Fla y la novia

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Ana Julieta refunfuñó por lo bajo cuando el ave entró en la estación madrileña. Su hermano Flavio, al lado suya, estaba tan ocupado mirando el móvil con una sonrisa tonta que ni se inmutó. Aún no entendía por qué sus padres, que estaban de viaje romántico, no podían dejarla sola una mísera semana en Teruel con los veinte años que tenía ya, era muy patético. Lo peor de la historia era que encima su hermano, la persona más desastre del planeta, se iba a encargar de ella.
Todo parecía una paradoja del destino sin duda alguna.

Flavio no era un mal hermano, por supuesto que no. Era bueno, atento, simpático y un amor con todo aquel que se le acercaba, pero también era muy pasota, y cuando algo distraía su atención difícilmente volvía a prestar al mundo real a todo, y eso incluía a su hermana pequeña.

Su hermano la miró durante breves segundos para dedicarle una sonrisa emocionada, completamente ajeno a las ganas que Ana Julieta tenía de tirarse por la ventana y volver corriendo a su lugar natal, con sus amigos y ya de paso con su rollo rubio de ojos azules y buenorro. Una sonrisa tonta se formó en su rostro al recordarlo, lo feliz que sería ahora a solas en su casa con él. Pero no, tenía que venirse a Madrid, con su hermano durante una puñetera semana solo porque sus padres creían que le podía pasar algo en... ¡un pueblo! Y en los pueblos nunca pasaba nada, nunca.

Cogieron las maletas, él con mucha energía, ella con la mayor desgana del mundo y bajaron. Flavio empezó a avanzar rápido, con ansia, algo que rara vez se veía en él, giró la cabeza hacia todas las direcciones hasta que algo que vio le iluminó el rostro. Ana Julieta puso los ojos en blanco sin necesidad de mirar para saber de de qué se trataba. Intentó poner una expresión neutral, e incluso amable, mientras avanzaba por detrás de su hermano, el cual ya tenía a la chica rubia entre sus brazos y la besaba de forma frenética haciendo que le entraran arcadas.

Quedó a unos metros más atrás desviando la mirada para no tener que soportar esa sesión acaramelada, para eso ya tenía las películas de Antena 3.

- Hombre, pero si es la pequeña Anaju-su voz aterciopelada hizo que dirigiera su mirada hacia ella.

Ahí estaba Samantha Gilabert, la perfecta Samantha Gilabert. Una chica rubia de ojazos azules, altura de modelo y belleza despampanante. Ana Julieta no tenía envidia de ella, o bueno, no más allá de envidia sana. Pero verla siempre le hacía sentir insegura, como si ella nunca fuera a alcanzar el concepto de mujer que era la novia de su hermano. Porque además de tener un atractivo innegable, era una de las personas más inteligentes que te pudieras encontrar, además de tener unas ocurrencias increíbles. Era simplemente eso, aquello que cualquiera chica aspiraría a ser.

- Hola Samantha-saludó cordialmente dándole dos besos- Me alegro de verte.

Sonrió falsamente. Siempre había sido muy educada, y no iba a demostrar lo contrario con la novia de su hermanito mayor.

- Qué morenita estás, menuda suerte.

- Hombre se va todos los días a la plaza con sus amigas a tomar el sol-dijo su hermano con una sonrisa burlona y divertida- Y con huguito también.

No pudo ocultar su expresión de sorpresa, lo cual hizo que Flavio soltara una carcajada. ¿Cómo se había enterado de lo de Hugo? Más discreta no había podido ser. Además estaba segura de que si sus padres se enteraban de lo kinkazo que era les daba un parraque de los gordos.

- ¿Tienes novio?-preguntó la rubia curiosa, aunque su sonrisa había desaparecido.

- No, no es nada serio-respondió encogiéndose de hombros para restarle importancia y dar punto y final a esa conversación.

Mientras caminaban dirección al piso de Samantha. No hizo más que observar el paisaje de la gran ciudad mientras Flavio y Samantha se agarraban haciéndose mimos que, aunque no eran exagerados, le provocaron unas nauseas impresionantes. Miró el móvil para contestar a algunos amigos y al rubio, el cual amenazaba con ir a Madrid. Y ojalá lo hiciese.

Me jodiste, Madrid (Samaju)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora