Capítulo V

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Pasaban de las 10diez de la noche y Candy no conciliaba el sueño. No podía quitarse de su mente aquel arsenal de delicias que vio cuando la puerta de la cocina se abrió mientras ella y sus amigas pasaban por el lugar. Sin poder contenerse más, salió de su habitación dispuesta a extraer un poco de todo aquello.

Llegó a su destino sin ningún contra tiempo, gracias a la oscuridad de la noche que le permitió esconderse bajo las sombras.

Abrió la puerta. La cocina era una gigantesca edificación. Alzó la mirada a uno de los estantes en donde se encontraban unas delicias brillantemente iluminadas. Miró sigilosamente el lugar una y otra vez para asegurarse que no existía ninguna amenaza de ser descubierta. Agarró un paquete de caramelos envueltos en un papel celofán de brillantes colores y los dejó caer en el bolsillo de su liviano abrigo. Sentía una cálida presión contra la frente, como si una gran mano familiar hubiera sido colocada allí, una mano que recibía de buen agrado, por el lento espasmo de bienestar que le producía. Agregó una tableta de chocolate a los caramelos que tenía en el bolsillo. Se movió lentamente por los repletos estantes y tomó tres paquetes más de caramelos de una marca especial. Sus manos le temblaban, sabía que si la descubrían, estaría metida en un gran problema y enfrentaría un castigo, pero la necesidad de adquirir algo de todas aquellas delicias fue mas fuerte que ella.

Cuando se aseguró que no había nadie, salió del lugar sintiendo un poco de culpa y vergüenza, por lo que acababa de hacer. Tocó los bolsillos de su abrigo los cuales iban llenos de todo cuanto le cupo.

Caminó de manera sigilosa por el pasillo que la conducía a una edificación abandonada dentro de las instalaciones en donde ocultaría su motín, por ningún motivo podía llevarlo a su habitación, ya que si las encargadas de la cocina notaban que hacía falta algo, lo primero que harían sería registrar las habitaciones una a una y allí si que estaría en grandes problemas.

Se ocultó detrás de las columnas cada vez que lo necesitó hasta llegar a su destino. Miró hacia todos lados para asegurarse que estaba sola.  Tocó una vez mas los bolsillos de su abrigo. En ese momento, la consoladora presión que sentía contra la frente, fue retirada, volvió la conciencia y con ella el nacimiento de una rápida y familiar agonía. Se quedó quieta mirando la edificación frente a ella, mientras los extraños pero reconocibles síntomas de pánico la golpeaban. Su cuerpo tembló con una súbita violencia. Cerró los ojos para defenderse de ello y sintió la tibieza que se escapaba de sus ojos verdes.

—¡Oh Mi Dios! , —¡Oh Mi Dios! —dijo comenzando a escalar.

A la mañana siguiente, Candy estuvo atenta. Afortunadamente nadie mencionó nada sobre el hurto dentro de la cocina.

Las clases llegaron a su fin y con ello el deseo de repetir la hazaña de la noche anterior. Y así lo hizo durante los días siguientes.

—¡Oh Dios Mío! —musitó para si misma al ver que algo se movía — ¿Quien anda allí? —preguntó con temor de haber sido descubierta en sus andanzas.

****************

Una semana después...

El final de clases llegó, y con él un merecido receso. Las tres amigas se dirigían al lugar secreto que Candy había descubierto por casualidad y en donde se refugiaba algunas veces.

—Hemos llegado —dijo la joven rubia

Annie y Patty no podían creer lo que sus ojos veían. Frente a ellas se encontraba una vieja edificación de dos plantas.

—Yo subiré primero y les lanzaré una cuerda para que escalen.

—¿No era mas fácil traer nuestras escobas?

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