de hablar de él.

<<¡Oh Dios es tan bello, adoro esa recta y perfecta nariz>> —había dicho Milly.

<<Me encanta su rebelde cabello castaño>> —había dicho Sussie.

<<A mi sus preciosos y endiablados ojos azules con eso destellos verdes>> —había Nancy

<<Uf! Ese cuerpo>> —había dicho Dayana —<<¡Por Dios! Tiene un hermoso trasero>> —había soltado con total descaro frente a ella.

¡Si!, estaba celosa. No tenia caso que se lo negara a si misma. ¿Cómo no estarlo? . Las descaradas hadas habían dejado de ser las pequeñas criaturas que ella había visto antes, para transformarse en hermosas jóvenes con una estatura y un cuerpo envidiable.

¡Argggggg! —deseaba sacarles los ojos con sus propias manos a las cuatro que no dejaban de ver a Terry con aquellas miradas tan insinuantes. Batían las pestañas de arriba a abajo y le guiñaban los ojos cada vez que las veía. —Y sus sonrisas tan coquetas... ¡Arggggggg! Eran un sonido dulce pero a ella le sonaban como potentes truenos. Estaba a punto de explotar y podía asegurar que sus pecas estaban haciendo un festín moviéndose de un lugar a otro a causa de la rabia que sentía.

—¿Todo bien Candice? —Sandra se acercó a ella.

—Si —Respondió la joven rubia sin apartar la mirada de aquellas cuatro descaradas hadas que habían rodeado a Terry.

—¿Estas segura? —Sandra siguió su mirada —has estado muy callada desde que ese muchacho llegó.

—Estoy cansada —dijo apartando la mirada —estos últimos días han sido bastante agotadores, me iré a mi habitación, necesito descansar para recuperar energias — volvió a ver una vez hacía donde Terry se encontraba.

—No estarás celosa ¿verdad? —preguntó Sandra divertida.

—Celosa yo —bufó —para nada —forzó una sonrisa.

—Eres muy mal mintiendo ¿Lo sabes verdad? —Sandra señaló sus Pecas —ellas te delatan.

<<¡Maldición!>>

La mayor parte del tiempo, Candy amaba sus pecas, pero en ese momento quería arrancárselas una a una por traidoras, insolentes y delatoras. <<¿Por qué diablos no se quedan en su lugar?>>, <<Las muy entrometidas me echan de cabeza cada vez que miento >> —dijo para si.

Su rabia comenzó a disiparse al ver como Terry se liberaba de las melosas hadas y se dirigía a ella con una deslumbrante sonrisa. Su pobre corazón comenzó un galopeo que hasta su maestra pudo escuchar.

—Al parecer a alguien se le saldrá el corazón de un momento a otro —dijo Sandra en tono divertido —me llevaré conmigo a las cuatro razones de tu molestia; tienes el resto de la tarde libre, así que aprovéchala y diviértete —le susurró al oido y acto seguido se alejó de ella.

Candy tomó una bocanada de aire para tranquilizar las pulsaciones de su corazón, contó mentalmente hasta diez y finalmente consiguió retomar la compostura que había perdido minutos atrás.

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