Capítulo IX

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Una inmensa pradera verde adornada por narcisos la rodeaba. Jamás imaginó que un hermoso y paradisíaco lugar existiera realmente. Miró maravillada todo a su alrededor. Se encontraba frente a un volcán. ¿Donde estaba?, ¿Como diablos había llegado a aquel lugar?, no tenía la menor idea, pero tampoco le importaba averiguarlo. En ese momento quería explorar toda la belleza que la rodeaba. Se arriesgaría, aún cuando no contaba con una mochila con víveres, herramientas, armas, instrumentos, linternas y un botiquín con los medicamentos necesarios para aliviar el dolor de sus ampollados pies, tenía la fortuna de contar con su escoba y su varita mágica las cuales le eran suficiente para emprender el viaje hacia al interior de aquel maravilloso lugar.

Subió a su escoba y emprendió su aventura. No le fue difícil llegar hasta la cumbre del volcán. Sonrió y acto seguido descendió sobre su escoba a toda velocidad hasta llegar fondo del cráter. Se detuvo de golpe cuando tres puertas aparecieron frente a ella.

Las estudió detenidamente y después de unos minutos, se decidió por una de ellas. La abrió e ingresó. Su carácter aventurero se activó tras inclinarse y escuchar el sonido de agua en la profundidad de aquel lugar. Se subió a su escoba y emprendió su aventura, adentrándose en un lugar desconocido para ella.

Descendió por un inclinada pendiente, formada por lava seca que tapizaba el interior del cráter hasta llegar al fondo de aquel lugar.

—¿Y ahora qué? —se preguntó al encontrarse frente a dos caminos —debo decidirme por uno de ellos.. pero.. ¿por cuál? —usando su varita mágica comenzó a señalar uno a uno los dos caminos mientras recitaba —: De tin marín de dos pingüé, cúcara, mácara, títere fue, yo no fui, fue Teté, pégale, pégale a quien fue —la suerte fue echada al camino de su lado izquierdo en donde emprendió la marcha sin imaginar lo que aguardaba por ella.

—¡Dios Mio! —musitó un poco asustada ya que después de varios minutos sobre su escoba, el lugar se tornaba más y más caliente. —Tengo sed —dijo al sentir como su garganta se secaba. Se bajó de la escoba. Se sentó y miró todo a su alrededor. Limpió las gotas de sudor que corrían como torrentes por su rostro —Moriré deshidratada si no encuentro agua pronto.

—Golpea con tu varita mágica una de las rocas

—¿Quien ha dicho eso? —preguntó Candy poniéndose de pie rápidamente.

—Golpea una de las roca y brotará agua de ella, no saldrá fresca sino caliente como lava ardiente, debes aguardar hasta que enfríe para que puedas beberla o morirás.

—¿Quién eres y por que te escondes? —preguntó Candy a la sombra que se escondió detrás de una gran roca.

—Quién soy en realidad no importa, lo que verdaderamente debe de importarte es salir con vida de aquí.

—¿Y cómo puedo confiar en ti, cuando te ocultas para que no te vea?

—Porque no tienes otras opción Candice Ardley.

—¿Me conoces?

—Mas de lo que puedas imaginar —le respondió con voz risueña —ahora, golpea con tu varita mágica una de las rocas, aguarda un tiempo prudente, —le repitió una vez mas —sacia tu sed y sal de aquí antes que sea demasiado tarde para ti.

Algo en aquella risueña voz hizo que Candy confiara. Haciendo uso de su varita mágica , golpeó una de las rocas, en cuanto lo hizo, una corriente de agua comenzó a brotar de esta. Sació su sed tras aguardar un tiempo considerable en donde el vapor que brotaba del agua desapareció por completo.

—Debes regresar ahora.

—Muchas gracias —La joven rubia alzó la mirada —sé que puedes verme aunque yo no puedo hacer lo mismo. No sé quien seas, pero te has convertido una especie de guardián para mi.

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